Beijing anunció que ha aprobado algunas solicitudes para la exportación de tierras raras, un movimiento que podría aliviar tensiones antes de las negociaciones comerciales entre Estados Unidos y China la próxima semana.
El Ministerio de Comercio chino confirmó la aprobación de las solicitudes sin especificar qué países o industrias fueron cubiertos, aunque señaló la creciente demanda de estos minerales en robótica y vehículos eléctricos.
Según un comunicado emitido el sábado, el Ministerio continuará revisando y aprobando solicitudes de exportación que cumplan con los requisitos.
La confirmación llega pocos días después de una conversación entre los presidentes de Estados Unidos y China, tras la cual Donald Trump afirmó que “ya no debería haber dudas sobre la complejidad de los productos de tierras raras”.
Reunión entre EU y China en Londres
Delegaciones de Beijing y Washington tienen programado reunirse en el Reino Unido para llevar a cabo negociaciones comerciales este lunes.
Según un reporte de Reuters del viernes, China otorgó licencias de exportación temporales a proveedores de tierras raras de los tres principales fabricantes de automóviles de Estados Unidos.
Además, el ministerio de comercio señaló anteriormente el sábado que acelerará las aprobaciones para exportadores calificados de tierras raras hacia Europa.
Acuerdo de tierras raras de china
Desde el 2 de abril, en el marco de la escalada arancelaria con Estados Unidos, Beijing impuso un nuevo régimen de licencias que obliga a las firmas extranjeras a solicitar permisos para exportar 7 de los 17 minerales del grupo de tierras raras (samario, gadolinio, terbio, disprosio, lutecio, escandio e itrio) e imanes derivados, aduciendo motivos de seguridad nacional.

Los controles son especialmente dañinos para los sectores que más necesitan estos materiales, porque China concentra cerca del 49 por ciento de las reservas mundiales y procesó el 99 por ciento de las tierras raras pesadas utilizadas en 2024.
Diversos analistas consideran que la situación ha generado un “cuello de botella burocrático” provocado por un “volumen enorme de solicitudes que están siendo gestionadas por un número muy reducido de funcionarios, lo que ralentiza inevitablemente el proceso”.
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