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as intensas lluvias de los últimos días, terminaron los incendios que este año afectaron casi 370 mil hectáreas; 69 mil más que en 2024. El aumento se atribuye a la sequía y al calor. Esta vez los hubo en lugares que, supuestamente, gozan de mucho cuidado, como en el santuario de la mariposa monarca y el cerro del Tepozteco; sin embargo, hay bosques que siguen en muy buen estado gracias a la presencia de los grupos sociales.
Uno es el de Tlalpan, en la Ciudad de México y donde hace 2 mil 500 años hizo erupción el volcán Xitle. Aunque cuenta apenas con 253 hectáreas, alberga una importante biodiversidad integrada por cientos de especies. Algunas no existen en ninguna otra parte del mundo. Cuenta también con otras introducidas en las tareas para reforestarlo.
Al bosque y a su área circundante llegó hace 7 mil años población nómada que desarrollaría la agricultura y la cultura de Cuicuilco. Domesticaron el maíz, frijol, calabaza, chile, amaranto y aguacate. Especialmente los últimos 100 años, es un área de gran importancia arqueológica. Don Manuel Gamio inició hace un siglo los trabajos en este campo.
El bosque hizo parte de los terrenos de la antigua fábrica de papel de Loreto y Peña Pobre. Existe gracias a la generosa donación de la familia Lenz, propietaria de dicha fábrica. La donación original fue de 400 hectáreas, pero en circunstancias nada claras cedieron y/o enajenaron 147 para un parque de diversiones colindante y una lujosa zona residencial.
El bosque estuvo amenazado por el crecimiento anárquico de la mancha urbana y otras actividades enemigas del ambiente. Se conserva pese a estar en la parte baja de la sierra del Ajusco, enorme pulmón verde básico para captar agua de lluvia destinada a recargar el acuífero de la metrópoli. Mas desde los años 50 del siglo pasado sufre la invasión de familias y fraccionadores coludidos muchas veces con partidos políticos y por talamontes cobijados por grupos criminales.
Varias dependencias oficiales del entonces Distrito Federal administraron el citado bosque. Finalmente, en 1997, se le declaró Área Natural Protegida. En lograrlo, fue clave la participación de la sociedad organizada a través de la Asociación de Corredores del Bosque de Tlalpan. Fundada en 1982 por un grupo de ciudadanos, se dedica a garantizar el buen estado del bosque y a que sea ejemplo de conservación y disfrute de la naturaleza en medio de la mancha de asfalto; un modelo de gestión participativa y comprometida con el ambiente y el bienestar social.
Para reforzar la ayuda y protección de esta importante área natural, en 2012 se creó la Fundación del Bosque de Tlalpan, constituida por 30 personas, entre ellas destacadamente Román Uribe. Su primer presidente fue Rafael Sánchez Navarro, y ahora lo es la doctora en geología Irama Núñez, vinculada a la UNAM.
Otro aspecto de sus actividades es el impulso al deporte vía la Asociación Corredores del bosque de Tlalpan AC, la cual celebra cada año una carrera del Día del Padre, en la que participan más de 10 mil personas. Las utilidades de dicho evento se dedican a la adquisición de equipo y preparar obras para combatir incendios forestales; motosierras y cuatrimotos; reforestar y tratar árboles con plagas; construir pozos de absorción que alimentan el manto freático y evitan inundaciones en la parte baja del bosque; áreas de juegos infantiles, alumbrado y mantenimiento de la pista de corredores.
Un bello libro, editado en 2009, detalla la historia geológica de la zona donde se ubica el bosque, enlista sus especies vegetales y animales. Igualmente el manejo racional que se hace de este pequeño, pero ejemplar pulmón verde.
Las lluvias intensas ocasionan en la cuenca de México severas inundaciones; afectan muy especialmente a miles de familias de clase media y pobre. Es el costo económico y social por permitir y tolerar que la urbe se extendiera anárquicamente sobre áreas naturales que retenían los flujos de agua de las lluvias.
Urge entonces impedir que la mancha de asfalto destruya más árboles y áreas agropecuarias. El ejemplo del Bosque de Tlalpan muestra cómo autoridades y sociedad civil pueden evitar tragedias mayores. Y es posible si por la cuenca de México se reproduce este exitoso programa de conservación.
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