A las 12.33h del lunes 28 de abril de 2025 empezó una realidad con tintes de ciencia ficción. Todo se apagó. No solo la luz, también ese pequeño zumbido del Mac mini y monitor que tengo en mi despacho. Ese zumbido que nunca notas hasta que no está. Agarré mi iPhone y aún no sabía que ese gesto daría inicio a una odisea.
De entre las muchas anécdotas que, como tantos otros, viví en el apagón, me quedo con una lección aprendida: la tecnología que esta semana falló, sigue siendo imprescindible. Es algo que ahora valoro en virtud de mis grandes fallos, ya que de haber sido previsor, el día hubiese sido mucho menos desastroso con mi iPhone, iPad y Mac.
La salud de batería no es tan importante
La salud de batería del iPhone es lo que indica qué nivel de desgaste tiene y a medida que baja, nos proporciona una menor autonomía. Obviamente que es importante tratar de alargarla lo máximo posible para que su vida útil se extienda. Sin embargo, en casos como los del apagón, cuidar en exceso la batería puede jugar en tu contra.


Siempre he sido de los que activan la carga optimizada al 80%, convencido de que alargar la vida útil de la batería es clave. Esta función mantiene la carga en torno al 80% y solo se completa al 100% poco antes de la hora en la que lo desenchufemos. El sistema aprende de nuestros hábitos y sabe cuándo será ese momento.
También he llegado a tener en cuenta las opciones de limitar la carga. No las llegué a activar, pero sí a contemplar en más de una ocasión. En dispositivos como los iPhone 15 Pro y la serie de iPhone 16, la encontramos como un ajuste que permite que la recarga nunca pase de un determinado porcentaje (80%, 85%, 90% o 95%). Eso hace que, aunque el porcentaje que veamos en pantalla pueda ser del 100%, en realidad no sea eso.
Ambas opciones pueden ser útiles para alargar la vida útil de la batería. Por eso se añadieron, claro. Sin embargo, en el corto plazo lo que hace es restar autonomía al dispositivo de igual forma que si la salud ya se hubiese deteriorado. Salir con autonomía limitada sin saber cuándo podré volver a recargar mis aparatos no fue buena idea.
El MacBook y el iPad, siempre cargados
Mi equipo principal de trabajo es un Mac mini M2 Pro ubicado en mi despacho, mientras que mi MacBook Air M1 y iPad Air M1 son para uso secundario. Tanto que hay días que ni los utilizo, por lo que me despreocupo por completo de su batería. Cuando no tienen y los voy a usar, los pongo a cargar un rato y ya. Hasta que llegó el gran apagón…
Cuando vi que el Mac mini ya no me sería útil, corrí a por mi MacBook. “Al menos podré seguir trabajando compartiendo datos desde el iPhone“, pensé. Pero al abrirlo me encontré con un 19% de batería. Me reí por no llorar. Lo encendí para avisar a mis compañeros de la circunstancia, sin saber aún lo que me esperaba.


Y esta fue la última vez que pude contactar con mis compañeros de trabajo
Bajé al mínimo el brillo para ahorrar la poca batería que tenía, pero esta iba bajando poco a poco y ante la incertidumbre de saber qué estaba pasando y cuándo se solucionaría, opté por apagarlo de nuevo y reservar lo que quedaba. Luego trataría de recargarlo inutilmente en mi coche, haciendo que en lugar de subir, la batería bajase a un 11%.
“Pues voy a por el iPad”, me dije. ¡Ja! Apenas le quedaba un 3% de batería. Tenía tan poca que apagarlo para “ahorrarla” me pareció absurdo. No iba a marcar ninguna diferencia. No merecía la pena y en lo que duró el apagón, fue como si no tuviese ningún iPad.
No tener recargados ninguno de mis dos dispositivos secundarios jugó muy en mi contra. Y es que, si son secundarios, es precisamente por serme útiles en situaciones de emergencia como ayer. A partir de ahora los trataré como lo que son: mis salvavidas en caso de emergencias. O, al menos, un excelente complemento.
No es solo tener una powerbank, es que esta sea potente
Al hilo del anterior punto, te habrás preguntado por qué no recurrí a una batería externa. Pues bien, había un problema: solo tenía una powerbank y estaba prácticamente descargada. La conecté al iPhone para probarla, tanto con MagSafe como por cable, pero apenas tenía carga y el porcentaje de batería apenas aumentaba.


Fue una escena algo patética: sentado en el suelo, mirando cómo la barrita de carga subía un 1% cada diez minutos, como si estuviese viendo crecer una planta. La powerbank estaba medio descargada y no tenía nada más que usar. Entonces fue cuando comprendí que un solo accesorio de este tipo no basta… y mucho menos si está vacío.
Y como si no fuera suficiente, descubrí lo importante que habría sido tener una batería externa capaz de cargar también el MacBook. La powerbank que tenía, ni aun si hubiese estado al 100%, tendría capacidad para alimentar la batería de un ordenador portátil. Por no hablar de que su capacidad en mAh era baja. Suficiente para cargar el iPhone, pero solo una vez y nada de recargar también otros equipos.
El motivo por el que nunca antes me había planteado una compra mayor es porque, como tantos otros, nunca imaginé que viviría una situación así. Aparte, he priorizado siempre el diseño y la portabilidad, por lo que las baterías de mayor capacidad quedaban descartadas por ser más voluminosas.
A partir de ahora, priorizaré la capacidad frente al diseño. Quiero una powerbank capaz de cargar todos mis dispositivos al menos una vez. Y si eso implica cargar con más peso en la mochila, lo asumiré encantado. Porque no hay nada más ligero que sentirse preparado.
Un SAI para evitar perder todo mi trabajo


Imagen: SAI de APC
Esa mañana, justo antes del apagón, estaba escribiendo un reportaje para Applesfera. Tenía decenas de pestañas abiertas, ideas apuntadas en notas sueltas, conexiones entre párrafos aún por construir… A las 12.33, cuando se fue la luz, todo se congeló. Lo peor no fue perder el archivo, al cual no le había dado tiempo a sincronizarse con la nube. Lo peor fue perder la concentración, la estructura mental del texto y la motivación por hacer de ese reportaje un buen trabajo.
Un SAI, siglas de Sistema de Alimentación Ininterrumpida, proporciona justo eso: energía cuando la red eléctrica se interrumpe. Es algo que realmente llevaba tiempo pensando y no por un posible apagón como el que sufrimos ayer, sino también ante caídas puntuales de la luz, ya sea en mi casa o en el edificio e independientemente de su duración.
Con uno de estos sistemas, en el día de ayer no solamente hubiese ganado un dispositivo más con el que comunicarme, sino que también hubiese podido guardar de forma segura mi trabajo y acceder a aquellos archivos que me pudiesen ser necesarios ante la emergencia. Si bien es cierto que cuantas más horas de autonomía presten, más caros y aparatosos son, con uno básico me hubiese servido para ese mínimo.
Siempre pensé que la tecnología estaba de mi lado. Que tener los dispositivos más avanzados me hacía estar preparado. Pero no lo estaba. Porque la clave no es solo tenerlos, sino usarlos con previsión. Tenerlos listos, con batería, con respaldo, con energía. Esta semana lo aprendí de golpe. Y no se me va a olvidar nunca.
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