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El Barbenheimer de los videojuegos cumple cinco años. Dos títulos tan diferentes como celebrados que nos salvaron en tiempos pandémicos – DOOM Eternal


No suele ocurrir en la industria del videojuego que grandes títulos se solapen. Las fechas de lanzamiento son un complejo baile entre expectativas de los fans, de la compañía y posicionamiento frente a la competencia. Esto no impidió que el 20 de marzo de 2020, hace cinco años ya, se pusieran a la venta Animal Crossing New Horizons y Doom Eternal. Aquella coincidencia se convirtió en todo un fenómeno online que precedió al mismísimo Barbenheimer, con dos videojuegos de alto perfil tan atractivos como opuestos llenando las redes de memes y debates entre cuál era mejor comprar.

Doom Eternal era la anticipada secuela del reboot de un clásico de los videojuegos. Tras enfrentarse a las consecuencias de abrir un portal demoníaco en Marte, el juego de Id Software y Bethesda no solo supuso un giro de tuerca más a un juego de disparos tan frenético como estimulante, sino que subía la apuesta con su escala, con la brutalidad de su acción y su tono cafre. En muchos sentidos, es el videojuego encarnado en su faceta más pura y cliché: un pasatiempo tan deliciosamente arcade como violento, en el que era fácil ver pasar las horas como si nada.

Eternal
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Animal Crossing New Horizons estaba en el otro lado del espectro. Era también muy esperada nueva entrega de una longeva saga, pero en este caso tenía forma de un agradecido retiro tropical. Nintendo evolucionaba la fórmula bebiendo de los juegos de supervivencia contemporáneos en una experiencia que recompensaba jugar todos los días. Ya sea para completar encargos, decorar nuestro hogar o sencillamente echar el rato en la propia isla, recolectando materiales, pescando y relacionándonos con los demás aldeanos.

No pasaba desapercibido que ambos juegos no solo eran muy diferentes, sino que también parecían apelar a públicos muy distintos. Con Eternal estando diseñado para el jugador más hardcore mientras que Animal Crossing seducía al jugador casual, fue bonito descubrir que la comunidad en última instancia abrazó no la competición sino el respeto mutuo. Es algo que alentaron incluso los desarrolladores, con la propia Bethesda celebrando la inesperada pareja entre Doomguy y Canela. La apuesta salió de maravilla a nivel comercial. Doom Eternal alcanzó los 450 millones en ventas en un año, y el éxito de New Horizons llegó a posicionarlo como el juego más vendido en Japón.

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Para sorpresa de poca gente, resultó también que ambos eran excelentes. Doom Eternal agrupó un 88 en Metacritic, con los medios deshaciéndose en halagos con cómo conseguía subir el nivel con respecto a la ya excelente fórmular original, siendo de algún modo más vertiginoso a la vez que estratégico. Animal Crossing New Horizons tuvo un 90 de media, con frecuentes menciones que lo ponían como un imprescindible de Switch y una experiencia atrapante y placentera que llegaba en un momento en el que lo necesitábamos.

Ese es, quizás, el ingrediente final clave de estas dos aventuras. Lanzados en plena pandemia del covid-19, ambos eran a su manera dos fantasías escapistas perfectas para sobrellevar una época de incertidumbre. Una nos ponía en la piel de un supersoldado determinado a acabar con todos los demonios posibles a ritmo de heavy metal. La otra nos invitaba a una isla tropical donde desarrollar una apacible vida virtual, acompañado de los quehaceres del día a día y de sus simpáticos habitantes. Aunque con el tiempo cada título se fue distanciando del otro, aquel estreno fue un emocionante recordatorio de que los videojuegos tienen un fuerte impacto en aquellos que lo juegan.

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