
▲ Talking Heads en la taberna Horseshoe (1978).Foto ©John Pinto.

▲ The Police con Gary Cormier y Gary Topp en 1979.Foto archivo de Gary Toop

▲ El teatro New Yorker en Toronto, en junio de 1977.Foto ©Jeff Silverman Archive
Hernán Muleiro
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Lunes 5 de mayo de 2025, p. 6
En He Hijacked My Brain, el productor canadiense de conciertos Gary Topp convierte su autobiografía en un relato colectivo, en el que se sucede medio siglo de música en vivo en la ciudad de Toronto.
Las únicas personas que valen algo son las que toman riesgos
. La frase impactó al por entonces estudiante universitario Gary Topp, sobre todo viniendo de un genio musical de la estatura de Thelonious Monk, a quien estaba entrevistando. Un par de hechos increíbles terminaron de definir su camino, como ver a un joven Bob Dylan en un pequeño bar de Nueva York y sentir la necesidad de crear eventos así para su Toronto natal. Topp se arriesgó y se convirtió primero en promotor de las películas menos convencionales en la ciudad y luego aplicó ese conocimiento a 50 años de conciertos, que sigue produciendo en el sótano de una librería. Monk no era considerado un compositor particularmente locuaz, así que al arrancarle una declaración de principios a Thelonious, Topp intuyó que tenía un talento para tratar con músicos de igual a igual.
El criterio que tuvieron para programar tantos años de música fue el gusto de su colección de discos, una mezcla de blues, jazz, rock, heavy metal, funk, punk, reggae y más. El libro He Hijacked My Brain, traducible como Él secuestró mi cerebro, es un relato colectivo sobre la influencia de Gary en varias generaciones y tipos de artistas, de lo que puede suceder cuando un lugar y un productor se ofrecen a recibir diferentes propuestas originales en una ciudad, y aunque el título habla del amor de Gary por su oficio de productor, me pregunto cómo es que Topp tenía la energía para tratar con mánagers, público, inspectores, empleados, tomar una foto, grabar el conciento para su colección y tener el tiempo y la energía necesarios para poner música entre los grupos en vivo y hacer un espectáculo de luces.
Su historia programando y administrando el cine Roxy tiene una parte parecida a una película de Cheech & Chong, un cine para fumadores de tabaco, mota y bebedores que hacían rodar sus botellas por los pasillos o las escondían en huecos en los asientos. Ahí Topp maduró una idea: sea lo que sea que organizara, el ambiente debía proveer un refugio para los diletantes, los disidentes y los sujetos menos convencionales. Otra máxima de Topp: el evento comienza desde el momento que entra la primera persona y finaliza cuando se va la última, lo que parece muy evidente, pero hay una curaduría en darle algo bueno al público entre los grupos.
Otro aspecto llamativo de la trayectoria de Gary es su desapego, en cuanto sintió que el negocio de la música adquirió un nivel de pretenciosidad inaguantable, decidió salirse durante años, ¿Quién sabe cuánto varo dejó al abandonar temporalmente la producción de shows? Aunque si hay algo parecido a una conclusión es que la dedicación que llevó su trabajo no se puede medir en dólares canadienses; al arriesgarse a traer a música de free jazz, punk, rock pesado y muchos otros estilos por primera vez a su país, pavimentó un terreno que sería usurpado por una industria inevitablemente más fría y calculadora.
Para multiplicar una comunidad musical, el productor no sólo necesita un conocimiento real del público y una capacidad para darle un mejor trato a sus artistas que sus competidores; también debe ser capaz de solucionar los asuntos migratorios y hacerlos cruzar su frontera sin inconvenientes.
The Police Picnic
Eventualmente, la práctica sistemática de los Garys (Topp y su socio Gary Cormier) de traer músicos que les interesaban por primera vez a Canadá, obtuvo un resultado cuando la fidelidad del grupo The Police hacia su productora, generando que los Garys organizaran un festival multitudinario, llamado The Police Picnic, el 23 de agosto de 1981. El festival marcó un hito para los Garys: habían pasado del primer concierto del grupo de Sting –con tan poca asistencia que el grupo devolvió algunos dólares de su paga– a un festival al aire libre para decenas de miles de personas. En el mismo, Gary causó una conmoción al exponer al público rockero Celebration, la exitosísima canción disco de Kool & the Gang.
Topp, que intercambiaba compilados en casetes, tuvo un programa de radio de música gospel un par de años, pero también pudo apreciar la intensidad de un espectáculo capaz de causar una buena revuelta, como fue el de Suicide en vivo en The Horseshoe Tavern, un local de los años 40 en el que Gary organizó muchos conciertos. Una foto de Los Ramones los muestra delante de amplificadores Marshalls que parecen recién sacadas de la fábrica. El grupo de Queens fue uno de los que Gary produjo más veces, aunque la prensa titulaba las reseñas de sus eventos con frases como: Los Ramones apelan al público mórbido
. Tenía todo arreglado con Joy Division, pero tuvo que cancelar debido a la temprana muerte del cantante Ian Curtis, y terminó llevando a New Order, el siguiente proyecto de los músicos restantes.
La gran cantidad de recortes periodísticos y contexto de época dan cuenta de que grupos que hoy son considerados clásicos, fueron un soplo de aire fresco dentro de su cultura y la banda de sonido de un cambio contra lo que era considerado socialmente aceptable.
Fue una programación de conciertos ecléctica, que abarcó al punk: Buzzcocks, Gang of Four, Wayne County y Black Flag. A roqueros díscolos de los 70 y antes: Kevin Ayers, John Cale, Nico, Alex Chilton. La reputación de los Garys como promotores también les permitió traer a James Brown, Sun Ra, Ornette Coleman, The Residents, Al Green y Arthur Brown. Su elemento preferido en el heavy metal eran los bateristas de estilo monstruoso, así que llegado el momento programó a Slayer, Exodus y otros grupos de thrash metal.
Personas insanas
Realmente son demasiados para nombrarlos a todos, pero se podría destacar que Gary llevara a Hasil Adkins a Toronto, un músico de rockabilly salvaje que tocaba la batería al mismo tiempo que la guitarra, modalidad conocida como one-man-band. Hasil era reconocido por haber tenido un enfrentamiento armado por una amante, con el detalle de que intercambiaron docenas de disparos sin que nadie resultara herido. Destaco el caso de Hasil Adkins porque creo que hay algo del oficio de Topp que consiste en dar un apoyo consistente a personas que el resto del vecindario consideraría insanas.
Si algunos conciertos estaban sobre la capacitad permitida, el gobierno tuvo que mirar hacia otro lado; no tuvieron otra opción más que admitir que esos eventos revalorizaron a barrios considerados peligrosos o abandonados.
Hay una complicación fundacional para cualquier persona que de una manera u otra vende música: si apuntas a un público general tienes más competencia. Si buscas a un nicho específico y menos comercial, tienes mayor oportunidad de impactar en una comunidad, pero la cantidad de gente que puede interesarse potencialmente en tu trabajo quizá sea menor que la primera opción.
En He Hijacked My Brain no se enseña cómo convertirse en el productor de festivales más exitoso ni a maximizar ganancias o traducir capital cultural en efectivo, pero sí demuestra que existe la posibilidad de divertirse buscando y difundiendo música nueva.
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