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Diddy: Casandra Ventura pone del revés el ‘caso Puff Daddy’ y al todopoderoso Sean Combs


Solo los muy fans del pop de los noventa recordarán a Cassie. Quizá a algunos más les suenen los primeros compases de su Me & U, que hace casi 20 años llegó al bronce de la aclamada lista Billboard. Por entonces era una veinteañera de pelo azabache, finas cejas, labios cargados de gloss y muchas joyas doradas, como marcaba la época. Hoy Cassie ha dejado atrás ese nombre y es Casandra Ventura, una mujer de 38 años, casada, con dos hijas y el tercero en camino, que ha ocupado los titulares de Estados Unidos durante el último año y medio, pero muy especialmente esta semana.

Ella fue la primera denunciante de Sean Combs, tras ser su pareja durante más de una década, y se sabía que iba a testificar en el juicio contra el rapero, conocido como Puff Daddy o Diddy. Pero pocos imaginaban que su valiente testimonio ante fiscales y abogados, pero también ante los millones de personas que devoran cada detalle del caso, iba a ser crucial para darle la vuelta, e incluso para poner a Combs con un pie en la cárcel.

La artista ha sido la figura principal del juicio de Combs en Nueva York durante cuatro jornadas, embarazada de ocho meses y medio, con su marido y padre de sus hijos apoyándola en las sala. Combs la ha observado con frecuencia; ella apenas ha cruzado su mirada con él. Sus palabras han sido más que suficientes. Con su durísimo testimonio, relatando las palizas a la que las que la sometía el cantante por nimiedades, la obligación de plegarse a sus caprichos sexuales o incluso cómo la violó en su propia casa tras dejarle, Ventura ha puesto un clavo en la tumba del artista, cuyos cinco delitos de tráfico sexual, transporte para ejercer la prostitución y asociación ilícita, si el jurado los reconoce, pueden hacerle pasar en prisión más de 50 años, el resto de sus días.

Cassie Ventura

Será el jurado y el juez Arun Subramanian quienes decidan si corresponde una condena a Sean Combs, y cuál es la sentencia, pero Ventura ha sido explícita en su testimonio que ha marcado el ritmo del caso Puff Daddy. Tanto que, tras declarar para la fiscalía martes y miércoles —el lunes se presentó el caso y a un par de testigos menores—, el jueves la defensa tuvo que cambiar el paso para interrogarla. Poco quedaba que defender. Los abogados de Diddy, como es más conocido en Estados Unidos, trataban de presentar el caso como una cuestión menor, un incidente doméstico, celos, peleas de enamorados, “tríos consentidos entre adultos”. “Se puede pensar de él que es un capullo, que es malo. Pero sus acusaciones no son por ser un capullo o malvado”, se hacían los indignados los defensores. En dos jornadas declarando, unas 10 horas en total, Cassie los puso del revés.

La de Connecticut lo dejó bien claro en su testimonio, sin levantar la voz, sin aspavientos ni trucos, aunque a veces sin poder evitar las lágrimas. Sean Combs le destrozó la vida. Siete años después de dejarle ha conseguido retomarla, gracias a su familia, sus amigos, un marido que ha estado presente en el juicio en cada instante y mucha terapia, incluso con internamiento. Ventura era poco más que una cría cuando conoció a Combs. De familia tan mezclada y normal como cualquier estadounidense de a pie (padre de raíces filipinas, madre de ascendencia mexicana y afroamericana), estudio canto y baile en su escuela en Connecticut y su físico le hizo buscar una oportunidad como modelo, con lo que dio el salto a la cercana Nueva York.

Allí, bailando en clubes a mediados de los 2000, conoció al productor Ryan Leslie, con quien salió durante un par de años y grabó un tema. Fue él quien le presentó al entonces todopoderoso Sean Combs, en pleno apogeo como Puff Daddy. Cuando cumplió los 21, celebrándolo en Las Vegas, él la besó en un baño. Lo que parecía algo platónico entre la aspirante y el magnate desembocó en una relación de más de 10 años que se convirtió en un avispero de abusos.

Sean Combs, Cassie Ventura

Durante su declaración, las frases de Ventura han sido demoledoras. “Hubo abusos, pasaron muchas cosas a lo largo de nuestra relación”; “Me sentía asquerosa, humillada”; “Me menospreciaba mucho”; “Controlaba muchísimo mi vida”; “Me golpeaba en la cabeza, me empujaba, me arrastraba, me pateaba, me pisoteaba la cabeza si estaba en el suelo”; “No tenía los recursos necesarios para salir y moverme, para salir y que nadie me detuviera”; “No le conté la verdad a mi madre porque me daba vergüenza […]. No quería ponerla en peligro”;“Me quitaban el coche. Me echaron de casa, de mi apartamento. Me quitaban las joyas”; “Yo no tenía mucho que decir por entonces, siendo tan joven, ingenua, tan complaciente”.

Como ha contado en el juzgado, su relación con Combs no siempre fue una relación como tal. De hecho, empezó de manera profesional: ella firmó un contrato con su discográfica, Bad Boy Records, para sacar 10 discos. Solo pudo lanzar uno; él nunca le permitió desarrollar su carrera. Entre 2007 y 2018 hubo idas, venidas, otras parejas —ella salió, evitando que él se enterara, con el rapero Kid Cudi y el actor Michael B. Jordan; él tuvo varios hijos y relaciones— y sobre todo mucho bajo la superficie. Él le pegaba con frecuencia, en cuanto tenía un ligero cambio de humor o ella lo contradecía lo mínimo.

Pero sobre todo y desde el primer año de relación, Combs obligaba a Ventura a practicar lo que entre ellos llamaban freak-offs, una especie de oscuras fiestas y orgías, donde contrataban (generalmente lo hacía ella con dinero de él) a prostitutos para que ella mantuviera relaciones con ellos y él los observara, masturbándose. Las hacían en sus casas y en hoteles. Duraban hasta cuatro días. Utilizaban alcohol y drogas, que la propia Ventura ha reconocido que la ayudaban a ser menos consciente de lo que pasaba, aunque le generaron adicción. Y también litros de aceite corporal, de bebé, que él guardaba en su casa. Él las grababa y amenazaba a su pareja con filtrarlas en internet y avergonzarla.

Cassie Ventura, Alex Fine

En esta semana de juicio, Ventura ha argumentado que esos freak-offs eran obligados, que los odiaba, que no podía hacer más que intentar recuperarse entre unos y otros. “Tenía otro trabajo completo. Básicamente, una trabajadora sexual”, relataba la cantante el viernes. No podía rebelarse: sabía que eso le costaba palizas, ojos morados, heridas. En una ocasión le pegó tras verla hablar con un productor en un club de Los Ángeles, “tan fuerte como puedes pegar a alguien estando así de borracho”. En 2013, tras una noche con amigos en su casa (él pagaba el alquiler y tenía unas llaves que usaba a discreción), él entró, le pegó y le hizo un golpe en una ceja de la que aun tiene cicatriz. En 2016, tras una pelea en un hotel de Los Ángeles que grabaron las cámaras de seguridad, tuvo tantos moratones que tuvo que maquillarse intensamente porque presentaba una película, su primer papel protagonista, dos días después. En 2018, cuando intentó dejarle y tras una cena tranquila y amable, él la llevó a su casa y la violó.

Fue ese año cuando conoció a Alex Fine, un entrenador personal que se convirtió en amigo, después amante, más tarde pareja y hoy, marido. Fue él quien la frenó cuando, sin poder más, abrió la puerta de su casa para lanzarse entre el tráfico y acabar con su vida. Con él logró escapar del círculo del abuso. En 2022 se desintoxicó de las drogas. En 2023 acudió a un centro en Arizona donde se trató de estrés postraumático. Han tenido dos hijos, esperan un tercero. Y con todo ello Ventura reunió fuerzas para demandar a Combs en noviembre de 2023, aunque un acuerdo extrajudicial (se ha sabido que de 20 millones de dólares) hizo que retirara la demanda. Aun así, la fiscalía entró al trapo con todas sus fuerzas.

Sean "Diddy" Combs

La defensa de Combs trata de demostrar que esas orgías eran en parte pactadas y consentidas por Ventura. Ella, con monosílabos, cansada, dolida, lo ha negado una y otra vez. Su testimonio ha dejado claro el sistema de abusos, pero faltan flecos: cuánto sabían sus empleados —que llevaban preservativos, lubricante y aceite a las habitaciones de hotel—, por dónde se expandieron los abusos, quien lo permitió. La madre de Ventura y una antigua mejor amiga —ella ha contado que perdió su amistad después de una pelea con Combs— testificarán la semana próxima.

Ella, en principio, no tendrá que volver; el viernes terminó y ya ha dicho que no va a hablar. Tampoco cantar ni bailar: canceló su última gira y no tiene intención, por ahora, de seguir en el mundillo. Se va a casa, a acabar su embarazo tranquila. “Esta semana ha supuesto un reto extremo, pero también me ha dado mucha fuerza y me ha curado. Espero que mi testimonio haya dado fuerza y voz a otros supervivientes, y que pueda ayudar a otros que han sufrido a hablar y a curarse también del abuso y del miedo. Para mí, cuanto más me curo, más puedo recordar. Y cuanto más pueda recordar, más que jamás olvidaré”. Ella no es todo el juego, pero sí la pieza clave de un tablero que ha marcado y que todavía tardará unos meses en resolverse.

En Estados Unidos, 1-800-656-HOPE (4673) es el teléfono gratuito de la National Sexual Assault Hotline y funciona 24/7, en inglés y en español. También hay chat de WhatsApp y un chat online. Hay más recursos disponibles en rainn.org.

En España, el teléfono 016 atiende a las víctimas de violencia machista, a sus familias y a su entorno las 24 horas del día, todos los días del año, en 53 idiomas diferentes. El número no queda registrado en la factura telefónica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. También se puede contactar a través del correo electrónico [email protected] y por WhatsApp en el número 600 000 016. Los menores pueden dirigirse al teléfono de la Fundación ANAR 900 20 20 10. Si es una situación de emergencia, se puede llamar al 112 o a los teléfonos de la Policía Nacional (091) y de la Guardia Civil (062). Y en caso de no poder llamar, se puede recurrir a la aplicación ALERTCOPS, desde la que se envía una señal de alerta a la Policía con geolocalización.



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