E
l título del artículo es el subtítulo del libro de Alejandro Grimson, Los paisajes emocionales de la extrema derecha de masas, publicado en Argentina.
Necesitamos comprender lo que no podemos compartir
es la máxima antropológica en que se basa el libro, cuya tesis central es que el surgimiento de la extrema derecha de masas y su llegada a los gobiernos de varios países forma parte de una profunda transformación cultural que se ha ido gestando lentamente.
La forma predominante de pensar, sentir y ver el mundo ha cambiado. Ha surgido una sensibilidad con dimensiones globales, nacionales y locales.
Han surgido paisajes emocionales en casi toda América y Europa. Hemos entrado en una nueva era de fanatismo casi religioso. Al mismo tiempo, nunca ha habido una sociedad más individualista. La extrema derecha avanza, en parte, a través de los puntos ciegos de las fuerzas democráticas. El pensamiento binario sigue dominando estos espacios.
El libro está profundamente arraigado en la experiencia argentina, aunque sus reflexiones son válidas para todo el nuevo periodo histórico que vivimos. Con la pandemia se configuró otro panorama social. Paisajes afectivos en que el poder político está dominado por la tristeza, la desilusión y la frustración.
Hoy, gran parte de América y Europa están dominadas por formas de pensamiento fanático, un intenso resentimiento combinado con una ira que sigue creciendo. Una frustración que se canaliza cada vez más contra los inmigrantes, contra las diversas formas de género y contra la política, el gobierno y el Estado.
Algo profundo se ha roto en nuestras sociedades. El surgimiento y la consolidación de una extrema derecha de masas plantea la urgencia de un debate teórico y político.
Tres cuestiones emergen como esenciales: primero, la creciente desigualdad. Segundo, el cambio climático. Tercero, millones de personas apoyan con su voto a líderes autoritarios o antidemocráticos.
Se pueden plantear otras preguntas: ¿quién dijo que quienes votan por la extrema derecha sienten que han perdido dinero? ¿Quién dice que este es el criterio para emitir su voto? Creer que la gente vota en contra de sus intereses es síntoma de una forma errónea de percibir el mundo, llamada economicismo
, que sigue dominando gran parte del análisis social y político. Quizás el problema resida en nuestra visión.
Nada es más inútil que intentar comprender la política y sus dinámicas sin comprender las subjetividades, las sensibilidades, sus heterogeneidades y articulaciones.
La idea más extendida es que quienes votaron distinto a nosotros lo hicieron por falta de información o educación. Pero votan distinto porque piensan, razonan y sienten distinto. Votan distinto porque son distintos o se encuentran en un momento diferente.
El libro plantea las grandes preguntas cotidianas, en sus transformaciones y en nuestras percepciones. No las resuelve, pero las plantea, lo cual constituye un primer paso esencial para resolverlas.
El capítulo final es la aplicación de estos criterios a la situación argentina. Este es el capítulo mejor escrito y el texto que más nos ayuda a comprender la difícil y compleja situación argentina.
Hay cuestiones constitutivas de Argentina que nos permiten comprender mejor lo que ocurre en el país. La primera es la tensión típica entre la capital y las provincias. La segunda es el lenguaje de los grandes enfrentamientos, que es directamente político, no racial ni religioso, como en otros países.
En tercer lugar, se inauguró una era de violencia política sin precedente en el siglo XX. En cuarto lugar, la democracia argentina fue un éxito, pero el desarrollo económico y social fue una serie de fracasos. En quinto lugar, la existencia de un péndulo en las políticas macroeconómicas. Finalmente, el periodo desde 1976 ha sido el peor en la historia económica argentina.
La profunda tensión en el país está marcada por dos aspectos: por un lado, el profundo descontento económico y social; por otro, una historia que puso un límite preciso a la violencia política.
Argentina ha tenido dos épocas con dos consensos culturales hegemónicos opuestos. En la década de 1990, bajo el gobierno de Menem, el país creía tener relaciones carnales con Estados Unidos, con un peso convertible a un dólar. Entre 2003 y 2015, el énfasis se centró en el crecimiento, la distribución y la inclusión, reduciendo drásticamente la desigualdad y la pobreza.
El fracaso de los gobiernos progresistas exitosos generó un rechazo a políticos y partidos, lo que produjo un profundo cambio cultural. Por tanto, Milei no surgió de la nada. Es el resultado del surgimiento de una nueva configuración de sensibilidad y sus consecuencias políticas.
El crecimiento de la extrema derecha es un proceso global con especificidades nacionales. Existe una peculiaridad en el funcionamiento de estas emociones en el caso argentino. Existe un sentimiento de decadencia nacional, que provoca una frustración exacerbada.
Aproveché este clima, pero conducirá al país a una ruina aún peor.
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