Construir desde cero siempre ha sido el corazón de los city builders, pero en algunos juegos, ese cero parte de un mundo reducido a cenizas. En Frostpunk, Endzone – A World Apart o Rebuild 3: Gangs of Deadsville, la reconstrucción no es solo urbana: es emocional, moral, incluso filosófica. ¿Cómo se vuelve a levantar una sociedad tras el apocalipsis? Estos juegos no solo plantean una gestión de recursos, sino también una meditación sobre la condición humana y la vida en sí misma. Más que ser simples city builders, son juegos de estrategia donde la construcción es un punto clave, sí, pero hay mucho más.
La nieve no perdona: el caso de Frostpunk
Lanzado en 2018 por el estudio polaco 11 bit Studios, Frostpunk propone una distopía helada en la que el mundo ha quedado totalmente cubierto por una glaciación. Los últimos supervivientes se refugian alrededor de un generador de calor, y tú, como líder, debes garantizar su supervivencia. Pero el juego va mucho más allá de gestionar carbón y construir casas: cada decisión que tomas tiene consecuencias éticas terroríficas.
Pedir a niños que trabajen, imponer turnos forzosos, aplicar leyes totalitarias… Frostpunk plantea constantemente el dilema entre eficiencia y humanidad. Y lo hace sin juzgar directamente, pero obligándote a vivir con tus decisiones. La ciudad sobrevive, sí, pero ¿a qué precio? Sabemos que es un juego pero… ¿qué dicen de ti tus decisiones?
Endzone y la nostalgia del mundo perdido
Si Frostpunk congela el alma, Endzone – A World Apart la expone a la radiación. El juego de Gentlymad Studios nos sitúa en un planeta arrasado por desastres nucleares, donde la humanidad se ve obligada a comenzar de nuevo entre ruinas contaminadas y recursos más que escasos. A diferencia de otros títulos, aquí el enfoque es más pausado y técnico, con un sistema de construcción y crecimiento más clásico, pero no por ello con menos tensión.
El mayor valor de Endzone es su representación del mundo que fue: restos de autopistas, edificios rotos, señales de tránsito oxidadas. Todo nos recuerda una civilización pasada que ya no existe. Reconstruir, entonces, no es solo crear algo nuevo, sino enfrentarse a lo que se ha perdido. En cada huerto improvisado y cada pozo de agua, hay una pregunta que resuena en el fondo: ¿podremos evitar repetir los mismos errores?
Rebuild 3: entre zombis y elecciones cívicas
Rebuild 3: Gangs of Deadsville, de Northway Games, tiene una perspectiva distinta. Aquí, el apocalipsis llega en forma de plaga zombi, y nuestro objetivo es recuperar una ciudad, edificio a edificio, mientras gestionamos a un grupo de supervivientes. Aunque con estética sencilla y un sistema por turnos más cercano a la estrategia que al city building, este juego explora los lazos comunitarios y el ejercicio del liderazgo en momentos de crisis.


Rebuild 3: Gangs of Deadsville
Lo interesante es cómo las decisiones políticas influyen en el desarrollo. Podemos establecer un consejo, redactar leyes, firmar tratados o declarar la guerra a otras facciones. El enfoque es menos visual, pero más social: reconstruir una ciudad no es solo edificar estructuras, sino definir los valores que sostendrán esa nueva sociedad. La esperanza aquí no se encuentra en el hormigón, sino en la convivencia.
El trauma como mecánica de juego
Una característica compartida por estos city builders es que el trauma no es solo un fondo narrativo: es una mecánica central. El estrés de la población, la moral colectiva, el impacto de tus decisiones sobre la salud mental de los personajes… todo está presente. En Frostpunk, una decisión polémica puede provocar motines. En Rebuild 3, una política impopular puede hacer que tu gente te abandone. En Endzone, una sequía puede colapsar la moral de todo un pueblo.
Estas dinámicas hacen que el jugador no se limite a administrar recursos, sino que sea una figura responsable del bienestar emocional de los habitantes. Esto añade una capa de realismo psicológico que rara vez vemos en otros juegos del género.
Pese a todo, lo que los hace tan potentes es su retrato de la esperanza. En Frostpunk, puedes construir un faro para buscar nuevos supervivientes. En Endzone, los niños crecen, se educan y fundan nuevas generaciones. En Rebuild 3, puedes establecer una ciudad pacífica donde diferentes grupos convivan. La esperanza, en estos mundos devastados es una decisión consciente.
Más que nunca, estos juegos nos recuerdan que la reconstrucción no es inmediata ni sencilla, pero sí posible. Y, al igual que en la vida real, es un acto profundamente político y, sobre todo, colectivo.
Narrativas postapocalípticas en la era de la incertidumbre
Algunos juegos recientes están empezando a romper aún más con la visión tradicional del postapocalipsis. Terra Nil, por ejemplo, propone no reconstruir ciudades, sino restaurar ecosistemas destruidos. En lugar de gestionar personas, gestionas la naturaleza, invirtiendo la lógica habitual del género. Esta transición marca un giro importante: ya no solo hablamos de supervivencia humana.
El auge de estos city builders postapocalípticos no es casual. Vivimos tiempos de incertidumbre climática, tensiones globales y crisis migratorias. Estos juegos canalizan ansiedades reales en simulaciones controladas, permitiéndonos explorar escenarios de colapso desde una distancia segura.


Terra Nil
También nos invitan a imaginar nuevas formas de convivencia. En un mundo donde se repiten los discursos fatalistas, es refrescante encontrar juegos que, incluso tras un apocalipsis, nos dejen espacio para creer que podemos construir algo mejor. Aunque todo se haya derrumbado, aunque el cielo esté gris y el suelo contaminado, siempre queda la posibilidad de empezar de nuevo.
Al final, estos city builders no solo entretienen: invitan a pensar. Sobre liderazgo, sobre comunidad o sobre memoria colectiva. Nos obligan a tomar decisiones incómodas y a vivir con sus consecuencias. Nos enfrentan al colapso, sí, pero también nos enseñan que toda ruina guarda el mismo potencial que una semilla. Y en ese delicado equilibrio entre el horror y la esperanza, entre el pasado y lo que vendrá, se encuentra su verdadera fuerza narrativa.
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