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La Jornada: La trampa del PIB


I

maginemos dos economías. En la economía uno, el costo de la vivienda es prohibitivo, las rentas aumentan año con año muy por arriba de la inflación, los servicios médicos también, enfermarse o requerir una ambulancia puede causar la quiebra financiera. La educación universitaria gratuita no existe, asistir a una escuela, aunque sea pública es extremadamente caro. Los seguros y el sector financiero generan masivas ganancias y son infamemente conocidos por no honrar sus compromisos. En la economía dos lo anterior se consideran bienes y servicios esenciales, y/o públicos ¿En cuál le gustaría vivir? Para hacer aún más compleja la respuesta, imaginemos que la economía dos produce cuatro veces más electricidad, consume casi seis veces más energía, domina la mayoría de las industrias de alta tecnología, produce más cemento, acero, baterías, vehículos, etcétera y representa 25 por ciento de toda la capacidad productiva del planeta. Entonces en ¿cual le gustaría vivir? Si la respuesta la da un economista tradicional, probablemente se enfocaría en dos métricas para dar dicha respuesta, el tamaño del PIB y su tasa de crecimiento. Bajo esa métrica, la economía uno ganaría. ¿Cómo lo sabemos? Porque esas economías son Estados Unidos (EU) y China. Bajo la métrica por excelencia, el PIB, la economía de EU sería la más atractiva; sin embargo, precisamente por eso es que debemos repensar la importancia de este indicador y comenzar a discutir cómo remplazarlo por algo que sea más relevante.

Pero primero, ¿qué es el PIB? Es un indicador que mide el valor total de los bienes y servicios que se producen en un país durante un periodo definido. Dicho análisis se hace limitado a un territorio, y para comparar, por lo general se expresa en dólares. Aquí es donde comienzan a surgir varios problemas. El PIB no considera la diferencia de precios entre países por los bienes y servicios, la eficiencia del gasto en la economía, los sectores ni tampoco la desigualdad económica. Es decir, el mismo bien/servicio, puede costar menos en un país que en otro y eso afecta de manera significativa la composición del PIB. Un ejemplo son los servicios médicos, en un país puede costar 100 dólares, en otro 30. De hecho, varios casos en EU se han vuelto famosos porque a sus ciudadanos les resultaba más barato viajar a otro país, vivir un mes ahí, y realizarse una operación, que el costo de la operación en EU. Esto infla el PIB, pero no nos dice nada más, sólo que en EU se gasta más por el mismo servicio.

Para esto se han elaborado indicadores, como la paridad de poder adquisitivo, que muchos economistas se reúsan a utilizar, que toma en cuenta las diferencias de los precios entre países. Bajo esta óptica, en 2023 el PIB de China es de 33 billones de dólares, 38 por ciento más alto que el de EU. En muchos otros sectores de EU se repite el mismo fenómeno, si la renta aumenta 20 por ciento, o si las escuelas aumentan la colegiatura 40 por ciento la economía crece en papel, aunque en la realidad los ciudadanos se encuentren peor que el año pasado, porque ahora pagan más por exactamente lo mismo. La obsesión con el crecimiento infinito del PIB provoca que esos sectores extractores de renta se vayan volviendo esenciales en la economía, generando un incentivo perverso. ¿Para qué regular los precios de los seguros, de la atención médica, educación y de la vivienda si impulsan el crecimiento del PIB? Peor aún, sin regulación, los incrementos pueden ser exorbitantes y los ciudadanos seguirán pagándolo, y el PIB continuará creciendo, pero si se regula y los precios bajan a niveles donde la calidad de vida mejore, entonces el PIB se verá severamente afectado. En EU, 52 por ciento de su PIB se compone de esos sectores; 18 por ciento es la industria de la salud, infamemente famosa por ser la más cara de toda la OCDE y tener los peores resultados. ¿Qué le pasaría al PIB si se pusiera una política de acceso universal a la salud en ese país? Quizás caería. Centrarse en que el PIB crezca a toda costa, puede generar efectos adversos en la calidad de vida de los ciudadanos.

Otro gran problema es que el PIB mide la cantidad de bienes y servicios que se generan en el territorio del país sin importar dónde termine ese valor. Es un problema porque si bien el PIB de un país puede estar creciendo, todas las ganancias pueden terminar en otro lado. Tomar el PIB como único punto de referencia ha ayudado a enmascarar el saqueo que han vivido varios países al reportar aumentos en la producción de bienes, y también es pilar de la evasión de impuestos. Un gran ejemplo son los países latinoamericanos que, durante el neoliberalismo, recibieron inversión extranjera para desarrollar industrias de exportación. El PIB crecía, pero ganancias y bienes eran enviados a otros países mediante esquemas corporativos.

Ese dinero, se contaba en el PIB, pero nunca afectaba la economía real. Irlanda es otro gran ejemplo, a partir de 2013, su PIB comenzó a crecer de manera acelerada duplicando su valor en sólo 10 años. ¿Cómo fue posible? Se volvió un paraíso fiscal para grandes empresas. Las grandes tecnológicas movieron su propiedad intelectual a Irlanda, ocasionando que se considerara gran parte de su actividad económica se generaba ahí, aunque después el dinero salía del país sin impactar la economía de ninguna manera.

Mantener el PIB como indicador principal del desarrollo humano y su tasa de crecimiento como principal objetivo, es un error. Poco a poco, va incentivando que la estructura económica se vuelva extractiva, y prohibitiva para la población. No genera ningún incentivo para mejorar la calidad de vida de las personas, o el desarrollo económico de los países pero si genera todos los incentivos para un sistema oligárquico. Es momento de comenzar la discusión para dejar atrás la trampa del PIB.

X: @aloyub





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