Tendemos a pensar que el dinero puede comprarlo todo y, aunque el tiempo nos ha demostrado que puede estar cerca de conseguirlo, Corea del Sur es la muestra más clara de dónde están sus límites. En su empeño por hacer crecer la natalidad para salir de la crisis que asola el país, incluso ha optado por poner 45.000 euros sobre la mesa para incentivar a los jóvenes, pero los tiempos han cambiado.
Pero aunque Corea del Sur y su media de 0,72 hijos por mujer se haya convertido en el mejor ejemplo de hasta qué punto la natalidad global está cayendo a límites alarmantes, en realidad está lejos de ser el único. Los despidos del 13% de la plantilla de Match Group, la compañía detrás de aplicaciones de citas como Tinder, son una buena muestra de hasta qué punto la mentalidad de los jóvenes está cambiando.
Hasta 45.000 euros por pareja en Corea del Sur
Con una crisis de natalidad que les ha llevado incluso a construir robots para suplir puestos primordiales, o regalar visas “Top-Tier”, en Corea del Sur han optado por apelar al bolsillo de los jóvenes para despertar su interés. Mediante programas de citas con premios en metálico para quienes terminen casándose, las distintas regiones del país compiten por ver quién da con la solución más ambiciosa y efectiva para unir a sus jóvenes.
Tal y como apuntaban desde Xataka, la gran ganadora -no necesariamente por sus buenos resultados pero sí por haber demostrado poner toda la carne en el asador-, ha sido la propuesta de Saha-gu, un distrito de Busan con un programa piloto lleno de incentivos. La idea partía desde organizar eventos con citas y llegaba hasta ofrecer ayudas para comprar vivienda, pero resultaba aún más llamativo por el hecho de entregar el equivalente a más de 45.000 euros por pareja.
Tras entregar 318 euros por hacer match con alguien dentro de sus eventos de celestina, la pareja surcoreana en cuestión saldría con unos 636 euros en total que podría gastar en futuras citas que hagan avanzar la relación. El siguiente paso serían otros 636 euros tras hacer que sus familias se conozcan con la intención de organizar una boda. Tras ello, recibirían un premio de 20 millones de wones, unos 13.000 euros al cambio, por darse el sí quiero.
La suma seguiría creciendo, añadiéndose incentivos adicionales como 19.000 euros para la entrada de una casa o incluso 508 euros mensuales durante 5 años para destinarlos al alquiler, hasta alcanzar cifras de entre 53 y 71 millones de wones, alrededor de 34.000 y 45.000 euros al cambio actual. El problema es que ni siquiera eso es suficiente. De los 4.000 solteros que han participado en programas similares, sólo han salido 24 parejas que han llegado al matrimonio.
Podríamos llegar a pensar que tal vez el problema esté ahí, en esa obsesión por las bodas que parece arrastrar Corea del Sur, pero el dato se entiende mejor al demostrarse que menos del 5% de los bebés nacen fuera del matrimonio. En cualquier caso, te vale con analizar cifras similares en otras partes del mundo para ver hasta qué punto el problema se extiende a casi cualquier escenario posible. Para muestra un botón, el cómo un fenómeno social como el de las apps de citas al estilo Tinder van cuesta abajo y sin frenos.
Cuando internet se convierte en celestina
Pese a que el 53% de los adultos menores de 30 años reconoce haber probado alguna de estas aplicaciones en algún momento, los usuarios activos se mantienen en un 15%. Su caída, con 1,6 millones de suscriptores perdidos en apenas dos años, evidencia hasta qué punto lo que era una fiebre capaz de cambiar las relaciones para siempre, se ha quedado en una moda pasajera.
Incluso quienes siguen dándole una oportunidad al formato muestran ya signos de fatiga, y de los 100 minutos al día que se dedicaban a la plataforma en 2020 hemos saltado a cifras de 51 minutos de media en 2024. Hay quienes dicen que el desencanto con ese tipo de aplicaciones, más orientadas a que sigas pagando que a encontrarte pareja, están entre las principales razones. La realidad, según ejemplos como los de Corea del Sur que destacaba The Wall Street Journal, está en que los jóvenes buscan experiencias más orgánicas.
A esa tendencia toca sumar el hecho de que, lamentablemente, los jóvenes están lejos de tener el escenario más favorable ya no sólo para juntarse, sino para elevar las cifras de natalidad. La situación socioeconómica de los jóvenes no es la mejor, los sueldos están lejos de ser un incentivo, y el nivel de exigencia y coste de criar a un hijo está lejos de ser una posibilidad para muchos bolsillos, y más aún de ser una prioridad.
Puede que lo de rechazar 45.000 euros por buscar el amor de la forma más natural posible suene a verso de poeta influencer, pero la realidad es que las caídas de aplicaciones como Tinder a nivel global se mueven a un ritmo de un 5% menos de usuarios mes a mes respecto al año anterior. Para un cambio en nuestras relaciones que terminó juntando al 10% de la población mundial, el 24% en el caso de otras identidades de género y orientaciones, está claro que internet ha dejado huella.
Y promete seguir haciéndolo, porque el mercado ya se encamina en otra dirección, también a través de apps y redes. La próxima gran revolución en el mercado de juntar parejas parece estar en las aplicaciones sobre aficiones. Una vuelta de tuerca a los antiguos foros en los que conocer gente con las que compartes hobby.
Tal y como recogía un acercamiento a la idea por parte de la BBC, lo de encontrar pareja en aplicaciones de fitness o de fanáticos del cine se está volviendo cada vez más común. Es el equivalente a actual a salir de fiesta por una zona en concreta o en un bar con un tipo de música específica, pero sigue lejos de ser la panacea que, aparentemente, necesita una civilización a la que ni siquiera 45.000 euros le sirven para animarse a dar el salto.
Imagen | Sonicpower
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