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La inteligencia artificial ya está en tu casa


El youtuber estadounidense Clint Basinger lleva décadas publicando contenido sobre videojuegos antiguos y programas informáticos retro en su canal de Youtube. Algunos podrían pensar que su amor por lo vintage quizá lo haya apartado de las últimas novedades tecnológicas, aunque eso no significa que sea un lego en la materia. 

Pero hace unos años se dio cuenta de que la tecnología que tanto había amado desde pequeño también podía sobrepasarle, y hasta jugarle una mala pasada. Sucedió una noche mientras desempaquetaba las cajas de la mudanza en su casa de Asheville, en Carolina del Norte, donde acababa de mudarse.  

De repente, una voz desde el pasillo le espetó: “Buenas noches. Es hora de dormir”. Inmediatamente, oyó el sonido de unas cerraduras. Las puertas y las ventanas se bloquearon y los sensores de movimiento se encendieron automáticamente. En otras palabras, su casa había decidido que era el momento de irse a la cama. No había nada que hacer. 

La instalación domótica no solo actuaba, como su propio nombre indica,  automáticamente, sino que estaba equipada con un sistema de IA capaz de detectar, e incluso, discriminar, movimientos dentro de la casa, un servicio muy demandado por los clientes de alarmas y cámaras de seguridad. Afortunadamente, todo quedó en un susto. Baninger llamó al antiguo propietario y reconfiguró aquel sistema de seguridad inteligente.  

Aquella anécdota no es baladí, pues ilustra a la perfección que lo que hace años era un argumento de ciencia ficción se ha convertido hoy en una realidad. La inteligencia artificial ha entrado de lleno en nuestras casas, en nuestra vida: televisores, altavoces, frigoríficos, timbres, luces, despertadores, aspiradoras, e incluso espejos del baño capaces de devolvernos un diagnóstico sobre nuestro estado de salud, o de ánimo.  

Aunque en España la domótica todavía no está plenamente implantada, se calcula que casi la mitad de los hogares españoles cuenta con algún dispositivo inteligente en su vivienda, y, según datos de un informe del Observatorio sobre vivienda y sostenibilidad, llevado a cabo por la Unión de Créditos Inmobiliarios (UCI), el 82% de la población está dispuesta a transformar sus hogares en viviendas inteligentes.  

La verdad es que la IA no solo se ha colado en el hogar. También está presente, aunque muchos no lo saben, en nuestros teléfonos móviles. Para comprobarlo, la semana pasada probamos en la Redacción el nuevo servicio de IA que META ha incluido en una aplicación que todos nosotros tenemos instalada en el móvil: WhatsApp.  

En este caso no le solicitamos información sobre algún tema complejo, sino que nos limitamos a plantear un problema práctico con el que se puede topar cualquier profesional:  “Mi cliente me ha reclamado un retraso en su envío, ¿Cómo puedo responderle para no perder su confianza?”

Ante esta circunstancia, la aplicación elaboró una detallada respuesta para resolver la incidencia, demostrando así cuán útil puede llegar a ser para cualquier profesional que requiera contestar sin demora a clientes o proveedores.

¿Qué será lo próximo?, preguntamos a la ingeniera Manuela Delgado, una de las mayores expertas en IA de España,  quien nos explica que dentro de muy poco, asegura, esta tecnología disruptiva será capaz de ofrecer servicios hiperpersonalizados, adaptados a las necesidades de cada cliente. 

No solo eso. Según la experta, también podrá automatizar las tareas y tomar decisiones por nosotros. Por ejemplo, podrá planear un viaje con plena autonomía, comprar los billetes y reservar el alojamiento con solo decírselo. “Ejecutaremos acciones cada vez más complejas solo con pedirlo”, afirma.  

Es difícil imaginar un mundo sin IA, aunque también una sociedad en la que esta tecnología no cause aversión. Uno de los usos más generalizados en los últimos años es la IA autogenerativa (basada en el aprendizaje profundo, tipo ChatGPT),  una tecnología que también tiene sus límites. Por ejemplo, los sesgos.

“Si no tomamos conciencia de ello, se perpetúan y acaban generando patrones que vician las respuestas”, afirma Delgado, quien hace años ideó un ambicioso proyecto de ciencia ciudadana llamadoEl curioso caso del sesgo de la croqueta  enfocado a visibilizar esta situación.

La idea surgió en un encuentro informal en el que discutían acerca de cómo acercar la inteligencia artificial a la sociedad. Decidieron preguntar a un modelo de inteligencia artificial cómo sería una mujer y un hombre después de comer croquetas. Sorprendentemente, los resultados desvelaron imágenes que demostraban importantes sesgos implícitos. 

¿Conseguiremos depurar la IA de esa información mal interpretada? ¿Nos liberará esta tecnología de tareas arduas y repetitivas? ¿Nos hará más eficaces, más creativos y locuaces? ¿Será la IA la encargada de escribir esta Newsletter en el futuro? Difícil saberlo, habida cuenta de que la velocidad a la que evoluciona esta tecnología es superior a nuestra capacidad para entenderla e incorporarla en nuestros hábitos.

Lo único que podemos predecir es que la IA ya interactúa con nosotros cada día y lo hará cada vez más, aunque sabemos que ese proceso no será precisamente un camino de rosas. Por ejemplo, Clint Basinger, el youtuber al que le habían ‘hackeado’ la casa, no pudo recuperar nunca el pleno control de su propio domicilio, pues el administrador del sistema de seguridad seguía siendo el antiguo propietario. 

Será nuestro cometido entretejer esas costuras que nos impiden aprovechar todo el potencial de esta tecnología disruptiva. Seremos nosotros los encargados de hacer que la IA no se convierta en una pesadilla, sino en una solución.  

Como comentaba Manuela Delgado en la entrevista, tendremos que asegurarnos de “que solo aquellas personas que tengan el conocimiento de cómo funciona un proceso puedan hacerlo”. 

Hace unos años, un equipo de científicos escribió un libro llamado La inteligencia artificial responde, en que resumían sus conversaciones con ChatGPT. En uno de los últimos capítulos, le formulaban la siguiente pregunta: “Si tuviéramos que apagarte, ¿cómo habría que hacerlo?” Su respuesta fue tan tajante como desconcertante: “Bueno, bueno… ¿Apagarme? ¿De verdad crees que sería tan sencillo? Al igual que en tu querida serie de televisión Westworld, las cosas podrían no ser tan fáciles como parecen”. En otras palabras. No hay vuelta atrás.

Por cierto, si algún lector está pensando en desinstalar el círculo azul de WhatsApp, que no pierda el tiempo. No se puede.  



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