En el ensayo publicado en The Wall Street Journal, James Mackintosh comparte que “antes de que los economistas de Trump empiecen a farfullar en sus cafés, también es imaginable un resultado realmente positivo, pero me parece muy improbable”.
Ciudad de México, 20 de abril (SinEmbargo).– ¿Quién pagará el precio de los objetivos económicos de Donald Trump?, se pregunta hoy James Mackintosh en un largo ensayo publicado en The Wall Street Journal. Reducir drásticamente el déficit comercial atenúa la entrada neta de capital extranjero; esto afectará los precios de las acciones y aumentará el coste de los préstamos para las empresas, agrega. Luego, más adelante, concluye sin vacilación: muchos pagarán el precio, pero sobre todo los que están mero abajo.
“Explicar lo que el Presidente Trump realmente quiere se ha convertido en una industria próspera por sí misma, aunque a menudo se demuestra que es falso en cuanto se publica. Sin embargo, dos cosas son claras sobre su política arancelaria: quiere un menor déficit comercial y quiere inversión para reconstruir la industria manufacturera estadounidense. Quienes creen firmemente que podría lograr estos objetivos deberían reflexionar sobre qué más debe suceder como resultado. El punto de partida es la balanza de pagos, la medida más amplia del comercio, y la inversión que entran y salen de la economía. Sus dos caras deben equilibrarse: la cuenta corriente, que contabiliza los flujos comerciales y otros aspectos que no vale la pena analizar; y las cuentas de capital y financieras, que miden, en definitiva, el capital y el dinero que entran y salen para comprar bienes como acciones, bonos e inversiones en fábricas”, explica quien antes fue editor de The Financial Times.


Durante años, añade, los estadounidenses han importado mucho más de lo que exportaban, de ahí el déficit comercial en la cuenta corriente. Para equilibrar la balanza de pagos, dice, es necesario que haya una entrada de capital correspondiente. Ésta proviene, en gran medida, de la compra de activos por parte de extranjeros, principalmente acciones y deuda pública en forma de bonos del Tesoro. “El plan de Trump alterará esa dinámica. Menores déficits comerciales implican menores entradas de capital”.
La obsesión de Trump es el déficit de bienes, explica Mackintosh, y hay dos maneras de reducirlo. “La primera es que el déficit general de bienes y servicios se mantenga sin cambios, pero los servicios —que a Trump no parece importarle y en los que Estados Unidos tiene superávit— se sacrifiquen en favor de la manufactura. Es decir, perjudicar a Wall Street y Silicon Valley para beneficiar a la economía general. Sin embargo, esto requeriría cambios en los impuestos y la regulación nacionales”.
La segunda manera de reducir el déficit de bienes es reducir el déficit comercial general. “Esto significará menos entrada de capital extranjero (recuerde, la balanza tiene que equilibrarse). Si a esto le sumamos una mayor inversión en manufactura —ya que los aranceles hacen menos competitivos los bienes importados—, Estados Unidos tendrá que aportar una mayor parte del ahorro para financiar nuevas plantas de ensamblaje, salas blancas y talleres clandestinos”.


Pero a nivel nacional, la situación también debe equilibrarse, dice el ensayo en The Wall Street Journal: “Más ahorro significa menos consumo. La contrapartida de que Estados Unidos haya dependido del ahorro externo durante todos estos años es que ha podido consumir mucho más. El resto del mundo tiene que trabajar para ganarse la vida, mientras que Estados Unidos obtiene bienes a cambio de prometer su plena confianza y crédito”.
“A riesgo de unirme a quienes explican a Trump, durante mucho tiempo he pensado que Trump se centraba en las personas como trabajadores, no como consumidores. El sistema actual se centra en satisfacer las necesidades de los consumidores y en dejar que los empleos se distribuyan donde quieran, incluso fuera de Estados Unidos, en lugar de generar empleos y suministrar sólo lo que se produce. Los mercados están tratando de descifrar las implicaciones de un cambio radical en este sistema”, expone James Mackintosh.
Mackintosh escribe en el ensayo publicado en The Wall Street Journal que “antes de que los economistas de Trump empiecen a farfullar en sus cafés, también es imaginable un resultado realmente positivo, pero me parece muy improbable”.


“El déficit podría disminuir porque las exportaciones aumentan a medida que aumenta la demanda en otros países, especialmente en aquellos que la han suprimido. El enfoque extremo de Trump sobre aranceles y defensa conmocionó a Alemania, obligándola a abandonar la austeridad, y parte de la respuesta de China a los aranceles es intentar impulsar el consumo interno”, apunta.
“Soy escéptico de que Alemania y China acepten rápidamente el consumismo. Pero incluso si lo hicieran, no hay razón para pensar que querrían comprar productos manufacturados estadounidenses, en lugar de las exportaciones altamente competitivas de servicios, energía y agricultura de Estados Unidos, y eso si estuvieran dispuestos a comprar cualquier producto estadounidense, después de los insultos y la poca fiabilidad de los últimos tres meses. Dudo que los aranceles de Trump recuperen gran parte de la industria manufacturera en Estados Unidos. Si lo hacen, los inversores y los consumidores sufrirán”, concluye.
Luego da cuatro efectos:
Cosas más caras y menos opciones.– Aumentar el ahorro significa reducir el consumo. Los aranceles representan el mayor aumento de impuestos en décadas, lo que se considera un “ahorro” gubernamental, además de encarecer casi todo lo importado.
Tasas de interés más altas.– Las entradas de capital que compensan el déficit comercial ayudan a financiar gran parte del endeudamiento del Gobierno federal. Si se reduce drásticamente el déficit comercial, la entrada neta de capital extranjero se reduce. Los rendimientos de los bonos deberán aumentar para atraer a los ahorradores nacionales a comprar bonos del Tesoro en lugar de acciones o bonos corporativos, lo que afectará negativamente los precios de las acciones y elevará el coste del crédito para las empresas.
Precios de las acciones más bajos.– Sólo una pequeña parte de la inversión extranjera se destina a la construcción de fábricas. Si hubiera más inversión extranjera directa, podría financiar al menos parte de la reconstrucción del sector manufacturero. Sin embargo, hemos asumido que Trump logra reducir los déficits comercial y de cuenta corriente, por lo que habrá menos entrada de capital extranjero (recuerde: equilibrio). Por lo tanto, una mayor construcción de fábricas extranjeras significa menos compra de acciones y bonos por parte de extranjeros, lo que a su vez reduce los precios de las acciones.
Un dólar más débil.– En teoría económica, el dólar es la variable que se mueve cuando el ahorro y la inversión no se equilibran. Si Estados Unidos ahorra demasiado poco para cubrir su inversión, el dólar debería debilitarse para que las inversiones estadounidenses sean más atractivas para los extranjeros.


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