A
ctual secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), Alfonso Cepeda Salas, apodado El Gato, pasó de ser un modesto profesor de banquillo a un acaudalado senador. No imparte clases frente a grupo, al menos desde 1983, cuando fue nombrado secretario de Trabajo y Conflictos del Nivel Superior de la sección 38, en Coahuila, por casi seis años. Desde entonces ha saltado sin interrupción de comisión sindical en comisión sindical.
Cepeda llegó a la dirección nacional del gremio en 2018, como resultado de un pleito entre caciques sindicales. Detenida en 2013, Elba Esther Gordillo fue absuelta de lavado de dinero y delincuencia organizada, y liberada el 8 de agosto de 2018. Estrechamente ligada a Esteban Moctezuma, quien sería el primer secretario de Educación de la 4T, exigió venganza contra el Judas que la traicionó: Juan Díaz de la Torre. Su reclamo de revancha le fue concedido. El 22 de noviembre de ese año, en el 47 consejo nacional, Díaz de la Torre solicitó licencia definitiva como dirigente nacional del SNTE, y puso pies en polvorosa
rumbo a Miami.
No todas sus solicitudes fueron concedidas a la maestra. A pesar de que se soñaba con regresar a liderear a los docentes como en otros tiempos, se quedó con las ganas de hacerlo. Alfonso Cepeda, uno de los principales operadores financieros de Díaz de la Torre, fue designado para quedar al frente del sindicato.
Su nombramiento fue también una felonía: creció a la sombra de Gordillo. Operador vitalicio en las catacumbas del SNTE, capo de los cadeneros de los antros de La Laguna que sirven de grupo de choque contra la disidencia magisterial, tiene en sus cuestionados negocios sanitarios en Coahuila y Nuevo León, un talón de Aquiles que lo vuelve proclive a la docilidad y mansedumbre gremial.
Lo suyo no es la lealtad. Pese a apoyar en la campaña presidencial de 2018 a José Antonio Meade, servir a lo largo de años a las iniciativas políticas de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, al PRI, al PAN y a Nueva Alianza, y apoyar activamente la reforma educativa del Pacto por México, no tuvo empacho en proclamar que el sindicato eran los soldados intelectuales de la 4T. En 2024, Morena lo hizo senador, se acaba de inscribir a ese partido y, en un viaje a través del túnel del tiempo al más cerril corporativismo, ofreció afiliar a ese instituto a 5 millones y medio de maestros y sus familias, regalando para ello 6 mil tabletas.
Cepeda está al frente del SNTE de manera ilegal. Terminó su interinato en febrero de 2024. Solicitó a su consejo nacional una extensión de su mandato hasta noviembre de ese año. La fecha ya pasó y, desde entonces, funge de secretario general irregularmente. No sólo es un dirigente charro, sino un charro al que se le pasó su periodo estatutario. Todo parece indicar que piensa convocar a un recambio del comité nacional hasta 2027.
De tres años a la fecha, en el SNTE se echó a caminar una democracia de mentiras (obviamente nunca ha sido verdadera). La gremial tiene 61 secciones. En 56, la mayoría fuera de las fechas establecidas, se realizaron elecciones
. Sin embargo, es la dirección nacional la que controla los órganos electorales, del padrón, de las convocatorias, de la instalación de casillas, del conteo de votos, de las finanzas y de atender
las impugnaciones. Es juez y parte. La contienda es absolutamente inequitativa y tramposa. Los profesores han exigido siempre nuevo reglalmento y estatutos democráticos, al margen del SNTE.
Pese a la farsa electoral (o precisamente por ella), la mitad de los trabajadores de la educación no votan. Y, de la mitad restante que sí sufraga en los comicios seccionales, 77 por ciento lo hace por planillas contrarias a la oficial. Esto es, sólo 23 por ciento vota por la planilla de los institucionales. Esto significa que el apoyo real de las fuerzas de Cepeda, es de apenas 11.5 por ciento de los maestros sindicalizados. Un resultado absolutamente catastrófico.
Enfrentados a El Gato, los miles de maestros que integran la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) tienen una capacidad de movilización y presión mucho mayor que la de él. Son como un fuelle que se expande y contrae, más allá de su representación formal, dependiendo de las coyunturas.
Pero, además, Cepeda ha generado un gran malestar dentro de muchos liderazgos institucionales. En el pasado, se daba a los dirigentes seccionales un conjunto de prestaciones (hojas de crédito) para que las manejaran. Ya no lo hace. Su política es que los que ya fueron, ya fueron
. Su cuota de regalos, vehículos y fiestas se ha encogido dramáticamente. Y figuras como su paisano Carlos Moreira, traen una fuerte bronca con él.
Hace casi un año, El Norte y Vanguardia documentaron una trama mafiosa en que una red de empresas encabezadas por el hijo del líder hacen negocios subrogando servicios médicos multimillonarios en Coahuila y Nuevo León. Entre los integrados a la familia Cepeda están: Alheira Medicina Avanzada; Alheria Servicios Hospitalarios; Alherira Servicios Operativos; Sistema Operativo Hospitalario; Médica Integralis; Cevisal Integral y Albora Grupos Empresarial de Capital Humano.
El Gato es como un pequeño rey sindical venido a menos. Un charro sindical en la peor tradición de Jesús Robles Martínez, Carlos Jonguitud Barrios y Elba Esther Gordillo. Apuntalado desde el poder, ha sido incapaz de contener el descontento magisterial con la ley del ISSSTE de 2007, que él avaló como coordinador del Colegiado Nacional de Organización del SNTE (cargo que ocupó entre 2004 y 2011). Cada día, su castillo de naipes se desmorona. Sobre él, se cierne la sombra de una doble traición. Pero, sobre todo, el desprecio de cientos de miles de maestros.
X: @lhan55
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