L
a vida se ha vuelto penoso caminar. Ir y venir de las torres de papel en dialecto legaloide, a las entrevistas forzadas con fiscales de hierro, a las fosas de asesinados, a las reuniones del duelo común. Los cuerpos dolientes gastan zapatos, tenis, huaraches, zapatillas, chancletas, botines, y sus huellas se pierden. Para que conste este penoso deambular de la muerte en vida activa, para que haya esperanza de encontrarlos vivos, es que las suelas son ahora registro de nombres, edades y lugares señalados por la exigencia de saber dónde están: busco a mi papá porque es mi papá, busco a mis cuatro hijos, busco a mi hija levantada, busco a mi hijo sacado a patadas y golpes de nuestra casa. Llegan desde Honduras, Argentina y las huellas caminan desde Tijuana hasta Chiapas. El territorio construido así es el de la nación al encuentro de la justicia urgida de constancia memoriosa, bien grabada con las toscas y firmes letras de las manos compañeras.
Ir y venir, preguntar, recibir amenazas e insultos, mantener vivo el dolor y la zozobra de la esperanza como dato por verificar, hace de los familiares de desaparecidos una legión sin más plan de vida que la búsqueda y encuentro de los seres queridos. Convertidos en expertos en descubrir fosas clandestinas por el aislamiento de unas piedras, el montículo sin yerba o la tierra dispareja y floja, los familiares caminan y no sucumben a la fatiga ni a la preocupación por el sostén de sus casas.
Había que señalar estos caminos que fluyen al encuentro de apoyo y solidaridad porque va quedando claro que los criminales se apoyan entre sí y no tienen límite. Las leyes no son la justicia, lo saben los facilitadores de la impunidad de los culpables a cambio de los castigos leves a los ejecutores de órdenes superiores sometidos al lema del poder político militar: las órdenes se cumplen, no se discuten.
De aquí las palabras buscar y encontrar vivos para significar el apoyo de los cuerpos de los familiares afectados, una colección de zapatos son soporte grabado de quienes necesitan dejar huellas de su paso para que todos sepan su desgracia, se conmuevan y contribuyan a la restitución de las vidas interrumpidas.
Huellas de la memoria es un conjunto de grabados en sentido amplio para precisar constancia de los secuestros y acompañarla de un mensaje amoroso. Sobre las suelas, las palabras grabadas con el trazo tosco y firme alude a los cuerpos dolidos y clamantes de quienes tienen nombre, rostro, historia y merecen ser y regresar. El llamado a la atención pública de los familiares organizados es concretado por los caminantes que entregan sus calzados. De estos nexos y articulaciones crece la organización contestataria por la justicia. La elocuencia de estas huellas remite no sólo al dolor de las víctimas, sino da sentido a los insultos y campañas de mentiras oficiales y exculpadores del Estado al confirmar la impunidad de funcionarios de arriba, abajo y de todos lados. Fue el Estado
es la consigna que ha activado el internacionalismo porque el clamor doloroso y furioso corresponde a la globalización del crimen organizado con todo y gobiernos sicarios incluidos y con los grandes negocios que significan las armas, las drogas, los acarreos de pobres. Publicistas y traficantes de prestigios y desprestigios contra los justos hacen fortunas, cuidan imágenes de los criminales y les componen escenarios para sus farsas. De aquí el recurso desde abajo y a la izquierda de dar a entender el dolor de las víctimas con el soporte de su don principal en acción por la vida: su cuerpo, los pies donde se apoya, las suelas de sus zapatos transformadas en huellas para la memoria. Grabadores compañeros descubren los recursos técnicos para escribir en las duras suelas o sobre linóleo pegado en las gastadas superficies con la tierra de calles y plazas, fosas clandestinas y basureros, arroyos, caminos pedregosos, restos de campamentos improvisados y hasta de los finos tapetes de las oficinas de los sicarios del Estado. En ellos camina una historia de penosa y esforzada búsqueda que no cesa, que se hereda de padres a hijos que siempre queda grabada como memoria del ausente urgida de la actualización de su rostro, de su andar, de su voz y de confiar en que un buen día aparezca.
Diez años cumple el proyecto colectivo con 350 pares grabados. En su ruta europea recogió zapatos de Argelia, Túnez y Sahara occidental que se suman a los de América Latina como denuncia de la desaparición forzada como práctica represiva en gran parte del mundo. En la exposición actual en el Palacio de Minería, abierta del 8 de mayo al 3 de agosto, se incluyen 302 pares.
Es tal el capitalismo por despojo que no logra vencer la memoria de las víctimas. La dialéctica de la historia responde. Una nación doliente constructora de justicia recibe las huellas de la memoria necesaria y construye la esperanza común con organización justiciera, autogestiva, desconfiada del poder del Estado. Huellas de la memoria denuncia, construye solidaridades, alerta de los crímenes del Estado y sus cómplices, prueba la urgencia de significación de la digna rabia como cimiento amoroso del lugar de los justos.
* Periodista
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