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…Y si te tumban, hay que volver a levantarse


Alberto Aceves y Emir Olivares

 

Periódico La Jornada
Lunes 7 de abril de 2025, p. a10

El boxeo alienta la imaginación de pequeños y grandes peleadores. A los campeones que suben al cuadrilátero se les justifica que estén orgullosos de levantar la guardia, mover las piernas con agilidad, evitar el nocaut, ganarse la vida en una pelea de campeonato. Miles de personas imaginaron ayer en la explanada del Zócalo uno de esos legendarios combates. Durante más de 60 minutos abrigaron la esperanza de derribar a rivales una y otra vez, como tantas veces lo hizo el campeón Julio César Chávez, en la Clase Nacional de Boxeo más grande del mundo.

En enlaces, videos y fotografías todo se tornó más rápidamente en historia a los ojos de los asistentes, incluso a veces en arte. El tiempo fue el adversario invisible. ¿Están listos para cerrar?, preguntó la leyenda del pugilismo mexicano, alegre, hiperactivo y dentro de su espacio sagrado, mientras una multitud lanzaba gritos de júbilo, jabs, ganchos al hígado, uppers, todo el repertorio que guarda el sonorense en su memoria. Ahora un minuto sin parar, es el cierre. Derecha, izquierda, uno-dos, uno-dos. Sus métodos de entrenamiento se concentran todavía en el combate que está por venir, en el boxeo como metáfora de la vida.

El ganador somos todos

La vida a veces consiste en levantarse, en no rendirse y, si te tumban, en volver a estar de pie, aportó a la complicidad de esa metáfora el ex peleador amateur Jaime Terán, perdido entre la multitud con gafas oscuras, sombrero, un par de guantes y el álbum de recortes en el que atesora peleas de Mantequilla Nápoles, Ultiminio Ramos, Lalo Guerrero y Ana María La Guerrera Torres. “Vi pasar al Púas (Olivares), a Pipino Cuevas, El Toluco López; pero luego, por saber meter las manos, me aventé un tiro en la Ricardo Flores Magón –localidad del municipio de Naucalpan de Juárez, estado de México– y me dieron cinco balazos. Por eso dicen que el boxeo es una metáfora de la vida”.

Los gladiadores en el circuito amateur nunca pelean más de tres rounds, y, para la mayoría, esos nueve minutos son agotadores.

Muchas mujeres desafiaron esa dimensión del tiempo bajo un calor sofocante. Abuelas, madres, pequeñas deportistas que dibujaron con sus movimientos el golpe de gracia que habrían de dar para acabar con su adversario. “Ahora dos upper y un gancho, pam, pam y pam”, alentó la campeona minimosca Jessica Nery Plata, como otros grandes maestros que estuvieron en el Zócalo –Púas Olivares, Mano de Piedra Durán, Carlos Zárate, Irma García, Humberto Chiquita González y Marco Barrera, entre otros– y en las principales plazas de las 32 entidades de la República.

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▲ La clase nacional de boxeo en la Ciudad de México reunió a participantes con la guardia arriba contra la violencia y las adicciones.Foto Cristina Rodríguez y Alberto Aceves

Desde que salí hace dos meses del reclusorio, el boxeo me sacó de un hoyo en el que varias veces estuve cerca de la muerte, relató Israel Ibarra Palafox, con las dos manos vendadas y en constante movimiento como si estuviera a punto de golpear un costal. Ahora voy al sicólogo, hago pruebas antidoping, entreno y por fin pude dejar las drogas. Este deporte me ha dado un motivo para seguir viviendo y ser una mejor persona.

Vista desde el balcón de cualquier edificio cercano, la Plaza de la Constitución fue un mosaico gigante formado por 42 mil personas, según cifras oficiales, con camisetas verde, blanco y rojo, los colores de la bandera nacional. Dos pantallas gigantes ubicadas a un costado del templete principal –donde la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo indicó el inicio de la actividad deportiva al afirmar: México dice no a la violencia y las adicciones y, en cambio, sí a la educación, al deporte, a la paz y al amor–- mostraron de manera simultánea aspectos de la clase de boxeo en cada entidad del país.

“El deporte es algo maravilloso, ojalá que nos lleve juntos a la paz que tanto queremos, a tener más tranquilidad. Nunca había visto a tantos campeones. Ahí está Chávez, Púas, Mano de Piedra, esos sí eran boxeadores de a de veras”, afirmó asombrado el señor José Espino, madrugador como otros tantos aficionados al deporte de los puños que se dieron cita frente a la Catedral Metropolitana desde las 5 o 6 de la mañana. A su alrededor, sólo quedaron aquellos que llegaron a la primera fila: mujeres de la tercera edad, hombres en muletas o personas con discapacidad, perros callejeros, niños, entrenadoras y encargados de la seguridad.

Si el boxeo es más afín a la danza o a la música, el de ayer fue el gran baile de los campeones para acercar a los jóvenes a este deporte y alejarlos de las drogas.



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