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ada 5 de mayo nos toca lidiar con los argumentos más inverosímiles, a través de los cuales la derecha busca descalificar la victoria de las armas nacionales, a Zaragoza, a Juárez y de paso, a toda la revolución de la Reforma y la defensa de la patria contra el invasor extranjero. Otras veces hemos desmontado muchos de sus argumentos, hoy hablemos de uno recurrente: dicen que la Guerra de Intervención contra el segundo imperio marítimo y militar más poderoso del mundo (mucho más, entonces, que el estadunidense) se ganó gracias al apoyo de Estados Unidos y se hizo en provecho suyo. Y una de sus pruebas
es que el 5 de mayo se celebra más en Estados Unidos que en México
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El maestro Raúl González Lezama ha investigado los orígenes de esa celebración, demostrando que es nuestra, de los mexicanos, de los de abajo, aunque desde hace unas pocas décadas el gobierno estadunidense pretenda hacerla oficial y quitarle su carácter antimperialista. Revisemos los datos que Raúl ha expuesto en numerosas conferencias (ahora #SembrandoHistoria) y que me autorizó a compartir (lo gloso y a veces lo cito textualmente aunque no entrecomillo: todo es aportación de Raúl, quien recomienda los trabajos de David Hayes-Bautista).
Aun no terminaba mayo de 1862 cuando La Voz de Méjico, periódico de la comunidad mexicana en California, dio la noticia de la victoria de Puebla. Se sabe de manifestaciones públicas espontáneas de júbilo, entre mineros mexicanos y chilenos (desde 1848 había en California una importante comunidad chilena, cuya historia es muy interesante).
En agosto de 1862, en Placerville, California, Juan Oria y Tomás Ramos inician una colecta para los hospitales militares mexicanos. Esta iniciativa fue el detonante para formar la primera de 129, sí 129 juntas patrióticas que durante la guerra de intervención se constituyeron en California y Nuevo México por vaqueros, obreros, sirvientes y mineros mexicanos, y en Los Ángeles y San Francisco, con importante presencia de profesionistas. Estas juntas también se declararon partidarias de la Unión en la Guerra de Secesión, e impulsaron la abolición de la esclavitud. En las ciudades con mayor población se formaron también juntas de señoras
. A las juntas patrióticas mexicanas se inscribieron, fueron bien recibidos y participaron activamente, ciudadanos de otros países latinoamericanos, principalmente chilenos. Cada año, estas juntas celebraban el 5 de mayo en decenas de poblaciones californianas.
En octubre de 1862 se estableció la junta central directiva en San Francisco, que un mes después empezó a enviar dinero al gobierno mexicano: el primer envío fue de mil 40 dólares, mediante una carta de crédito remitida por el tesorero de la junta, Manuel E. Rodríguez, editor de La Voz de Méjico. Ese porte se hizo quincenal, por aproximadamente la misma cantidad. Importa señalar que el 23 de diciembre de 1862 el secretario de Hacienda de México, Juan de Dios Arias, acusó recibo del primer envío.
El primer festejo formal del 5 de mayo fue en 1863, encabezado por los oficiales de la Junta Patriótica de Los Ángeles, Fuentes, Valles, Flores y Rodríguez. La celebración se inició a las 5 de la mañana con el izamiento de las banderas estadunidense y mexicana y el saludo de veintiún cañonazos. A las 4 de la tarde se pronunció un discurso a cargo de Francisco P. Ramírez, periodista de La Voz de Méjico, continuó con canciones y brindis.
En junio de 1864 el periódico El Nuevo Mundo, de San Francisco, se convirtió en el vocero oficioso de la junta central y las juntas de California y Nevada, y publicaba las cantidades donadas por cada junta para la defensa de México. La celebración del 5 de mayo se había extendido ese año a más poblaciones, organizadas por las juntas o espontáneamente por los trabajadores mexicanos y otros latinoamericanos. En estas conmemoraciones y en los periódicos en español se reproducían los discursos patrióticos, como el que pronunció el coronel-poeta Ignacio Manuel Altamirano el 5 de mayo de 1865 en Acapulco, que terminó así: Conciudadanos: ¡Cuando se nos oprima el corazón por la desgracia, por el cansancio, por la fascinación de la potencia francesa, volvamos al sol de mayo para pedirle un rayo de esperanza; volvamos hacia aquel combate sublime para pedir a las venerables figuras de aquellos valientes, lo que es preciso para combatir, lo que es preciso para morir con gusto, lo que abre el templo de la victoria, así como abre las puertas del cielo, la fe!
A partir de ahí, los mexicanos y sus hijos en Estados Unidos, conmemoraban el 5 de mayo y se fue haciendo natural. Se leía el bando de Zaragoza, los discursos de Juárez, se izaba la bandera (y por ley, la de Estados Unidos, siempre que allá se iza otra bandera) y se cantaba el Himno Nacional. En 1890, los mexicanos de Los Ángeles le dieron a la celebración un claro sentido identitario, lo mismo que a la del 16 de septiembre. Al menos desde la década de 1930, en Los Ángeles, la Plaza Olvera se convirtió en el lugar de la celebración anual, con festivales, música y vendimia. En la década siguiente, la fiesta del 5 de mayo fue apropiada por el movimiento chicano para la promoción de los valores y tradiciones mexicanas. Se generaliza la práctica de exponer música, gastronomía y concursos de belleza como el de la reina de cinco de mayo
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Fue hasta la década de 1980 que compañías cerveceras y políticos anglosajones vieron el potencial de esta fiesta e intentaron quitarle su tono contestatario. No lo han logrado, hoy sigue siendo las dos cosas.
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