El papa Francisco, el primer pontífice latinoamericano y jesuita, falleció este lunes a los 88 años en la Domus Santa Marta, su residencia en el Vaticano. El anuncio fue hecho por el cardenal Kevin Ferrell, camarlengo del Vaticano, quien informó que Francisco murió a las 7:35 de la mañana, tras 38 días de hospitalización por una neumonía doble.
Nacido como Jorge Mario Bergoglio en Buenos Aires, Francisco fue elegido el 13 de marzo de 2013 tras la sorpresiva renuncia de Benedicto XVI. Desde entonces, se convirtió en un líder profundamente transformador: cercano a los pobres, abierto al diálogo con los marginados y comprometido con la justicia social y ambiental.
Su estilo rompió con el protocolo papal: eligió vivir en un hotel en lugar del Palacio Apostólico, usó autos modestos y calzado ortopédico en lugar de los tradicionales mocasines rojos. Ahora tras la muerte del papa Francisco, se da por iniciado el proceso del Cónclave, el cual se lleva a cabo en la Capilla Sixtina del Vaticano, donde los cardenales menores de 80 años, actualmente unos 120, se reúnen bajo estrictas normas de aislamiento y confidencialidad.
Durante varias sesiones, cada uno emite su voto en secreto, escribiendo el nombre de su elegido en una papeleta. Para ser proclamado Papa, un candidato debe obtener al menos dos tercios de los votos. Tras cada ronda de votación, las papeletas se queman. Si no hay un resultado definitivo, el humo que sale de la chimenea de la Capilla Sixtina es negro; cuando finalmente se alcanza el consenso, el humo se torna blanco, anunciando al mundo que hay un nuevo Papa.
Aunque el proceso del Cónclave es un proceso riguroso y quizá el más complejo de la Iglesia Católica, Hollywood se encargó hace algunos años de evidenciar de manera un poco más sencilla la votación y ascensión de un nuevo pontífice.

“Ángeles y demonios” y su visión del Vaticano y el Cónclave
En 2009, el director Ron Howard llevó a la pantalla grande “Ángeles y demonios”, una adaptación del bestseller de Dan Brown. Más allá de su trama de suspenso, persecuciones y conspiraciones científicas, la película ofrece una mirada intensa, aunque dramatizada, al corazón del Vaticano: el Cónclave. Este proceso, encargado de elegir al nuevo Papa tras la muerte de su predecesor, se convierte en el eje narrativo y simbólico del filme.
Interpretado por Tom Hanks, el simbologista Robert Langdon se ve arrastrado a una carrera contra el tiempo para detener un complot que amenaza con destruir el Vaticano justo durante uno de sus momentos más sagrados. La película comienza con el fallecimiento del Sumo Pontífice y el inicio del Cónclave, un procedimiento milenario que reúne a los cardenales más importantes del mundo en la Capilla Sixtina.
Lo que sigue es una mezcla de ficción y realidad. El guion reconstruye con notable detalle la atmósfera solemne del Cónclave: la clausura de las puertas, el juramento de secreto, la quema de papeletas y el humo que anuncia al mundo si ha habido elección o no. Sin embargo, Howard aprovecha esta ceremonia hermética para insertar una narrativa explosiva: la desaparición de los cuatro cardenales favoritos para suceder al Papa, todos ellos secuestrados por una antigua sociedad secreta, los Illuminati.
A medida que Langdon y la científica Vittoria Vetra (Ayelet Zurer) tratan de desentrañar el misterio, el Cónclave se convierte en una especie de reloj que avanza hacia una posible tragedia. La tensión entre lo espiritual y lo científico, lo tradicional y lo moderno, se hace evidente. El Cónclave, símbolo de continuidad y estabilidad, es mostrado bajo amenaza, lo que refuerza la idea de que incluso las instituciones más sólidas pueden ser vulnerables.
Uno de los aspectos más llamativos es el retrato del “Camarlengo“, figura real del Vaticano interpretada por Ewan McGregor. En la cinta, este personaje adquiere un protagonismo central, en un rol que mezcla fe, poder y ambición, lo que añade complejidad al funcionamiento interno de la Iglesia.
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