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El enigma del “cocodrilo del terror” gigante que cruzaba mares y devoraba dinosaurios


Los fósiles no solo nos hablan del pasado, también nos obligan a reescribirlo. Es el caso del Deinosuchus, un reptil prehistórico tan grande como un autobús, cuyos restos han intrigado a los científicos durante décadas. Aunque se le relacionaba con los caimanes, nuevas evidencias revelan una historia distinta, marcada por adaptaciones sorprendentes y un rol dominante en los humedales del Cretácico.

Un depredador más allá del mito

El enigma del "cocodrilo del terror" gigante que cruzaba mares y devoraba dinosaurios
© iStock.

El Deinosuchus, apodado “cocodrilo del terror”, vivió entre 82 y 75 millones de años atrás en estuarios y ríos de Norteamérica. Con dientes del tamaño de plátanos y un cuerpo de más de ocho metros, este superdepredador era capaz de alimentarse de todo, incluyendo dinosaurios. Marcas en huesos fósiles evidencian su dieta, y su cráneo, único por su forma bulbosa, delata su singular evolución.

Aunque tradicionalmente se le clasificaba como un pariente gigante de los caimanes, una nueva investigación sugiere que el Deinosuchus pertenece a una línea evolutiva distinta. A diferencia de los aligatoroides modernos, este reptil prehistórico conservaba glándulas salinas que le permitían tolerar el agua salada, una ventaja clave para cruzar la Vía Marítima Interior Occidental, un mar que dividía el continente.

La clave está en la sal

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La capacidad del Deinosuchus para desplazarse por ambientes marinos le permitió extenderse por ambos lados de ese antiguo mar interior. Esto resolvió un misterio paleontológico: cómo un supuesto aligatoroide, que hoy solo sobrevive en agua dulce, pudo colonizar regiones tan distantes. El estudio, publicado en Communications Biology, plantea que la tolerancia al agua salada es un rasgo ancestral que los aligatoroides perdieron con el tiempo.

Estos hallazgos no solo redefinen la biología del Deinosuchus, sino también el contexto climático de su época. Su éxito como especie estaría ligado a su flexibilidad ecológica, una ventaja durante los drásticos cambios ambientales del Cretácico, como el aumento del nivel del mar.

Ni caimán ni excepción

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El análisis también sugiere que, al contrario de lo que se pensaba, los primeros caimanes eran pequeños. El Deinosuchus, por tanto, habría sido un caso atípico si perteneciera a este grupo. Los investigadores concluyen que probablemente se separó evolutivamente antes de que los aligatoroides modernos surgieran.

Esto se refuerza al reconstruir un nuevo árbol genealógico con datos moleculares y morfológicos de especies actuales y fósiles. Los resultados ofrecen una imagen más precisa de la evolución de los cocodrilos, diferenciando mejor entre adaptaciones como el tamaño, la tolerancia salina y el rol ecológico.

Los gigantes son la norma

El estudio cierra con una reflexión sorprendente: los cocodrilos gigantes no son una rareza. A lo largo de 120 millones de años, han evolucionado múltiples veces de forma independiente, en todo tipo de contextos climáticos. Incluso hasta el siglo XIX, se documentaron cocodrilos vivos de más de 7 metros.

Así, el Deinosuchus no fue un monstruo aislado, sino parte de una larga historia de titanes anfibios. Como señaló el paleontólogo Márton Rabi, “los cocodrilos gigantes son más bien la norma, de cualquier época”. Este “cocodrilo del terror” solo fue uno de los más inolvidables.



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