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cuando los nazis cambiaron de piel


U

no. A escasos años de la liberación del campo de Auschwitz por los soviéticos y la derrota militar de la Alemania nazi (27 de enero y 9 de mayo de 1945), los sionistas pegaron un golpe de mano en Tel Aviv y, unilateralmente, proclamaron la independencia de un placebo geopolítico: Israel (14/5/1948). El acto tuvo lugar en el museo de la ciudad, horas antes de que expirara el mandato británico sobre Palestina (1922-48), milenaria tierra de origen cananeo.

Dos. Según documentos ventilados en 2013 por el Archivo Estatal de Israel, el nombre de la entidad fue un punto arduamente debatido: ¿Judea o Sion (Jerusalén)?, ¿Palestina o Israel? Los primeros fueron rechazados porque en el plan de partición de la ONU (29/11/1947, resolución 181), quedaban fuera de la parte judía. Y el tercero ídem, pues a pesar de que para el sionismo Palestina era la patria histórica de los judíos (sic), el gentilicio causaría confusión en caso de ser adoptado por la parte árabe. Así, el líder sionista David Ben Gurion propuso votar y el nombre de Israel fue aprobado por mayoría simple (6-3).

Tres. La declaración final (664 palabras, apenas), fue redactada por Ben Gurion, quien introdujo referencias a Dios, la Torá, los profetas y ninguna a la democracia. El documento fue suscrito por 37 judíos extranjeros (socialistas, comunistas, capitalistas, rabinos y otros), de los que sólo uno había nacido en Palestina.

Cuatro. En sus memorias, el presidente Harry Truman escribió que durante la partición “no sólo hubo movimientos de presión en torno a Naciones Unidas como nunca se había visto allí, sino que también la Casa Blanca fue sometida a un bombardeo constante […]. La persistencia de algunos de los líderes sionistas extremistas, movidos por motivos políticos y con amenazas políticas, me perturbó y me irritó”.

Cinco. Ajenos a los entresijos de la política, los judíos del mundo saludaron la creación de la entidad. ¡La tierra prometida hecha realidad! Sin embargo, el más célebre, Albert Einstein, expuso sus temores: Si una catástrofe real y definitiva nos azotara en Palestina, los primeros responsables serían los británicos, y los segundos las organizaciones terroristas creadas desde nuestras propias filas (en Einstein: sobre Israel y el sionismo, de Fred Jerome, Baraka Books, Nueva York, 2024).

Seis. Finalmente, Washington reconoció a Israel. Cosa que tampoco entusiasmó al insigne científico: Me parece que nuestros queridos estadunidenses están modelando su política exterior según el modelo alemán, ya que parecen haber heredado su arrogancia. Al parecer, también quieren asumir el papel que Inglaterra ha desempeñado hasta ahora.

Siete. ¿De qué o de quiénes se independizó Israel? ¿De los árabes, con los que fuera de choques esporádicos, convivieron durante siglos? ¿Del colonialismo inglés que empinó el sionismo (Declaración Balfour, 1917), hasta que en el decenio de 1930 le soltó la mano por sus prácticas terroristas?

Ocho. Con larga experiencia en contar la historia a modo, los sionistas sostienen que cuatro horas después de la declaración, aviones de Egipto bombardearon Tel Aviv. En efecto. Aunque omiten que los árabes desenvainaron sus espadas luego de que el bielorruso británico Chaim Weizmann (presidente de la Organización Sionista Mundial y primero de Israel), adelantó que la intención era “establecer una sociedad para que Palestina sea tan judía como Inglaterra es inglesa o América es americana”.

Nueve. A finales de 1948, el líder polaco de la banda paramilitar Irgún, Menahem Beguin, visitó EU. Entonces, la filósofa Hannah Arendt, Einstein y otros intelectuales que habían simpatizado con el sionismo, denunciaron en The New York Times que el Irgún, era muy similar en organización, método, filosofía política y atractivo social a los partidos nazi y fascista.

Diez. No andaban desinformados. El 22 de julio de 1946, en el centro de Jerusalén, el Irgún había volado el hotel Rey David, sede de la comandancia del mandato británico (92 muertos, 18 de los cuales eran judíos). Y luego, junto con otras bandas paramilitares, el Irgún se convirtió en pilar del ejército terrorista israelí.

Once. Durante los decenios de 1950 y 1960, los medios occidentales asociaban Israel con Palestina y judaísmo con sionismo. Una confusión que en 1969 despejó la primera ministra de Israel, Golda Meier: Palestina y los palestinos no existen. Jóvenes como Benjamin Netanyahu, quien entonces contaba 20 años, le tomaron la palabra.

Doce. A más de totalmente contrarios a la ética y valores humanísticos del judaísmo, los sionistas se ajustan a las perversas observaciones de su prócer, Teodoro Herzl (1860-1904): Creo que no tendremos que esforzarnos mucho en dar impulso al movimiento (sionista). Los antisemitas lo hacen por nosotros ( El Estado judío , 1896). Dicho de otro modo: el antisemitismo (o judeofobia) es el verdadero motor del sionismo.

Trece. En ese sentido, siempre llamaron mi atención el judío conservador que se niega a pensar (todo-está-escrito-en-la-Biblia) y el librepensador que da por terminada la lucha anticolonial de los pueblos. Porque ninguno admitirá, jamás, que en mayo de 1948 el nazifascismo cambió de piel.



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