
▲ La artista Iraida Noriega en la Casa del Lago.Foto Rafael Arriaga
Ángel Vargas
Periódico La Jornada
Viernes 23 de mayo de 2025, p. 7
Iraida Noriega es una especie de mapa sonoro donde confluyen México, Cuba y el jazz. De allí que uno de sus más recientes proyectos, Ríos, sea un homenaje a esas raíces que la definen, a partir de integrar influencias musicales de ambas naciones a través de aquel género surgido en las comunidades afroestadunidenses de Nueva Orleans a finales del siglo XIX y principios del XX.
Mi papá, Freddy Noriega, fue un músico mexicano, y mi mamá, Esperanza, es originaria de La Habana. Así que este programa tiene el deseo cariñoso de tributar la historia de mis padres, que es lo que me tiene aquí
, explica la cantante y compositora en entrevista.
“En mi faceta de arreglista, lo que he hecho en Ríos es agarrar temas mexicanos y cubanos –algunos muy conocidos; otros, no tanto– para hacer una reimaginación arreglística con el propósito de rendir homenaje a la historia y la música de las dos aguas de donde provengo; y, en medio de ambas corrientes, incluir piezas de mi autoría.”
Considerada una de las figuras más emblemáticas del jazz en nuestro país, Iraida Noriega (Ciudad de México, 1971) presentará esta nueva propuesta –cuyo álbum saldrá al mercado en la segunda mitad del año– este domingo 25 de mayo, a las 12 horas, con un concierto en el Anfiteatro Simón Bolívar del Antiguo Colegio de San Ildefonso (Justo Sierra 16, Centro Histórico).
Esta sesión musical es parte del ciclo Jazz en la UNAM, y en ella la intérprete estará acompañada por el trío conformado por el pianista Roberto Blanco, el contrabajista Israel Cupich y Tavo Nandayapa, en la batería y percusiones.
Resultado de combinar elementos del bolero, el filin y la tradición afrocubana con métricas compuestas, improvisación y exploraciones poéticas, la sonoridad de este proyecto es un tránsito entre géneros y culturas.
La selección musical incluye arreglos de piezas representativas de la música popular latinoamericana: Serenata huasteca, de José Alfredo Jiménez; La malagueña, de Pedro Galindo y Elpidio Ramírez; Cucurrucucú paloma, de Tomás Méndez, todos ellos mexicanos; además de Capullito de alelí, del puertorriqueño Rafael Hernández.
Por el lado cubano: Palabras, de Marta Valdés, y Dos gardenias, de Isolina Carrillo. En medio de esos afluentes, Iraida Noriega aparece como autora de Corazón brujo, Desvelo, Caracolito y la musicalización del poema Los amorosos, de Jaime Sabines.
Para la compositora e intérprete es imposible determinar cuál de sus facetas musicales le resulta más propia o entrañable. Dice el I Ching que hay que separar las partes para luego unirlas. Es algo que he tenido muy en claro desde muy jovencita
, señala.
Actos sicomágicos
La composición, el ejercicio vocal, y el interpretativo, todo lo que me da una voz personal, implica gran trabajo. Quiero pensar que, cuando sumo todo eso, se crea un universo que le da una especie de definición o personalidad a lo que sea que yo hago en la música. Trato de concebirme como una unidad.
Respecto de su trabajo en la creación musical, aclara que, aunque tiene suficiente obra para decirse compositora, no se percibe como tal: “Siento que mi relación con la composición ha tenido que ver más que con actos sicomágicos que con un oficio, en el sentido de que son vivencias o emociones que, de alguna manera, necesitan transmutar o transformarse.
Esto no quiere decir que todo necesariamente parta del dolor, ya que casi siempre asociamos la transmutación con algo que lastima o es difícil y se necesita sacar. También hay vivencias celebratorias de la vida y el amor. Siento que lo que escribo siempre es potenciado por lo que me sucede y encuentra salida en la composición. Es algo muy enraizado en lo personal.
Así como dice que tiene una cuna mitad mexicana y mitad cubana, Iraida Noriega asume como innegable su cuna jazzística: “No nada más es el asunto del jazz como música, sino como filosofía: es un género que no sólo permite que se fusionen culturas, sino que invita a ello, algo que no hacen todos los géneros.
El jazz permite hacer un tema un día de una manera y, al otro, de una forma distinta. Ofrece distintos rangos de libertad: nos está invitando a que siempre busquemos y probemos nuevas cosas. Bajo esa consigna filosófica, sí siento mi cuna en el jazz.
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