M
uchas cosas están sucediendo a lo largo y ancho de un instante. Hagamos un esfuerzo de síntesis.
Apenas en noviembre del año pasado, José María Serralde llegó como coordinador nacional de Música y Ópera al Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), y sus formas y su argucia para surcar ese espacio (esos espacios) se han hecho sentir con fuerza desde un principio.
En cuanto a los terrenos del jazz, en febrero pasado se echó a andar Jazz Inbal, un ciclo mensual de conciertos ya programado para 2025, y que viene a remplazar a aquella habitual y apartada semana de conciertos jazzísticos que el Inbal organizaba. Hasta el momento, por ahí han pasado ya los ensambles de Héctor Infanzón, Carolina Mercado, Lucía Gutiérrez, Alex Mercado y la Big Band Jazz Kidz de Manuel Huízar.
Platicamos brevemente con el maestro Serralde para conocer los detalles de Jazz Inbal y, sin más, nos enfrentamos a la agradable sorpresa de un funcionario de alto nivel con la materia gris hiperpoblada, con una claridad de conceptos que lo sumergen de lleno en los intrincados esteros del jazz y con la disponibilidad plena para explorar y abrazar las rutas del porvenir.
“En adelante –nos comenta el maestro–, la casa del jazz será nuestro recién inaugurado Jardín Escénico; en particular el Pabellón Escénico. El jazz está en una suerte de efervescencia en la ciudad, pero es una exaltación que está reclamada por las propias comunidades. Lo que estamos buscando es integrar al instituto a esta colectividad.
“Entendemos el objeto jazzístico no nada más como la música que proviene de Estados Unidos y su evolución en el mundo. Debemos entender el jazz como este conjunto de lenguajes armónicos, tímbricos, rítmicos, que quedaron imbricados en todas las culturas musicales que estuvieron en medio de la tensión entre una cultura opresora y una oprimida. Y ésa es justo la ecuación que queremos rastrear, que queremos celebrar en la programación de Jazz Inbal.
Jazz Inbal es uno de tantos esfuerzos que estamos emprendiendo a favor de una programación colectiva, de una mirada ex colonial, de mirar el jazz desde América Latina, en particular desde México; ya que nuestras programaciones justo están funcionando en este sentido. Y no porque sólo se programe jazz latinoamericano, sino porque lo bonito va a ser mirar la evolución del jazz desde aquí, desde México.
–El próximo jueves será el turno de Remi Álvarez.
–Sí. Éste será nuestro primer guiño al jazz de experimentación. Hasta ahora, nuestra programación ha sido muy vinculada al jazz mexicano y a sus jazzistas… no quiero decir convencionales, porque no lo son; más bien de exploración en otro sentido.
Además, el actual espacio destinado es un sitio fantástico, es hermoso para jazz por la noche. Se puede convertir en un club al estilo Nueva York, con cortinas cerradas, una caja negra acústicamente cuidada. O se puede convertir literalmente en un espacio en contacto con la naturaleza cuando abrimos las ventanas y tenemos audiencia sentada en el jardín, escuchando a los artistas.
–¿Tienen ya contacto con los grupos de la República?
–Hemos comenzado ya el contacto. Apenas llevamos seis meses de programación. Lo que estamos haciendo es alcanzar estos contactos. Con Carolina Mercado pudimos alcanzar el universo del jazz en Guadalajara. Para el 19 de junio se presenta Iraida Noriega en el Pabellón.
Y como este jueves es el turno de Remi Álvarez, buscamos al legendario maestro, quien desde hace un año guardó sus célebres saxofones (soprano y tenor) para dedicarse en exclusiva a las flautas Bansuri, de la India; tal como se presentará, acompañado por Arturo Báez en el contrabajo y Rodo Ocampo en la batería.
–Eras un saxofonista por excelencia ¿Por qué lo abandonaste?
–Hace un año me fui a Nepal y me llevé una de las flautitas bansuri que compré en la India hace 10 años. No les había agarrado el modo, porque son un poco difíciles. Pero seguía trabajando con éstas, y en Nepal realmente me cautivó la forma de la musicalidad de su sonido. Dejé el saxofón, porque no me interesaba mezclar las dos cosas.
–Esta flauta que utilizas actualmente no es muy pequeña.
–No, ésta es la grande. Su sonoridad finalmente me hizo modificar mi lenguaje. También utilizo algunos pedales como apoyo. A nivel espiritual, esas flautas me conmueven mucho.
–¿Qué tan espesa o qué tan amable es tu nueva propuesta?
–Por un lado estas flautas son súper amables, su sonido cautiva. El jueves vamos a tocar dos piezas lentas, como baladas; una característica es la melodía. Y la otra parte será más experimental, de improvisación libre con el trío.
–Improvisación libre como lo que hacías con Cráneo de jade, pero ahora con nuevos timbres.
–Exactamente. Vamos a hacer unas tres con ese tipo de improvisaciones.
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