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La Jornada: Democracia en cuestión


U

no de los actos que definen la característica de un gobierno es la formulación de su presupuesto. El que Donald Trump envió al Congreso refleja nítidamente cuál es el tipo de Estado que tiene en mente. Dos son los elementos fundamentales en su concepción: menos impuestos, principalmente para los más adinerados, y menos gasto social para las mayorías que menos tienen. Los primeros gozarán de un impuesto menor a sus ganancias y capitales; para los segundos se mermarán aún más los recursos destinados al sector salud (Medicaid) que beneficia a quienes carecen de un seguro privado, y los subsidios al consumo de la mayoría en que viven las clases más necesitadas.

Las fracciones conservadora y ultraconservadora del Partido Republicano han coincidido en que se apruebe una reducción permanente a los impuestos y un recorte en el gasto social. En la Cámara de Representantes el presupuesto fue aprobado después de un estira y afloja entre los legisladores republicanos, lo que obligó al presidente a llamar a cuentas a quienes se oponían a su propuesta. Les jaló las orejas y el presupuesto fue aprobado con uno o dos votos republicanos y el de toda la minoría demócrata en contra. El paso siguiente fue la discusión en la Cámara de Senadores. Fue significativo que los halcones fiscales, como se les llama a quienes se oponen a cualquier crecimiento en el déficit fiscal, se negaron a aprobarlo debido a que la propuesta de la Casa Blanca aumentaría en cinco trillones de dólares el déficit. Se prevé que la solución final provendrá de la llamada conciliación en que ambas fracciones deberán ceder en sus ambiciones y aprobarlo. De nuevo, como lo hizo con los legisladores en la Cámara baja, el presidente amenazará a quienes en su propio partido se oponen a su hermoso proyecto de presupuesto como bautizó al mamotreto que lo contiene.

Lo patético del asunto es que, por razones diametralmente diferentes, los legisladores demócratas en ambas cámaras han votado con la fracción más conservadora de los republicanos para evitar que el presupuesto se apruebe. No es difícil prever que en el Senado también se apruebe una vez que los republicanos logren algunas prebendas, lo que nuevamente dejará colgados a los demócratas.

Se antoja que el bipartidismo característico de Estados Unidos no es ni ha sido la vía para resolver los problemas de las clases más necesitadas. Con excepción de dos parteaguas, uno en los años 30 con la puesta en marcha del New Deal, que caracterizó el presupuesto de Franklin Roosevelt, y el otro en los años 50, que dio apertura al programa de la Gran Sociedad impulsado por Lyndon Jonhson; no obstante, el beneficio social promovido por ambos programas a la larga fue insuficiente para lograr una disminución relativa en la desigualdad y para sacar de la pobreza a millones de estadunidenses. Por razones de estrategia política, cuando las administraciones demócratas han tenido oportunidad de diseñar un presupuesto que contenga soluciones de largo plazo para remediar pobreza y desigualdad, no han podido o simplemente no han querido arriesgar los votos que reciben de un sector cada vez menor de la sociedad.

Por razones de praxis política, propuestas como las del senador Bernie Sanders y la representante Alexandra Ocasio han sido rechazadas por sectores a los que les perturba un cambio que rompa con la comodidad relativa de la cada vez más disminuida clase media (de 61 por ciento en 1971 a 50 por ciento en 2021: organización PEW).

La ejemplar democracia estadunidense ha sido insuficiente para cambiar las precarias condiciones en que viven 30 millones con menos de tres dólares diarios, según el censo de población (el índice Gini, que mide la pobreza relativa, revela que pasó de 0.43 en 1990 a 0.47 en 2023). Para mala fortuna de millones, la corporación Trump y sus congéneres republicanos sí han decidido poner en marcha una reforma a fondo, pero en sentido contrario de la que hubiesen deseado esos millones.

Mientras todo eso sucede, dos preadolescentes se metieron a un lodazal a insultarse y ensuciarse de la forma más patética. El problema es que uno tiene a su disposición un botón rojo y el otro todo el dinero del mundo.



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