Desde la revolución industrial, si no es que antes, a los trabajadores les ha preocupado ser sustituidos por máquinas.
Pero cuando la tecnología transformó la fabricación de automóviles, el empaquetado de carne e incluso el trabajo secretarial, la reacción común no fue recortar los empleos y reducir el número de trabajadores. Fue “degradar” los puestos de trabajo, dividiéndolos en tareas más sencillas que podían repetirse a gran velocidad. Los pequeños talleres de mecánicos especializados dieron paso a cientos de trabajadores repartidos a lo largo de una cadena de montaje. La secretaria personal dio paso a grupos de mecanógrafas y capturistas de datos.
Los trabajadores “se quejaban de la aceleración, la intensificación y la degradación del trabajo”, describió el historiador laboral Jason Resnikoff.
Algo parecido parece estar ocurriendo con la inteligencia artificial en una de las áreas en las que más se ha adoptado: la codificación.
A medida que la IA se extiende por la fuerza laboral, muchos trabajadores de cuello blanco han expresado su preocupación por que esta conduzca al desempleo masivo. Sin embargo, aunque el desempleo ha aumentado y los despidos generalizados podrían llegar en algún momento, el inconveniente más inmediato para los ingenieros de software parece ser un cambio en la calidad de su trabajo. Algunos dicen que se está volviendo más rutinario, menos reflexivo y, sobre todo, mucho más acelerado.
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