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La última masacre en Culiacán: “No nos mataron a todos porque se les entrampó el rifle”


El director llegó y dijo, “somos gente de Dios, somos gente de Dios”, pero eso no bastó y los criminales, que habían ido a buscar a un tal “pelón” –al menos eso dijeron– dispararon contra todos ellos, los internos de un centro de rehabilitación. Ocurrió en la madrugada de este lunes en Culiacán, la capital de Sinaloa. Los criminales mataron al menos a nueve internos y dejaron otros tantos heridos. Es el último evento de la guerra en Sinaloa, que enfrenta, desde septiembre, a facciones del Cartel del Pacífico, la que comandan los hijos de Ismael El Mayo Zambada, contra la que dirigen los vástagos de Joaquín El Chapo Guzmán.

No está claro cuál de los dos grupos atacó, o si alguna de las víctimas tenía algo que ver con el grupo contrario. Ha sido la norma estos meses, los muertos cayendo a balazos, sin que quede claro por qué los atacaron, quién lo hizo. Testimonios de supervivientes de este último ataque, como el mencionado arriba, recogidos por reporteros locales, señalan que hombres armados llegaron al centro en la madrugada. Tumbaron los portones a golpes y obligaron a todos los internos a bajar a la planta de abajo. Uno de los entrevistados dice que buscaban a un tal “pelón”, otro, que buscaban a gente de El Mayo.

Sea como fuera, dispararon a discreción y, como ha dicho un superviviente, “no nos mataron a todos porque se les entrampó el rifle”. Esta misma persona, de playera a rayas horizontales, ha añadido que había alrededor de 20 personas viviendo en el centro de rehabilitación. Y ha añadido: “Bendito Dios, porque un señor que mataron es pelón, de 56 años, y yo estoy pelón, y tengo 58 (…) Bendito Dios, que estamos vivos algunos. De los heridos, dos de ellos estaban muy malheridos. Ya de esta, ya me voy de aquí”.

La guerra arrecia en la capital, escenario principal de la batalla estos meses. Allí han caído la mayoría de las más de 1.000 personas asesinadas desde el 9 de septiembre, fecha del inicio de las hostilidades entre ambos grupos. De allí han desaparecido la mayoría de las más de 700 personas ausentes desde entonces, caídas en las garras de uno u otro grupo. Los esfuerzos de las corporaciones de seguridad federales se han centrado en Sinaloa estos meses, operativos que han dejado más de 600 detenidos, algunos de gran importancia. Pero en materia de violencia homicida, poco ha importado: los asesinatos siguen ocurriendo.

Fachada del centro de rehabilitación 'Shaddai' en Culiacán, Sinaloa.

Lejos queda ya aquel 9 de septiembre, más lejos aún, el pecado original, la detención de El Mayo Zambada, que rompió el equilibrio entre facciones, dedicadas principalmente al tráfico internacional de drogas, sobre todo fentanilo y metanfetamina. Ocurrió el 27 de julio. Entonces, el ahijado de El Mayo, hijo además de El Chapo Guzmán, Joaquín Guzmán López, engañó supuestamente al primero para llevarlo ante las autoridades de Estados Unidos, grandes perseguidores de El Mayo desde hace años.

Guzmán López, uno de los cuatro hijos de El Chapo supuestamente dedicados al narcotráfico, junto al mayor, Iván Archivaldo, su segundo, Jesús Alfredo, y el tercero, Ovidio Guzmán, ya por entonces detenido al norte del Río Bravo, atrajo a El Mayo a una reunión en Culiacán, con la excusa de mediar en un conflicto político. Según contó Zambada más tarde en una carta, los secuaces de su ahijado lo secuestraron, lo metieron en una avioneta y lo llevaron al otro lado de la frontera, donde autoridades de EE UU lo detuvieron.

Durante algunas semanas, pareció que la supuesta traición del grupo de los hijos de El Chapo, conocidos como Los Chapitos, no generaba venganza alguna. Pero un mes después empezó la batalla, con persecuciones y balaceras en Culiacán, y cadáveres abandonados en calles y avenidas. Los asesinatos, que apenas llegaban a 50 cada mes en el Estado, se triplicaron, situación que se ha mantenido estos meses, con pequeñas reducciones en febrero y marzo.

Resulta un enigma el ataque, ahora, contra internos del centro de rehabilitación, aunque es verdad que, en el contexto de la guerra, ya se han dado situaciones parecidas. En diciembre, en Mazatlán, criminales incendiaron una instalación de este tipo, dejando 18 heridos, algunos de ellos graves. También en diciembre, delincuentes acudieron a cinco centros de este tipo en la ciudad costera y reclutaron a 31 internos para integrarse a sus filas. La secretaria de seguridad estatal aseguró entonces que los reclutados se habían ido voluntariamente. La corporación estatal no aportó prueba alguna de sus dichos.



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