En América Latina, la edad promedio en que los jóvenes se van del hogar parental ronda los 28 años, a diferencia de los países europeos que lo hacen a edades más tempranas. Mucho se habla de las razones del porqué sucede esto, pero poco sobre las consecuencias que impactan en el futuro de las nuevas generaciones, y estas van desde los miedos que pueden experimentar hasta las posibilidades de obtener mayor o menor éxito laboral y económico.
Sabemos que las diferencias socioeconómicas entre Latinoamérica y Europa son significativas, lo cual permite que en países como Suecia, Dinamarca o Luxemburgo los jóvenes se independicen entre los 17 y 21 años, pero no es el único factor que influye para que las nuevas nuevas generaciones decidan hacerlo antes o después. A nivel cultural, las tradiciones europeas promueven la independencia de los hijos, mientras que el países como México la dinámica es muy distinta.
De acuerdo con la psicóloga Andrea Monroy, quienes se van de casa después de los 30 o 40 años pueden convertirse en adultos atrapados en el miedo, la inseguridad y la necesidad constante de aprobación. Piensan cosas como: “el país está mal”, “nunca voy a poder”, “no es buen momento”, y terminan postergando decisiones importantes toda la vida.
Por otro lado, quienes se independizan entre los 21 y 24 años tienden a tener mejores resultados financieros. En un estudio de la Universidad de Melbourne, se encontró que estos jóvenes llegaron a ser, en promedio, 185 mil dólares más ricos que aquellos que se fueron de casa después de los 35. Además, quedarse más tiempo en casa de su familia también reduce las probabilidades de tener vivienda propia a largo plazo. Aquellos que se van más tarde tienen menor patrimonio inmobiliario al llegar a los 60 años.
¿Por qué no se van de casa los jóvenes en América Latina?
Las razones principales son conocidas: bajos salarios, precios elevados en la vivienda y la precariedad del transporte público. Pero hay otra cara del fenómeno que pocas veces se aborda con la misma seriedad: la presión emocional y cultural de quedarse en casa de los padres.
En Europa la independencia se promueve desde edades tempranas, pero de acuerdo con la directora de la especialización de Psicología Clínica y Desarrollo Infantil de la Universidad del Bosque, Luz Helena Buitrago, en México el apego familiar, la sobreprotección y los chantajes emocionales son obstáculos comunes. Frases como: “nos vas a dejar solos”, “¿qué te falta aquí?” o “nos vas a abandonar” son frecuentes cuando alguien decide dejar la casa de sus padres.
El éxito al independizarte ¿De qué depende?
Como se mencionó anteriormente, de acuerdo con un estudio australiano, quienes se independizan entre los 21 y 24 años tienen más posibilidades de alcanzar mejores finanzas, pero el demógrafo social Mark McCrindle, indica que este resultado no depende de factores económicos que apliquen solo para Australia, sino que se debe principalmente a los rasgos de personalidad de quienes salieron de casa de sus padres antes de los 24 años.
El Sr. McCrindle dijo que las personas que asumieron el reto de la independencia financiera a menudo eran personas emprendedoras y selectivas que no padecían el síndrome de la red de seguridad, el cual surge por aquellas familias que sobreprotegen a sus hijos y refuerzan el apego familiar. Las consecuencia de esta dinámica es criar hijos que más tarde tendrán más dificultades de independizarse.

Foto: Freepik
Eso sí: independizarse no es sinónimo de éxito si no hay un plan. La psicóloga Luz Helena Buitrago lo resume de esta manera: “No sirve de nada irse a los 18 si no puedes mantenerte y regresas en seis meses”. La independencia no se trata de edad, sino de preparación, resolución de problemas y metas claras.
Pero si ya estás pensando en irte de casa y tienes una red que te apoye, este podría ser el mejor momento. Porque más allá del dinero, abandonar la casa de tus padres también es una inversión en ti mismo.
Deja una respuesta