Advertisement

La Jornada: ¿El nuevo Poder Judicial?



José M. Murià

N

o se tome mi opinión como la de un experto en la materia. Mas puedo abonar a mi favor, por una parte, haber vivido más de 80 años en este país y, por otra, de haberlo transitado casi todo él: desde Tijuana hasta Chetumal y de la desembocadura del Suchiate hasta Bagdad, en la del río Bravo, en el Golfo de México, al que ahora unos cretinos le quieren cambiar de nombre, no obstante que tiene ya varios siglos que propios y extraños le han llamado así.

Al paso de tanto tiempo me ha tocado leer y escuchar sobre mi país un sinfín de opiniones de las bocas más diversas: podríamos asegurar que de casi todo México corren opiniones encontradas. El casi se debe al Poder Judicial, mismo que lo más que se puede hacer a su favor es mantener la boca cerrada; pero no hay nadie que pueda tacharlo de impoluto.

Defensores los hay, sin duda, por parte de quienes perciben de él magníficas tajadas ilegales y suculentos salarios gracias a los acomodos que hizo hace años el nefasto presidente Zedillo Ponce de León. No hay que tener mucha memoria de los enormes estipendios y prerrogativas que éste estableció por sus pistolas para que la cúpula del Poder Judicial bailara al son que a él mejor le pareciera. El resto quedaba bien satisfecho con su actuación, definida por los comentarios populares como a uñas totalmente libres.

Los comentarios fueron y son siempre los mismos y, lo que resulta peor, es que se antoja completamente normal. Para los mexicanos de hoy así ha sido durante toda su vida, de manera que, a muchos de ellos, el ejercicio de la mordida en el Poder Judicial, desde la simple policía de tránsito hasta incluso delitos del orden común y desfalcos de alto nivel, lo tienen normalizado.

Lo que se pretende es una limpieza general mediante una renovación de pies a cabeza y dejar al juicio de la sociedad el acceso a percibir decentes salarios en el Poder Judicial y que sea el juicio de la ciudadanía el que juzgue el paso de los servidores públicos.

Es cierto que, ya desde ahora, hay postulantes con antecedentes de pillerías… Uno se pregunta: ¿de dónde se puede sacar pulcritud en un territorio con tales antecedentes? No cabe duda de que, salvo excepciones de las que muchos podemos hablar, lo habitual es que casi todo aquel que tenga que ver con la impartición de la justicia ya esté hecho al modo o al ánimo de una corrupción que se ve como lo más natural del mundo.

Aunque mi optimismo no sea mayor, me parece que el esfuerzo vale la pena y si pronto se puede lograr aunque sea una sensible reducción del manejo clandestino de dinero podremos ver un porvenir más alentador en este sentido.

El hecho de que resulte imposible lograr un aseo cabal de la noche a la mañana, no debería hacernos pensar que el intento de esa empresa en verdad revolucionaria no vale la pena. En la sociedad, las luchas nunca tienen resultados categóricos y absolutos, pero vale insistir en que sería muy prometedor si los mexicanos respaldáramos en términos generales este intento y, no por discrepar en otros aires con el gobierno, no se solidarice la mayoría de la gente con el objetivo para un beneficio común.

En realidad, la resistencia de algunos es también un reflejo del alto grado de complicidad con la corrupción que padece la sociedad mexicana. Es mucho peor dejar las cosas como están.



Source link

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *