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El legado político de Hernán Laborde


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principios de 1988, en medio de la tsunami social y político que fue el neocardenismo, Arnoldo Martínez Verdugo organizó un ciclo de conferencias sobre el marxismo latinoamericano. Dedicó su intervención a la obra de Hernán Laborde –conferencia que quedó inédita–, en la que valoró el aporte ideológico-político del dirigente, especialmente su crítica de la ausencia de independencia de las clases subalternas frente al Estado posrevolucionario.

Nacido en 1895 en Veracruz y muerto el 1º de mayo de 1955 en la Ciudad de México, militó en el Partido Comunista Mexicano (PCM) desde 1925, siendo parte del gremio ferrocarrilero, donde se destacó de tal manera que pronto visitó la cárcel. Su indudable capacidad organizativa le valió ser postulado en 1928 por el Partido Ferrocarrilero Unitario para llegar a la Cámara de Diputados. El callismo no podía permitirse la presencia de un personaje así, de tal manera que, en una sesión en la que exponía ardientemente la simpatía por Sandino y la defensa de Nicaragua, se encontró el motivo para su desafuero.

Fue electo como secretario general del PCM en 1929, intentó ser candidato a la gobernatura de Veracruz, dirigió El Machete en su época de esplendor y participó como candidato presidencial por el Bloque Obrero y Campesino en 1934. En aquel momento, denunció el supuesto carácter fascista del Plan Sexenal. Según Gerardo Peláez, en aquella elección Cárdenas votó por Garrido Canabal y Adalberto Tejeda lo hizo por Laborde, inaugurando un peculiar gesto de donación y reconocimiento que ha persistido entre las izquierdas.

Un año después, Laborde fue uno de los comisionados para asistir al séptimo Congreso de la Internacional Comunista (IC) en 1935, junto con Miguel Ángel El Ratón Velasco y José Revueltas. Su intervención en aquel espacio fue una autocrítica de la posición del PCM frente a Cárdenas y de la necesidad de rectificar el rumbo, al que describió como sectario. Además, señaló que los comunistas tenían que lograr la apropiación de la historia nacional y sus gestas revolucionarias como parte del legado político: el 16 de septiembre y el 20 de noviembre tendrían que ser fechas del proceso de liberación nacional. Como se sabe, a partir de ese momento el PCM apoyaría decididamente al gobierno del michoacano, pero, y ahí la importancia dada por Martínez Verdugo, Laborde luchó intensamente entre 1936 y 1937 por mantener una táctica de independencia por parte de las clases subalternas. Clamaba que la unidad no era un fin en sí mismo y que la crítica al gobierno era necesaria. Así mismo, alertaba del peligro que significaba la excesiva concentración del poder por parte del presidente. Combatió en un ambiente desfavorable el oportunismo enclavado en el mundo sindical, que apostaba por la entera subordinación de las masas al Estado, lo que finalmente sucedió. Su posición en pro de la independencia de fuerzas políticas de izquierda fue derrotada y bajo presión de la IC, el PCM siguió la ruta de la unidad a toda costa.

En esa época, además de sus intervenciones políticas, particularmente las correspondiente al clímax de la movilización proletaria que dio nacimiento a la Confederación de Trabajadores de México, Laborde escribió numerosas obras, destacando su informe del viaje a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en Rusia, hoy; el opúsculo La revoluci ón de independencia, y también textos de polémica, como lo fue el que dedicó a Luis Cabrera; de igual manera profundizó en la situación agraria de Yucatán.

Tras la purga encabezada por la IC en 1940, Laborde salió expulsado del PCM. Sin embargo, su vida intelectual y militante no se detuvo. Dirigió la revista Tricolor e hizo parte del Círculo Morelos que daría vida a la Acción Socialista Unificada, organización que convergió con otros núcleos de expulsados del PCM dando vida al Partido Obrero Campesino. En estos años escribió reflexiones sobre el proceso de la Administración Obrera de Ferrocarriles, redactó un folleto sobre el carácter reaccionario del existencialismo e incluso se dio tiempo de discutir sobre la situación de la biología en la URSS. Retomó su actividad como poeta y escribió versos en honor al preso político Valentín Campa; en ese mismo formato reivindicó, en un solo movimiento, las figuras de Cuauhtémoc y la de Eulalia Guzmán.

Martínez Verdugo decía con pesar, en aquella conferencia, que las generaciones posteriores de militantes no lo conocían y que su aporte había tendido a desvanecerse. Hoy nos encontramos en buen momento de recuperarle, siguiendo la estela marcada por el de Mocorito, pues, como otros dignos representantes de la izquierda mexicana en tiempos de protagonismo popular, atinó a discernir lo importante de la coyuntura. De ahí que algunas de sus palabras suenen tan actuales, como cuando expresó que: sólo los cínicos piensan que el objetivo de la política es la obtención del éxito inmediato.

* Investigador UAM. Autor de En el medio día de la revolución



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