H
ay días en que los astros se alinean y el azar, o algún algoritmo rebelde, ofrece en la pantalla dos noticias que se apoyan para explicar, juntas, algún detalle del mundo que nos ha tocado habitar. El capricho puede cruzar, con apenas un clic de distancia, un estudio sobre el origen de la riqueza de los millonarios británicos y otro sobre el aumento del voto a la extrema derecha entre los hombres jóvenes. Y la neurona, entonces, se enciende.
La organización Equality Trust ha publicado recientemente un estudio sobre los cambios operados en la clase de los milmillonarios durante los últimos 35 años. Es una joya, porque ofrece el retrato de una época y ayuda a desterrar algunos de los mitos fundacionales del capitalismo. Primera píldora: en 1990 había 15 multimillonarios, mientras que en 2025 son 165. En la misma medida, la riqueza que acumulan estos pocos privilegiados ha pasado de 89 mil millones de dólares a 834 mil millones. Si unos pocos tienen cada vez más, los muchos tienen cada vez menos.
Segunda píldora: hace 35 años, el comercio era la principal actividad a la que se dedicaban los milmillonarios. Hoy en día, sus actividades predilectas son la propiedad inmobiliaria y las finanzas. Es decir, la vivienda y el crédito. Los ricos ya no hacen cosas ni mueven mercancías de aquí para allá, no crean trabajo, les es más lucrativo dedicarse al rentismo y la especulación. Junto a estas dos actividades destacan las herencias, origen de cada vez más grandes fortunas, lo que nos permite lanzar una carcajada cada vez que escuchemos hablar de meritocracia.
Tercera y cerramos: las conclusiones del estudio ofrecen la radiografía cruda de una acumulación por desposesión. La vivienda y el crédito son, al día de hoy, las formas más lucrativas de extraer rentas de la clase trabajadora, cuyo empobrecimiento y precarización se da, con matices y en mayor o menor medida, en todos los países europeos, no sólo en el Reino Unido.
Del informe de Equality Trust saltamos a un amplio estudio que seis académicos de cuatro universidades europeas han realizado acerca de la creciente brecha joven de género en el voto. En él tratan de indagar en las implicaciones de un hecho ya indiscutible: si bien los hombres siempre han estado más predispuestos que las mujeres a votar por la extrema derecha, esta brecha se ha disparado entre los jóvenes de hoy en día.
El estudio deja tres apuntes encadenados. Primero: no es una fiebre juvenil, tiene características de fenómeno generacional. Segundo: hay suficiente evidencia para afirmar que la formación de preferencias políticas durante los primeros años como votante tiene un impacto duradero en las actitudes y la conducta de voto a lo largo de la vida. Esto significa que si la dinámica sigue y las próximas generaciones de hombres siguen acercándose a la extrema derecha sin que los ahora jóvenes se alejen conforme maduren, la extrema derecha puede crecer dramáticamente en el futuro
, según expresión de los autores.
Tercero: más allá de la consecuencia electoral inmediata, la perpetuación de semejante brecha entre las preferencias de hombres y mujeres, nunca tan acentuada, plantea problemas sociales de un calado tan profundo como la grieta que separa las opciones políticas de ambos grupos. Es la siempre manoseada y nunca alcanzada cohesión social la que se resquebraja.
Los autores no entran en las causas de este embrujo juvenil masculino por la extrema derecha, pero no es difícil intuir que lo que nos dice el informe de Equality Trust tiene algo que ver. No lo explica todo, porque no hay fenómenos complejos provocados por una sola causa, pero no poder acceder a un crédito para comprar una vivienda, no poder emanciparte porque los alquileres se han convertido en un casino lleno de buitres, saber que te va a costar encontrar un trabajo estable… en definitiva, intuir que vas a vivir peor que tus padres no ayuda a estrechar compromisos con el sistema que está permitiendo que, mientras tanto, un grupo de privilegiados acumule más y más dinero sin aportar nada a la sociedad. Es un sistema gripado.
Hay más razones, por supuesto. Para entender porqué el fenómeno es muchísimo más acusado entre los hombres, es necesario hablar de los avances feministas de los años recientes en el terreno cultural, pero también en el material. Ellos estudian menos y acceden a peores puestos. Ellos van a vivir peor que sus padres. Ellas, quizá, mejor que sus madres.
Sin embargo, hay diferencia sustancial entre las causas. Hay algunas que como remedio sólo tienen el ajo y el agua, es decir, la resignación y la aceptación. La pérdida parcial de privilegios por parte de los hombres significa una ganancia colectiva si lo que se quiere es una sociedad más igualitaria. Hay otras causas, por contra, que ofrecen un espléndido margen de actuación. Poner coto a la desigualdad y repartir la riqueza es, al día de hoy, la forma más efectiva de luchar contra el poder de seducción de la extrema derecha entre los hombres jóvenes.
Deja una respuesta