Hedor a alcohol y cigarro, sangre regada por el suelo, gallos muertos, deshuesados, colgados de un garabato… Elementos de la mística del palenque, según Juan Rulfo, que permean a la modernidad, setenta años más tarde. No hubo gallos el pasado jueves en el palenque de Texcoco, pero, por lo demás, el ambiente era bastante parecido. El calor, sofocante, pese a la lluvia que había caído al atardecer; los meseros, malabaristas del arenero etílico, hacían lo que podían. Las peleas se sucedían, al menos tres, una forma de pasar el tiempo. Y allá abajo, en el ruedo, regates y gambetas a la prohibición de cantar corridos bélicos.
Famosa por méritos propios, la Feria del Caballo de Texcoco, en el Estado de México, a media hora de la capital, se ha convertido en la comidilla nacional. Hace un par de semanas, el concierto de Luis R. Conríquez, uno de los mayores exponentes de la música regional mexicana, conocido y aclamado por los corridos que dedica a diferentes cabecillas criminales, acabó en batalla campal. Conríquez dijo que las autoridades le obligaban a sacar del repertorio sus canciones sobre Los Chapitos, El Mencho, o La Familia Michoacana. En vez de eso, propuso, cantaría otras. De amor, de despecho. La gente enloqueció.
A nadie le gusta comprar boletos para un concierto, encaramarse al gallinero, vadear ríos de gente hasta alcanzar la grada elegida, gastarse una pequeña fortuna en cervezas –o en lo que sea: el jueves ofrecían botellas de coñac hasta por 10.000 pesos, unos 500 dólares–, hacer penosas visitas al baño cada tanto, acalorarse, pelearse, esquivar vomitonas, para que, a la mera hora, el cantante se centre en sus traumas emocionales. Era entendible, en todo caso, la negativa de Conríquez. Se jugaba una multa, incluso tiempo de cárcel, si cantaba los temas exigidos.

Los vídeos de asistentes acabando con el tinglado musical, las baterías, los tambores, las bocinas, dieron la vuelta al país. Para unos, probaban que la música ahora prohibida alimenta una pulsión violenta, en un país que ya de por sí sufre unos niveles de violencia disparatados. ¿Qué bueno pueden traer canciones que glorifiquen a criminales, cuando México cuenta decenas de miles de asesinatos al año? Para otros, sin embargo, los videos mostraban el hartazgo de la población con la hipocresía de sus gobiernos, tan eficaces para desterrar la fantasía criminal, como incapaces para atajar la violencia real.
De forma más o menos elaborada, esa discusión, ese choque de argumentos, navegaba la noche del jueves los mares del palenque, un espacio enorme, por cierto, nada que ver con el de San Miguel del Milagro. Si acaso el tamaño del ruedo, versión minúscula del de las plazas de toros, adaptado al tamaño del gallo. Pero por lo demás, el de la Feria del Caballo de Texcoco es el Estadio Azteca de los palenques, un Bernabéu gallero, exigente como pocos. El respetable aguardaba a dos grandes del corrido moderno, Netón Vega y Óscar Maydon, dos muchachos en realidad, segundas espadas del imperio que dominan Peso Pluma y Natanael Cano. Había una gran expectativa por ver qué hacían, qué cantaban.
Entre otras cosas, Vega es conocido por Si no quieres no, uno de los grandes éxitos de los corridos bélicos en los últimos años, que canta a medias con Conríquez. En la canción, de ritmo hipnótico y estribillo irreverente, Vega y Conríquez se ponen a la orden de Iván Archivaldo Guzmán, hijo de Joaquín El Chapo Guzmán, y líder de la facción de Los Chapitos. Solo en YouTube, la canción cuenta 455 millones de reproducciones. Vega evitó este tema. Y no dejaba de ser irónico, porque fuera, en la feria, donde era tan fácil comprar un sombrero con herraduras, como fundas para las cachas de una pistola, la misma canción sonó varios veces en las bocinas de los puestos de bebida.
Por el motivo que fuera, Vega la evitó. Luego tomó una decisión extraña, porque a eso de la 1.30 de la mañana empezó a cantar Presidente, otro de sus éxitos, con 231 millones de reproducciones en la red social. Ahí, Vega, Conríquez, Natanael Cano y otro segunda espada, Gabito Ballesteros, le cantan al Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), con menciones a El Mencho y su ahijado. El truco de Vega fue evitar cantar las partes delicadas y dejar que el público lo hiciera por él. Desde luego, todo el mundo se las sabía.

Pero la gran ovación de la noche se la llevó Óscar Maydon, conocido por la forma como le presentan Peso Pluma y Natanael Cano, en las canciones que cantan juntos, como uno de los clásicos del género, Madonna. Maydon no se escondió y a eso de las 2.50 entonó una canción ajena, El Hijo Mayor, de su colega Junior H, una elegía a uno de los hijos del Chapo, Edgar Guzmán, que murió asesinado en Culiacán, en 2008. Aquello llevó al público a cotas estratosféricas de júbilo, lo que hizo muy feliz a los meseros, a los gestores de los baños, que cobraban diez pesos por desahogo, y, a juzgar por su energía, a los mismos músicos.
Todo el mundo se fue contento a casa, quizá con la sensación de que la ola prohibitiva de este año acabará desinflándose, como las anteriores. Ya han pasado más de quince años desde que a Los Tigres del Norte les sugirieron que no tocaran La Granja, aquella metáfora cantada sobre el narcotráfico; o que evitaran entonar Jefe de jefes, aquella delicada sinfonía dedicada a Miguel Ángel Félix Gallardo. Los Tigres sobrevivieron, pese a las prohibiciones en algunos estados. Ahora nadie se acuerda y la gente celebra sus shows de chamarras púrpura y lentejuelas.
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