E
n una suerte de catacumbas o lugares de culto más allá de las redes, los lugares para escuchar jazz en vivo han existido apenas siempre en la Ciudad de México. La mayoría de ellos, enmarcados en una efímera existencia que los sentenciaba, cuando bien les iba, a un vago recuerdo entre las sombras de dos o tres melómanos.
Pero están también aquéllos que, aun después de años y años de haber desaparecido, siguen danzando en la memoria y en las conversaciones de los jazzófilos mexicanos. Ahí están el Riguz, el New Orleans, el Arcano, el Papa Beto, y dos o tres más que se han ido incorporando poco a poco a la lista.
Hoy día, entre los heroicos y privilegiados lugares de excepción, se encuentra el Zinco Jazz Club, enclavado en pleno centro de la Ciudad de México, en la esquina de Cinco de Mayo y Motolinia, y que en este 2025 está cumpliendo 20 años de vida. Y aunque el compañero Gardel cantaba que veinte años no es nada
, en el contexto de la síncopa nacional 20 años es mucho, y cumplirlos contra viento y marea y pandemia, es todavía más; es un amplio y excelente motivo para celebrar. Que si no.
Y la comunidad del Zincocelebró a tambor batiente durante todo el mes de abril, bajo la batuta de su fundador y director general, el pintor abstracto Ernesto Zeivy. En mayo continuaron los festejos, arrastrando un poco con la resaca abrileña, y ahora en junio las festividades seguirán con la habitual y degustable programación del lugar y con una o dos novedades. Veamos.
–“Le echamos más ganas en abril –nos comenta Zeivy–, porque el Zinco se inauguró el 20 de abril de 2005.”
–Y al poco tiempo tuviste fuertes problemas con los socios del club.
–Sí, dos o tres años después tuvimos la demanda laboral, de un ingeniero de sonido, que perdimos. Tuvimos que pagar y los socios tiraron la toalla. Pero nosotros seguimos sorteando los problemas fuertes, como la pandemia de 2020.
–La revista DownBeat, que es una suerte de biblia jazzera desde hace muchos años, los consideró uno de los mejores clubes de jazz en el planeta. ¿Cómo estuvo eso?
–Desde nuestro segundo año, DownBeat nos incluyó en su lista de Top 100 Jazz Venues, o Top 100 Jazz Clubs in The World; y desde entonces nos incluyen en esa lista.
–Y festejando ahora sus 20 años.
–Bueno, hemos cumplido 20 años, que no son nada, comparados con los grandes lugares del jazz internacional, pero… ahí vamos, año tras año, década tras década.
En abril pasado tuvimos una cartelera de lujo, con algunos de los mejores exponentes del jazz nacional, como Iraida Noriega, Alex Mercado, Calacas Jazz Band, Lucía Gutiérrez, Diego Franco, la Zinco Big Band. También tuvimos a Bill Cunliffe, pianista ganador del Grammy. Ahora vendrán otros grandes, como Todd Clouser, Ingrid Beaujean, Pablo Prieto y muchos otros.
–Y tienes ya un segundo escenario en el club. ¿Cómo está esto?
–Este cuarto es un espacio íntimo, sólo para 25 personas, dentro de una de las bóvedas; acondicionado con un muy buen equipo de sonido y con gran acústica. Ahí se presentan normalmente dúos. Es un proyecto de mi amigo, y ahora socio, Yanko Téllez.
–Pero sigues muy activo en la pintura, en tus abstracciones.
–Mira, yo soy sólo un aficionado a la música que disfruta mucho del jazz. Pero soy pintor y he estado dándole a mi oficio sin parar. Este año ya tuve dos exposiciones individuales; una en Ensenada y otra en Metepec. Ahorita estoy preparando una en la Ciudad de México. Ya te avisaré.
Salud.
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