Todos sabemos que Riot Games no se conforma con reinar en los eSports; también quiere dominar las estanterías de las librerías. La expansión del universo de League of Legends a través de cómics no es solo una maniobra comercial, como podría parecer.
Es una apuesta por explorar en profundidad las motivaciones, traumas y dilemas morales de algunos de sus campeones más queridos. Desde el gélido corazón de Freljord hasta la misteriosa Demacia, estas pequeñas novelas gráficas han conseguido que personajes como Ashe, Zed o Lux trasciendan sus habilidades en el campo de batalla para convertirse en figuras trágicas y complejas. Vamos a hablar de algunas de ellas.
El salto del píxel a la viñeta
Cada cómic es una puerta a los rincones más íntimos de Runaterra, un mundo que hasta ahora solo podíamos intuir en partidas y cinemáticas, dejando a un lado Arcane, claro. Lo que comenzó como lore secundario y algo difuso en las páginas de los perfiles de campeón se ha convertido en tramas súper completas, cuidadosamente escritas y editadas, con colaboración directa de Marvel Comics. No nos engañemos, algo de estrategia hay detrás; Riot no solo diseñó estos cómics para los fans más fans, sino también como vía de entrada para nuevos lectores que buscan una historia de fantasía bien escrita.
La hija de la guerra


La historia de Ashe fue la primera incursión de Riot en el cómic y de alguna manera marcó el tono para lo que vendría después. Con guion de Odin “WAAARGHbobo” Shafer —uno de los principales responsables del lore de League of Legends— y arte de Nina Vakueva, Ashe: Warmother trata sobre el difícil camino de una joven líder marcada por el peso del legado de su madre y el hielo que gobierna Freljord.
Este cómic nos lanza preguntas sobre liderazgo, destino y pertenencia. ¿Puede Ashe, aún dudando de sí misma, cumplir con la profecía de unificar su tierra? La verdad es que la de Ashe es un pedazo de historia. El uso de esos paisajes helados y la paleta de colores fríos no solo le aporta un ambiente brutal, sino que refuerza el aislamiento emocional que sufre la propia Ashe. De alguna manera, esta apuesta visual de Riot convierte cada página en una extensión simbólica del conflicto interior de Ashe.
Zed, por su parte, representa una vuelta a la tortilla de la narrativa heroica: un personaje que se enfrenta a sus propios actos y errores. En su cómic, escrito por Greg Keyes y con arte de Sherwin Schwartzrock, se explora la historia del maestro de las sombras mucho antes de convertirse en el asesino despiadado que todos conocemos.
La narración está centrada en su juventud, su vínculo roto con Shen y su cada vez mayor obsesión con el poder. La ambientación de Jonia, con esa estética oriental y espiritual tan característica, refuerza el tema del conflicto entre tradición y ruptura. Lo más interesante aquí es cómo el cómic consigue humanizar a un personaje que, dentro del juego, parece actuar movido totalmente por la violencia. Aprendemos que Zed no solo mata; también duda, sufre y se justifica. Y eso lo hace más real.
Entre el deber y la verdad


En contraste con la historia de Zed, Lux se presenta como una heroína trágica atrapada entre dos mundos: el poder que debe ocultar y el que quiere liberar. Este cómic, escrito también por Greg Keyes y dibujado por Billy Tan, se adentra en la compleja sociedad demaciana, donde la magia es perseguida pese a ser, irónicamente, el mayor don de Lux.
El conflicto de Lux es interno, pero también político. Su amistad con Sylas, un prisionero mágico radicalizado, marca el punto de inflexión de su evolución. ¿Debería seguir las reglas de su familia y su nación, o abrazar la revolución que siente cada vez más fuerte en su interior? La construcción de su arco narrativo nos enseña cómo el género del cómic puede explorar de una forma madura cuestiones relacionadas con la libertad, la opresión y la responsabilidad personal.
Arquetipos que evolucionan
Aunque las historias de Ashe, Zed y Lux nacen de arquetipos claros —la heroína destinada, el anti-héroe torturado y la joven idealista—, sus comics la verdad esque cumplen con creces las expectativas. En el desarrollo de estos personajes, Riot demuestra que sabe jugar con las convenciones narrativas para darle capas y capas de complejidad. No se trata solo de buenos contra malos, sino de decisiones difíciles, contradicciones morales y consecuencias que se mantienen en el tiempo.
Este tipo de enfoque narrativo conecta muy bien emocionalmente con los lectores, más allá del juego. Porque todos, de algún modo, hemos sentido el peso de las expectativas como Ashe, hemos querido rebelarnos como Zed o nos hemos visto atrapados entre lo que somos y lo que esperan de nosotros, como Lux.
Un lenguaje visual potente
Una de mis partes favoritas de estos cómics es su calidad artística, que va mucho más allá de lo estético. Cada color que escogen, cada encuadre e incluso cada expresión facial refuerza los temas que se tratan en la historia. Las escenas de acción están perfectamente coreografiadas, pero para mi son los momentos íntimos —una mirada, una decisión, un gesto de duda— los que realmente se quedan con el lector.
Riot ha cuidado cada viñeta como una pequeña obra de arte, sabiendo que, en la narrativa visual, el silencio puede ser tan poderoso como las palabras.


Hay que decir que los tres cómics no son historias aisladas, sino piezas de un mismo puzzle narrativo. En ellos se cruzan referencias, lugares y personajes, sentando las bases de lo que podría ser una posible expansión todavía más ambiciosa del universo Runaterra en papel. Este enfoque refuerza la experiencia de los lectores que ya conocen el mundo del juego, pero también engancha a quienes se acercan por primera vez.
Así, se cumple uno de los mayores logros de Riot en esta aventura editorial: construir un universo transmedia coherente y emocionante. Cada medio aporta una nueva capa a los personajes, obviamente sin repetirse ni contradecirse, lo que demuestra que tienen una planificación narrativa a largo plazo muy bien organizada.
Más allá del fanservice
Uno de los temores habituales cuando una compañía de videojuegos lanza productos editoriales es el riesgo de que se limiten al fanservice, pero estos cómics no caen en esa trampa. Aunque están claramente pensados para los fans, funcionan por sí mismos como relatos sólidos, con sus propios giros, conflictos y mensajes.
Esa independencia narrativa es clave para su valor cultural y literario. No son simples productos de merchandising o algo similar, sino obras que pueden analizarse desde la teoría narrativa, el análisis del héroe, los arquetipos o incluso la filosofía del poder—que se note que he estudiado cine.
Los cómics de Riot Games han conseguido lo que muchos intentan y pocos logran: dar profundidad real a un universo ficticio sin perder la esencia de su origen. Ashe, Zed y Lux ya no son solo campeones de un juego; son personajes con alma, historia y conflicto.
Y en ese viaje de las teclas a las páginas, Riot ha demostrado que la narrativa transmedia no es solo una tendencia, sino una oportunidad para contar mejor las cosas. Porque, al final, da igual si peleas en la Grieta o si hojeas un cómic en el sofá: lo que nos atrapa es una buena historia.
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