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La Jornada: Ha llegado el momento


L

a existencia de Estados Unidos ha sido una catástrofe continua para el mundo. Muchos europeos pueden ahora sumarse a esta afirmación. EU ha asesinado a diestra y siniestra durante la mayor parte de su historia; ninguna potencia dominante en la historia tiene en su haber, y probablemente no tendrá, la cantidad de muertes humanas que ha perpetrado el imperialismo yanqui. Trump cree que el planeta está poblado de enemigos de EU y tiene que matarlos a todos. Algo así dijo en West Point.

Trump dice querer alejarse del apego ho­mi­cida de muchos de sus antecesores, aunque ha iniciado quizá el mayor proyecto de producción de misiles balísticos de EU ( Golden Dome). Quiere sociedades sin guerra, que acepten ser exprimidas sin miramientos: la insaciable avidez del mercader no cesa nunca. El mayor afán de Trump –que a él mismo le parece jocoso– es bolsear a todo mundo. Así lo tasa todo: cuánto cuesta, cuánto vale, cuánto gano. Lo demás es nonsense.

Trump no quiere la hegemonía sobre las sociedades del mundo; el consenso no es lo suyo. Necesita el puro dominio, y para Trump dominar es someter: me pagas y me concedes lo que se me dé la gana, o te aplasto como a una mosca a punta de arancelazos, y con las armas si es preciso. Trump representa la estación final de una historia de pérdida de la hegemonía mundial de EU. Él lo sabe, a su modo. Pero ese hecho no lo inquieta; lo primordial es que la caja registradora suene.

México mantiene una dependencia económica profunda respecto de EU. De ahí brota una política económica siempre acotada; la política económica no produce hoy esa dependencia. La dependencia nace de la estructura productiva industrial de México, en gran medida inserta en la de EU. Pero es con la política económica de largo plazo que, gradualmente, podría ser superada. Y es necesario hacerlo porque hoy nos mantiene con una economía industrial trunca, inacabada, cuyo timón no está en México. Está en EU y en manos de innumerables empresarios extranjeros. La dependencia se traduce en una sangría de valor que nos mantiene con niveles de ingreso nacional más bajos de lo que podría ser con una economía más integrada y diversificada. Agreguemos que no hay economías, hoy día, integradas totalmente en un territorio nacional: hoy tenemos un modo de producir global, una división internacional del trabajo que complementa a todos y en ese marco nos moveremos en el futuro previsible. La globalización llegó para quedarse, pero alcancemos una autodeterminación suficiente, decidiendo cómo nos insertamos en la economía global, qué y cómo queremos producir para satisfacer las necesidades, primero, de todos los pobres. Por el bien de todos.

Podemos ahora emprender ese curso histórico. Ahora que de EU sólo podemos esperar bofetadas, burletas, coerción y trato comercial ventajista. Vivimos el fin de una economía mundial con un solo polo dominante, y la marcha sinuosa pero cada vez más firme hacia una economía multipolar que busca expresamente unas relaciones ventajosas para todos.

Dirijamos nuestros pasos futuros hacia el grupo BRICS, que ha crecido visiblemente de sus inicios. Un mercado común de Europa y América del Norte, como el que propone el canciller Antonio Tajani, de Italia, presenta ángulos atractivos, pero una propuesta concreta, aceptable para el EU de Trump, encerraría una postura ventajista. Trump quiere pescar a los demás con los dedos atrapados en la puerta todo el tiempo.

Otro gran tema, con imperiosa necesidad de atención, es el de los ingresos del Estado. Andrés Manuel rechazó la idea de una reforma fiscal alegando que, por lo pronto, era suficiente con combatir los niveles astronómicos de corrupción dentro del Estado. Y sí, conforme avanzó en esa batalla, fue mostrándose que la corrupción era un barril sin fondo. Y pudieron rescatarse más y más recursos. Quizá Andrés Manuel vio en la reforma fiscal la apertura de un conflicto político mayor, cuando aún desconocíamos el alcance que tendría la revolución de las conciencias y, por tanto, el alcance del apoyo político de la sociedad a la 4T. Hoy es otro momento. La oposición se compone de los remanentes de la corrupción; vale muy poco.

La reforma fiscal no tiene que ser total en un solo lance. Puede ser paso a paso y poco a poco. Un año tras otro de la 4T hemos visto el desmedido crecimiento de las ganancias de los bancos, la mayoría extranjeros. La tasa de aumento de sus ganancias ha sido, con mucho, más alta que la tasa de crecimiento del ingreso nacional. Eso significa que el ingreso nacional ha tendido a concentrarse en gran medida en los bancos, generando mayor desigualdad. Esas ganancias constituyen un espacio primordial para un gravamen relevante. Además, es público y notorio que en México los bancos obtienen ganancias sustancialmente mayores que en sus países de origen. Pueden ser gravadas algunas operaciones financieras. De modo que haya recursos fiscales adicionales significativos.

Ha llegado el momento.



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