Cerca de medio millón de personas pasan todos los días por las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México, de acuerdo con el Plan Integral de Manejo del Centro Histórico 2023-2028. Y esa cifra sube los fines de semana y días festivos. Todos esos cientos de miles de personas, en su ir y venir, frente a lugares que guardan siglos de historias fascinantes, pero que por alguna o varias razones no son tan conocidas.
Desde una capilla que fue habilitada como una morgue para personas pobres, una estrecha calle que fue testigo de un incidente vial que dio origen a una leyenda, hasta el sitio donde la Santa Inquisición ejecutaba a sus víctimas y la casa de uno de los presidentes más odiados del país, aquí te presentamos 4 lugares del Centro Histórico que guardan historias poco conocidas, pero que han trascendido siglos.
La Capilla de los Muertos en la Plaza de la Concepción
Casi en la esquina de Belisario Domínguez y el Eje Central Lázaro Cárdenas, se levanta una pequeña capilla hexagonal en medio de una plaza rodeada por viviendas y comercios. Fue construida a mediados del siglo XVIII y formaba parte del convento de la Inmaculada Concepción, uno de los más grandes e importantes de la Ciudad de México en aquella época y del cual solo se conserva la iglesia y parte del claustro, justo en la acera frente a la capilla.
El pequeño templo fue dedicado a Santa Lucía de Siracusa, pero al formar parte del conjunto conventual de la Concepción, se le conocía como Capilla de La Conchita. Pero a pesar de su ubicación, a finales del siglo XVIII cayó en desuso y fue abandonada.
Tras la publicación de las Leyes de Reforma, a mediados del siglo XIX, el ayuntamiento de la ciudad adquirió el inmueble para depositar ahí los cadáveres de personas que no tenían recursos para pagar un funeral. Según relatos de la época, los cuerpos permanecían en el lugar hasta que eran recogidos por “la gaveta”, un tranvía que los trasladaba al Panteón de Dolores. Por ese lúgubre pasado, a la Capilla de La Conchita se le conoció también como Capilla de los Muertos.

El Callejón de la Condesa en la Casa de los Azulejos
En el breve callejón que conecta a las calles Madero con 5 de Mayo, durante la época novohispana ocurrió un curioso incidente que originó una leyenda. Por esta estrecha calle salían los carruajes de la Condesa del Valle de Orizaba, quien era la propietaria de la Casa de los Azulejos, por lo que el tránsito de carros tirados por caballos era constante en el lugar.
La leyenda cuenta que, en una ocasión, mientras un carruaje se disponía a pasar, frente a este pero en sentido contrario, otro carruaje pretendía hacer lo mismo. En un gesto de cordialidad, el chofer del primer carruaje cedió el paso a su compañero, quien devolviendo la cortesía le pidió a su compañero que él fuera quien pasara primero, sin que ninguno accediera a atravesar primero el callejón.
Otras versiones aseguran que, debido a lo estrecho de la vía no podían pasar ambos al mismo tiempo, pero ninguno quiso retroceder. Y así pasaron tres días y tres noches sin moverse. Fue el mismo virrey quien tuvo que llegar al callejón para solucionar el conflicto.

Quemadero de la Inquisición en la Alameda Central
La Alameda Central es el parque público más antiguo de América. Fue creada en 1592 por órdenes del virrey Luis de Velasco y Castilla. Y aunque desde sus inicios fue un espacio apreciado por sus espacios arbolados y la sombra que proyectan, junto a este espacio que evocaba la vida había un sitio de muerte.
Cuatro años después de su creación, en 1596, el cabildo de la ciudad autorizó que el área poniente de la Alameda se acondicionara para realizar ahí la ejecución de herejes y otros actos que consideraran pertinentes las autoridades de la Inquisición, justo frente al convento de San Diego.
Del antiguo conjunto conventual sobrevive el edificio que ocupó la iglesia, y que hoy es el Laboratorio Arte Alameda, un espacio dedicado a la exhibición, documentación, producción e investigación del arte contemporáneo en diálogo con la tecnología. En la entrada de este espacio hay una placa en la que recuerda: “Frente a este lugar estuvo el quemadero de la Inquisición de 1596 a 1771″.

La casa donde murió Antonio López de Santa Anna
Antonio López de Santa Anna es uno de los personajes más polémicos y odiados en la historia del país. Como pocos, no solo fue testigo, sino también protagonista de importantes hechos históricos en la primera mitad del siglo XIX, en los turbulentos años en que el México independiente comenzó a definir su modo de gobierno.
Apoyó a Iturbide en el último tramo de a guerra de independencia, pero también llamó a desconocerlo como emperador en 1822 mediante el Plan de Veracruz; combatió en la primera intervención francesa, conocida como Guerra de los Pasteles. También fue pieza clave en los sucesos que culminaron con la independencia de Texas, en 1836 y su anexión a Estados Unidos en 1845 y dos años después, en 1847, regresó de su exilio en Cuba para dirigir las fuerzas del ejército mexicano en la guerra contra el vecino país.
Tras una vida intensa en el centro de la actividad política y militar del país, Santa Anna terminó sus días desprestigiado y en la pobreza. Su último refugio fue su casa ubicada en el número 14 de la actual calle de Bolívar, casi esquina con 5 de Mayo, justo frente al lugar donde alguna vez estuvo el Teatro Nacional, obra de su amigo, el arquitecto Lorenzo de la Hidalga. Ahí, acompañado únicamente de su segunda esposa, Dolores Tosta, quien alguna vez se hizo llamar “Alteza Serenísima” murió añorando sus mejores días, en que la gente venía a pedirle cualquier cantidad de favores, entre ellos, dirigir el destino de la nación.

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