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Arancel al acero y gravamen a remesas, la lucha por revertirlos


N

uevamente los aranceles son noticia mundial, con la unilateral decisión del gobierno de Estados Unidos de elevar ahora, a partir del 4 de junio, los aranceles a la importación del acero y el aluminio de 25 a 50 por ciento, una medida proteccionista que afecta a varios países exportadores, pero especialmente a sus propios socios comerciales, México y Canadá.

Esta decisión es injusta para quienes han hecho equipo por años para mantener el liderazgo de la primera economía del mundo, y es también del tipo que en la teoría de juegos se llama de perder-perder, pues finalmente en el corto o mediano plazos pierden todos los actores, incluido el que aplica esas políticas retrógradas al elevar los costos de producción, incentivar la inflación, enfriar la economía y reducir el volumen del PIB global.

El país que creció bajo el paradigma de las libertades, comenzando por la de comercio, es hoy el principal agente del proteccionismo comercial y la principal fuente de incertidumbre en la economía mundial, lo que ha reducido las expectativas de crecimiento global en todas las corredurías y agencias especializadas, comenzando por la amenaza de recesión en Estados Unidos. En lugar de hacerlo grande otra vez, el efecto, advierten, podría ser el opuesto.

Para el Financial Times, la nueva tasa eleva los costos totales esperados de las importaciones a 104 mil millones de dólares, aproximadamente el doble del impacto de 51 mil 400 millones antes de que Trump introdujera originalmente un gravamen de 25 por ciento en marzo. Es decir, los consumidores estadunidenses ahora tendrán que pagar mucho más que antes de la imposición de los gravámenes.

Del otro lado, los nuevos aranceles estadunidenses podrían resultar en pérdidas de exportación de hasta 2 mil millones de dólares para el sector de metales en Canadá durante el resto de este año y de mil millones para México, según la consultoría Allianz Research.

Al mismo tiempo, continúa la lucha de parlamentarismo diplomático de un equipo plural de legisladores mexicanos para cabildear y eliminar el regresivo –y contrario a los derechos humanos– impuesto especial a las remesas de los inmigrantes, trabajadores indocumentados o regulares, una medida a todas luces discriminatoria, pues no se aplica a los ciudadanos estadunidenses, o cuando menos ellos tienen el modo de recuperar el impuesto.

Pero vayamos por partes, en relación con la descomunal elevación del arancel al acero y el aluminio, lo primero que hay que decir es que, para Estados Unidos, México representa su tercer proveedor de acero, con una cuota de 12.8 por ciento. Canadá encabeza el ranking con 22.7, seguido de Brasil con 15.5. En 2024, México exportó 16 mil 78 millones de dólares en acero y aluminio, según datos oficiales del Banco de México. De ese total, 13 mil 383 millones correspondieron a acero y 2 mil 695 a aluminio.

El nuevo arancel, primero de 0 a 25 por ciento y luego de 25 a 50, es totalmente incompatible con el espíritu del tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá, el T-MEC. Y no se trata sólo de materias primas, la medida también afecta a productos con contenido metálico como autopartes, electrodomésticos y electrónicos.

No sólo es contrario al T-MEC, sino que no tiene ninguna lógica económica, no busca revertir ningún déficit por parte de nuestro socio comercial, pues Estados Unidos ya registra un superávit de 4 mil millones de dólares en su balanza comercial de acero frente a México, es decir, ya de por sí nuestro país compra más de lo que vende de ese metal y sus derivados.

Es una asimetría inaceptable, como ha señalado la Cámara Nacional del Acero (Canacero), ya que mientras las exportaciones mexicanas caen, las estadunidenses cruzan al sur sin freno. Es un desequilibrio, advierte, que pone en riesgo cerca de 700 mil empleos directos e indirectos ligados a la cadena siderúrgica.

Por eso, es más que necesaria y explicable la lucha del gobierno mexicano por revertir esa medida. Inaplicar a nuestro país el arancel al acero y al aluminio, como ya se hizo con Gran Bretaña, país con el que no se tiene el mismo nivel de relación y sinergia comercial que con el nuestro. Una batalla que amerita toda la unidad y solidaridad de los mexicanos, de todas las fuerzas políticas, no el demeritamiento y socavación de ese esfuerzo.

Como también se precisa unidad en torno a la lucha para que el gravamen especial a las remesas no se apruebe en el Senado estadunidense, una lucha común del gobierno y de un grupo plural de legisladores ya consiguió que el gravamen se redujera en la cámara de representantes de 5 a 3.5 por ciento; ahora se busca eliminarlo por completo, por lo que han habido reuniones con legisladores de ambos partidos, el Demócrata y el Republicano.

Es una tentativa de impuesto ilegal e inequitativo, pues se estaría incurriendo en una doble tributación: los inmigrantes ya pagan el impuesto al ingreso, el impuesto al consumo y los gravámenes por diversos servicios, los cuales no reciben en los mismos términos que los ciudadanos locales.

En suma, sólo el trabajo conjunto del gobierno y el Congreso de México, más el de las cámaras empresariales y la solidaridad de los mexicanos, podrá hacer frente a la embestida de la derecha estadunidense y la zozobra que hoy viven los mercados mundiales.

Defendamos la industria nacional del acero y el aluminio, y defendamos, sobre todo, la economía de nuestros hermanos migrantes, y sus familias en sus comunidades de origen.



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