Si caminas por la calle de Madero, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, en el cruce con la calle Motolinía te encontrarás con un león. Al menos, con su cabeza. Se trata de un mascarón de piedra labrada con la forma de la cara y la melena de de un león, empotrada en el edificio a unos 2 metros desde el suelo. Esa fue la altura que alcanzó el agua en una de las inundaciones más graves que sufrió la Ciudad de México; tan devastadora, que solo un pedazo de tierra se mantuvo seco, la isla de los perros.
Cuentan las crónicas de la época que a mediados de septiembre de 1629, una terrible lluvia se dejó caer sin parar sobre la Ciudad de México. Por aquellos años, la ciudad se concentraba en el espacio que alguna vez ocupó el islote de Tenochtitlan, Tlatelolco y algunas extensiones de tierra ganadas al lago hacia el poniente. En un mapa de 1628 es posible apreciar cómo más allá de esos límites se extendían los lagos de Texcoco, Chalco y Xochimilco, rodeados de cerros.
Fueron esas condiciones las que condenaron a la ciudad que los españoles llevaban más de 100 años habitando. Recién culminada la conquista de Tenochtitlan, en 1521, Hernán Cortés se enfrentó a la decisión de dónde construir la nueva ciudad; una opción era en Coyoacán, donde había decidido vivir por un tiempo, y la otra era edificarla en el antiguo islote sobre las ruinas de la ciudad mexica.
A pesar de los riesgos de padecer los daños ocasionados por inundaciones en la época de lluvia, al estar rodeada de agua no solo de los lagos, sino también de las acequias que la atravesaban, Cortés decidió que la nueva ciudad española se construiría en el mismo lugar donde estuvo la capital del imperio mexica.

36 horas de lluvia que sumergieron a la ciudad
Ya desde entonces el agua era una preocupación, a la que no se le encontró otra solución más que desalojarla de la cuenca donde geográficamente se ubica la Ciudad de México. En 1607, el cosmógrafo francés Enrico Martínez presentó un proyecto para construir un tajo o socavón en la zona de Nochistongo, actual municipio de Huehuetoca, Estado de México. Esta enorme zanja tenía el objetivo de conducir las aguas del lago de Zumpango hacia el Río Tula; sin embargo, pronto quedó en evidencia que esa solución no sería suficiente para evitar una catástrofe.
Debido a los altos costos que implicaba, la obra fue suspendida en 1623. Seis años después, entre el 21 y el 22 de septiembre las lluvias no tuvieron clemencia. Durante más de 36 horas las precipitaciones elevaron el nivel de los lagos y las acequias; el agua inundó la ciudad hasta 2 metros sobre el nivel del suelo. Nada se salvó de quedar bajo el agua, con excepción de un pedazo de tierra alrededor de la plaza mayor (hoy el Zócalo capitalino); hasta ahí llegaban como podían los perros para ponerse a salvo. Días después, a ese lugar se le conoció como la isla de los perros.
5 años bajo el agua
Según la crónicas, la gran inundación de 1629 ocasionó cientos de muertes. Los más pobres sufrieron el colapso de sus chozas y jacales, mientras los más adinerados encontraron refugio en los pisos altos de las pocas casas que los tenían. La orgullosa Ciudad de México que Hernán Cortés había fundado sobre lo poco que quedó de Tenochtitlan quedó bajo el agua durante 5 años, hasta que una época de sequía en 1634 acabó con ella.
El historiador Bernardo García Martínez, miembro de El Colegio de México, estimó que tal vez murieron 30,000 personas en aquella terrible inundación, la mayoría a consecuencia de enfermedades asociadas a la escasez y carestía de alimentos, así como al entorno lodoso e insalubre, y de los cerca de 150,000 habitantes que podría haber tenido, al menos 50,000 habrían emigrado a otros lugares a causa de los estragos ocasionados por el desastre.
Estas cifras, como aclaró el investigador en un texto publicado en la revista Arqueología Mexicana, son solo estimaciones ya que no hay estadísticas precisas al respecto; sin embargo, nos dan una idea de lo grave que fue para la población de aquél entonces una lluvia tan fuerte que en menos de dos días logró someter a todos los habitantes de una ciudad por más de 5 años. A todos, menos a los perros.
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