Advertisement

La CNTE deja el Zócalo


E

s una equivocación del gobierno de Claudia Sheinbaum asumir que ha triunfado porque la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) se retira del Zócalo. La coordinadora mantiene su fuerza intacta y la rebelión se ha extendido por todo el país. Hoy está en manifestaciones contra la Ley del Issste en Hermosillo, Zacatecas, Mérida, Ciudad Juárez, San Luis Potosí, Valladolid, Fresnillo y en los estados de Jalisco, Morelos, Durango, Michoacán, Oaxaca y Chiapas. Además, gana fuerza porque, como dice su documento de partida, con su movimiento ha desenmascarado que la 4T no está del lado de los trabajadores.

Esta pequeña frase representa un mundo, un cambio de rumbo en la apreciación de un gobierno, cuyo efecto no es notorio de inmediato, pero es el comienzo de un paulatino y callado deterioro y, lo más importante, desde dentro, en el corazón del proceso educativo de una enorme masa de estudiantes y familias.

Con más de 30 millones de estudiantes y casi 2 millones de profesores, su valor es estratégico. Después de la Revolución de 1910, ha sido en la educación en la que se han generado muy importantes movimientos y, por eso, también las más fuertes y sangrientas represiones, a fuerza de repetirse, le han dado un tono antigobiernista. Además del 68 y el 10 de junio, el encarcelamiento y juicio contra más de mil estudiantes de la UNAM en 2000, los 43 desaparecidos de Ayotzinapa en 2014 y, como un goteo constante, el asesinato de estudiantes cada año e incluso en este 2025.

Los profesores que ahora regresan a sus estados, parafraseando a Adolfo Gilly, no son los mismos que llegaron al Zócalo en 2016 y en mayo pasado. Los primeros pudieron estar, durante meses, rodeados de policías militarizados, y los segundos marcaron su presencia con fuertes y masivas manifestaciones durante casi un mes: coparon terminales del aeropuerto, cercaron con sus tiendas y plásticos el Palacio y, también, mostraron su enojo profundo ante una ley injusta e indignante. Y el gobierno se ausentó no sólo de las calles, sino también de la mesa de negociación al declarar que no había nada más que discutir. Y se ausentó, además, porque sabía que lo peor sería reprimir. Y por ausente, perdió.

Es también una equivocación de las autoridades universitarias asumir que con dureza es posible prevenir el impacto que tiene en los estudiantes y trabajadores la presencia políticamente beligerante del magisterio. Lo ocurrido hace unos días en la UAM Xochimilco lo ilustra bien. De manera sorpresiva y aludiendo irregularidades tan graves como que se publicaran más ejemplares que los aprobados (!), las autoridades rectoría-División de Ciencias Sociales y Humanidades obligaron a renunciar a un trabajador (Miguel Ángel Hinojosa), quien durante 27 años y con sólo dos personas más venía publicando un promedio de 40 libros cada año (más que ninguna otra división de la UAM).

Con esto, las autoridades ”recuperaron” el control de un área que es importantísima, pues de ahí depende la publicación del trabajo de cientos de académicos. Pero el tono simbólicamente tan violento de esta recuperación (como si esa área se hubiera vuelto independiente) ha generado enojo y preocupación entre las y los profesores no sólo por el trato indigno a un compañero trabajador, egresado de la carrera de comunicación de la UAM, sino porque ha traído incertidumbre e incluso temor de represalias entre las y los docentes que han firmado cartas de apoyo y sin resultado se han entrevistado con dichas autoridades.

La incertidumbre y el temor se potencian aún más si se tiene en cuenta que en un documento que discretamente se distribuye entre trabajadores se hace un recuento de los despidos y abusos en esa división en los últimos meses. Algo que se interpreta –no sin razón– como un esfuerzo por acomodar fichas ante el proceso de elección de rector general (julio) y el de la unidad Xochimilco (noviembre). Una coyuntura que como nunca muestra la bancarrota que han sufrido las posibles candidatas a esos puestos (rectoras de Azcapotzalco e Iztapalapa) debido a su agresivo trato a estudiantes que mediante paros protestan por medidas unilaterales. Y las autoridades de Xochimilco que, con una excepción, habían asumido un notable tono conciliador, ahora se suman a la campaña hostil contra trabajadores y están generando un clima tan inhóspito que será muy costoso para la UAM, para su trabajo académico y su imagen ante la sociedad.

Perdido el rumbo y el carácter de faro reflexivo y de amplios horizontes de la universidad pública y autónoma, ahora queda la lucha encarnizada por el poder, con la agravante de que la designación de rector la hacen nueve personas y en secreto. Así, sin pretenderlo realmente, el movimiento magisterial ha contribuido, además de mostrar la pobreza de los pequeños grandes intereses gubernamentales (no perturbar al capital), también los de las autoridades de las instituciones (ganar puestos).

*UAM-X



Source link

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *