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La Jornada: Frenar la ultraderecha


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omo hemos sostenido siempre, la historia no tiene leyes inexorables, y mucho menos la humanidad camina siempre hacia adelante, hacia mayores parámetros de justicia social, fraternidad universal, tolerancia a la otredad y cuidado de la naturaleza. No. También hay etapas de inequidad social, nacionalismo excluyente, rechazo a las diferencias y depredación de nuestra casa común, la tierra. Hoy vivimos una de esas etapas de involución. Hoy gobierna la ultraderecha en puntos neurálgicos del orbe, y la humanidad está bajo amenaza.

Como observamos ya, conquistas que muchos creían ganadas para siempre hoy se han extinguido, erosionado o están en tela de juicio. Los derechos sociales, como el acceso a la educación, la salud y la seguridad social, ya no son de acceso universal en varios países, en otro momento regidos por el paradigma del Estado de bienestar y publicitados como tierra de oportunidades.

Hoy el concepto de fraternidad universal, o cuando menos de globalización y autocontención para evitar la autodestrucción total, está rebasado. El mundo de la posguerra que construyó la Organización de Naciones Unidas (ONU) y redactó la Declaración Universal de los Derechos Humanos está colapsando. Las viejas alianzas están rotas, y los equilibrios tejidos por ocho décadas ya no existen.

La paz mundial pende de dos o tres poderes autárquicos y prácticamente de uno solo. Por una parte, la guerra Rusia-Ucrania no cesa, y hoy está sujeta al sometimiento de una de las partes, Ucrania, a un tercer actor que ha puesto como condición la renuncia a la soberanía sobre sus minerales; mientras el otro actor, Rusia, debe también ceder en aspectos sensibles de su política energética, comercial y geoestratégica, que no se ve fácil que entregue a su adversario histórico.

La ruptura de la alianza histórica de Estados Unidos con la Unión Europea termina con el orden mundial surgido de la Segunda Guerra Mundial, alianza militar, política y económica quebrantada por la guerra de los aranceles, y abre un periodo de incertidumbre para esa parte del mundo y para los demás bloques de poder de una nueva geopolítica en construcción y sin destino cierto.

El conflicto en Oriente Medio tampoco tiene una solución garantizada, y mucho menos estructural, con la pretensión de hacer de la franja de Gaza un lugar para el esparcimiento turístico, después de que históricamente ha sido manchado por un baño de sangre, con la pérdida de miles de vidas humanas, que no alcanzaron el sueño de dos patrias, dos soberanías territoriales.

Por otra parte, el paradigma dominante de un libre comercio global, con reglas claras para todos los actores, con defectos graves que nosotros hemos denunciado, pero en general con un efecto de suma positiva, en donde todos los países ganan, ese esquema está trastocado, y una guerra comercial está en marcha. Abundan las voces calificadas que denuncian que la guerra de aranceles, impulsada por un nacionalismo exacerbado y ajeno a las reglas que han hecho funcional a la economía mundial, es un despropósito monumental que terminará afectando a todos, con una recesión global que dañará a todas las economías nacionales, comenzando por sus promotores.

Los principales mercados financieros ya acusaron el golpe, un golpe absurdamente autoinfligido la semana pasada. El índice S&P 500, que incluye a las mayores empresas estadunidenses, cayó 2.69 por ciento, mientras el Dow Jones perdió 2.08 por ciento. El Nasdaq se hundió 4 por ciento al cierre de las operaciones, su mayor desplome diario desde 2022, y hubo fuertes pérdidas en otros mercados, con las acciones tecnológicas sufriendo las mayores caídas.

Ha sido una jornada brutal en Wall Street, una jornada bursátil demoledora y con caídas generalizadas en todos los sectores, resumió Erin Delmore, corresponsal de negocios en América del Norte de BBC News. En el terreno de la democracia plural y los derechos humanos, hay una clara ofensiva de la ultraderecha para dinamitar las bases del estado de derecho, debilitando las instituciones democráticas para implementar una agenda autoritaria. Al mismo tiempo, socavar el movimiento feminista y las diferencias personales, ajenas al formato binario, y sobre todo, intensificar la hostilidad hacia la migración, especialmente la procedente de América Latina, África y los países islámicos.

Esta embestida neofascista ha llegado incluso al subcontinente latinoamericano, con Javier Milei, en Argentina; los resabios del movimiento de Jair Bolsonaro en Brasil, y las pretensiones de la agrupación Patria y Familia, de constituirse primero en partido político con registro oficial, y luego asaltando el poder con apoyo en la derecha estadunidense, hoy empoderada.

Lo relativo al daño generado por el empoderamiento de la derecha conservadora y la ultraderecha a la salud y aun la viabilidad del planeta, lo analizaremos en la próxima colaboración.

En suma, estos son tiempos de regresión histórica, de pérdida de lo ganado, de amenaza para lo que aún se tiene, pero también tiempos para defender las conquistas de la humanidad en materia de paz estable, instituciones democráticas, libre comercio con reglas claras para todos y, sobre todo, derechos humanos de las minorías, comenzando por los migrantes.



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