E
n los últimos años ha ocurrido en Estados Unidos (EU) y en varios países europeos y latinoamericanos, un crecimiento de proyectos políticos de derecha y extrema derecha que tienen como denominador común el rechazo a la democracia liberal, a los partidos políticos tradicionales, al statu quo político, intelectual y empresarial, a la migración, al orden internacional y a los organismos multilaterales construidos después de la Segunda Guerra Mundial y el fin de la guerra fría. Comparten una postura nacionalista, xenófoba, racista, en muchos sentidos supremacista y proteccionista en el terreno comercial. Esos proyectos han construido una narrativa defensiva que identifica como causas de los males que aquejan a sus sociedades a los compromisos construidos por anteriores gobiernos en acuerdos comerciales bilaterales o regionales, y culpan también a los migrantes, a la corrupción de los gobiernos y a la ceguera y sordera de sus autoridades que no han escuchado los reclamos de sectores de la población que se sienten afectados por la pérdida de empleos y bienestar, por el aumento de la pobreza y la desigualdad, por la inseguridad creciente, por el aumento de la violencia y la desesperanza. Las expresiones más representativas de esos proyectos las encarnan el amplio triunfo electoral de Donald Trump en la presidencia de EU, el Brexit, el triunfo de Milei en Argentina y el crecimiento electoral de la extrema derecha en Francia y España, por mencionar algunos.
La punta de lanza y la expresión más descarnada de esos proyectos es el gobierno de Trump. Desde su llegada al poder ha lanzado una violenta ofensiva política en múltiples frentes, externos e internos, A nivel exterior, está impulsando un agresivo plan para mantener la hegemonía de Estados Unidos en el mundo, que tiene como su principal eje una guerra comercial con China, su rival a vencer. Esa estrategia comercial se complementa con una singular política exterior, que incluye un acuerdo con Rusia para terminar la guerra con Ucrania en condiciones ventajosas para el gobierno de Putin, abandonando la ayuda militar al régimen de Zelensky, legitimando la invasión rusa en territorio ucranio y dejando solos a Francia y Gran Bretaña, al igual que al resto de los países de la OTAN en ese complicado conflicto regional. Intenta hacer algo similar en Gaza, fortaleciendo la postura de Israel, con una mayor participación directa de EU en la zona, haciendo a un lado completamente a la población palestina en ese territorio ocupado. Ha insistido en su intención de recuperar el control del Canal de Panamá y de apoderarse de Groenlandia.
En el terreno comercial, ha comenzado tirar por la borda, en los hechos, el Tratado Comercial de Estados Unidos con Canadá y México imponiendo unilateralmente el 4 de marzo aranceles de 25 por ciento a los productos que importa de Canadá y nuestro país, medida que ha suspendido hasta el 2 de abril; ha impuesto a China un arancel adicional de 10 por ciento a todos los productos chinos y amenaza con imponer aranceles recíprocos
al resto de los países con los que comercia. En paralelo, está presionando a muchas empresas estadunidenses, en ramas como la automotriz, electrónica y de cómputo, para que abandonen México y regresen sus plantas a territorio estadunidense.
En el frente interno, su aplastante triunfo electoral lo ha alentado a pasar a la ofensiva anulando conquistas históricas de las minorías étnicas y sexuales, de la población migrante. En su informe del pasado 4 de marzo ante el Congreso expresó que en seis semanas había emitido 100 decretos y 400 órdenes ejecutivas que modifican sustancialmente la política del gobierno estadunidense. Anunció una drástica reducción del gasto público y del gobierno, recortes de impuestos, simplificación administrativa, eliminación de programas sociales e impulso a la producción de energía contaminante. Su desprecio por las minorías sexuales, lo llevaron a decretar que sólo existen dos sexos, el masculino y el femenino, suprimiendo todo lo que había avanzado la comunidad LGBT. Otra vez, criticó duramente a la población migrante; señaló que en el gobierno de Biden ingresaron 21 millones de migrantes y por enésima vez los calificó de asesinos, traficantes de personas y delincuentes. Anunció una mayor vigilancia en la frontera con México, la deportación de migrantes delincuentes y la declaración de los cárteles de la droga venezolanos, salvadoreños y mexicanos como organizaciones terroristas. Entre la gran cantidad de falsedades de su discurso, dijo que los cárteles controlaban a nuestra nación y aunque reconoció que México hubiera entregado a 29 líderes de esas organizaciones, pidió que México y Canadá hicieran un esfuerzo mayor para detener el tráfico de fentanilo y otras drogas que llegan a EU.
La imposición de aranceles de 25 por ciento a los productos exportados por México fue suspendida temporalmente hasta el 2 de abril por Trump. En esa decisión influyó la drástica caída de las tres principales bolsas de valores, los índices Dow Jones, Nasdaq y Standard and Poors se desplomaron ante el temor de que las medidas arancelarias de Trump estén conduciendo a EU a una recesión y por la incertidumbre que genera su impredecible y contradictoria conducta. Empresas importantes, automotrices, electrónicas y agropecuarias, han protestado también por el impacto negativo de los aranceles con los que amenaza.
Ante este panorama de incertidumbre con nuestro principal socio comercial, la respuesta de la presidenta Claudia Sheinbaum ha sido inteligente, digna y prudente, con acciones y argumentos que han logrado posponer, hasta ahora, la amenaza arancelaria.
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