¿Moda, consumismo o nostalgia? Esa es la interrogante que dos expertas en Psicología resuelven en entrevista para El Heraldo de México, a fin de saber cuál es el impacto de los juguetes coleccionables, como los Labubu, Ternurines y Monchichi, entre los integrantes de las generaciones Millenial y Centennial que son el principal público meta de estos artículos.
La médica-cirujana Ximena González Grandón, quien es maestra en Filosofía de la Ciencia y doctora en Filosofía de las Ciencias Cognitivas, asegura que el primer paso para entender el boom de los juguetes coleccionables entre los millennials y centennials es recordar que “el ser humano juega por naturaleza” y es una actividad que realiza a lo largo de su vida porque es parte de la regulación emocional.
“Los humanos jugamos. A diferencia de otros mamíferos, jugamos siempre. Las ballenas, por ejemplo, juegan en su etapa de desarrollo, pero los humanos no porque nosotros somos homo ludens porque estamos jugando siempre, nos gusta jugar”, explica Ximena González Grandón.
De acuerdo con la también investigadora en el Departamento de Educación de la Universidad Iberoamericana, esto permite ganar conciencia del impacto de los juguetes coleccionables, como los Labubu, Ternurines y Monchichi, y el juego debido a que son herramientas que ofrecen “un momento placentero”, pero también ayudan a forjar el camino para satisfacer otras necesidades humanas, como las de socializar, integrarse a grupos con los que se tienen afinidades y exponer los valores e intereses personales.
“Tendríamos qué plantear ‘por qué nos gusta jugar’. Uno, porque nos divertimos, pero también porque hacemos comunidad. Uno puede jugar solito, pero, de alguna manera, incluso cuando estás jugando solito, ese juego, ese juguete, te remite a la cultura que compartes, a que hay reglas, a que hay convivencia; entonces, aunque juegues solito, estás representado a la sociedad y a la cultura en el juego”, añade Ximena González Grandón.

Qué es la terapia con juguetes y cómo influye en las personas adultas
La postura de Ximena González Grandón coincide con la de la psicóloga Daphne Somelí Sotelo, quien es experta en terapia en esquemas y subraya que el juego permite que las personas se liberen y externen las emociones, sobre todo en sus primeros años de vida porque su nivel de compresión es menor. Sin embargo, en la edad adulta tanto el juego como los juguetes cobran importancia porque ayudan a atravesar procesos complejos, como el duelo.
“(El juego) es una herramienta que funciona para el autoconocimiento, la expresión de las emociones, el alivio de la ansiedad o la contención de una emoción intensa”, es como Daphne Somelí Sotelo describe la terapia con juguetes.
Por ende, Daphne Somelí Sotelo afirma que las personas pueden darle un valor sentimental a los juguetes coleccionables y eso se demuestra mediante la terapia con juguetes. Incluso analiza el aspecto de los Labubu, Ternurines y Monchichi y llega a una conclusión: tienen una imagen que invita a cuidarlos, lo que refuerza el rol de los adultos de proteger.
“Cuando trabajamos con juguetes, es la parte más vulnerable de la vida, que es la infancia. Entonces, los juguetes son un elemento de conexión con la realidad interna y la realidad externa (…). Al ser objetos de transición, funcionan como un canal emocional”, detalla Daphne Somelí Sotelo al hablar de los juguetes como apoyo emocional.
Al respecto, Ximena González Grandón subraya que los juguetes “ayudan, de una manera, a sentirnos apachados, aunque estemos solos”, al grado de que “sí personalizamos estos juguetes (…) porque trasladamos emocionalidad”, y “pasa algo parecido con las mascotas, sólo que las mascotas sí están vivas y ahí hay otra responsabilidad. Los juguetes no están vivos, sólo nos dan y no implican una responsabilidad como la de una vida. La terapia con juguetes ayuda a generar mayor comunicación afectiva”.

Además, la doctora en Filosofía de las Ciencias Cognitivas recuerda que la ludoterapia, como es comúnmente conocida la terapia con juguetes, es para todas las personas sin importar su edad porque “en el juego puedes fantasear, no te equivocas. Eso te permite escaparte de tu cotidianidad diaria llena de estrés, explotación laboral (…).
Labubu, Ternurines y Monchichi y la delgada línea entre un valor sentimental y el consumismo
A pesar de esto, tanto Ximena González Grandón como Daphne Somelí Sotelo hacen un llamado: diferenciar entre el valor sentimental que se les da a los juguetes coleccionables y el consumismo, ya que exponen que el campo de la Mercadotecnia se ha especializado en apoyarse de la postura psicológica para llegar a más personas, como queda expuesto con el auge actual de los Labubu, Ternurines y Monchichi.
Daphne Somelí Sotelo aborda el tema desde la terapia de esquemas que permite ahondar en la historia de cada persona desde su niño interior y plantea que adquirir un juguete coleccionable puede ayudar a sanar heridas del niño interior. Sin embargo, considera que, “en algunos casos, podría reemplazar una conexión con otra persona porque te centras en eso porque es más seguro y cómodo” e incluso podría dar pie a la codependencia.
“En vez de (que los juguetes) enriquezcan la parte de la niña feliz, podría estar reforzando una parte evitativa de (por ejemplo) ‘no quiero enfrentarme a esto, entonces, no me impronta ahorrar en mi futuro y prefiero gastar todo mi dinero en mi colección porque esto me hace feliz’. Ahí sí hay desventajas, obviamente”, expone la experta en terapia de esquemas.
Asimismo, Daphne Somelí Sotelo dice que otro indicador negativo para saber que la compra de juguetes coleccionables está siendo nociva es cuando las personas se centran en su realidad imaginaria y no “regresan” totalmente al “mundo real” para analizar el origen de un conflicto, ya que esto es evadir. Sumado a esto, se sigue la tendencia de comprar compulsivamente para llenar vacíos emocionales. Por el contrario, las conductas positivas en estos casos se inclinan al analizar, procesamiento y aceptación de problemas internos a atender.
“Sabemos de esta diferencia también por las consecuencias a largo plazo porque a corto plazo se siente bonito, se siente bien, pero a largo plazo (se tienen pensamientos como) ‘es que ya no me alcanzó, gasté 2,000 pesos en esto’”, ejemplifica Daphne Somelí Sotelo para exponer cómo se puede manifestar el consumismo como herramienta para cubrir vacíos emocionales.
Marketing, un riesgo para la gente, la economía y el medio ambiente
Por su parte, Ximena González Grandón expone que en los últimos años “han empezado a ocurrir procesos que se le llama neoténicos. La neotenia en realidad es un fenómeno en el que los organismos adultos conservan características de los jóvenes; entonces, eso ha llevado a ciertos procesos de infantilización”.
La investigadora la Universidad Iberoamericana expone que “los humanos somos así, somos neoténicos”, pero igual añade que estos procesos neoténicos son aprovechados en el Marketing “justo porque apelas a la protección, al cariño, evocar ese rasgos juveniles para atraer a la gente” y eso es precisamente lo que se ofrece mediante los juguetes coleccionables, como los Labubu, Ternurines y Monchichi.

“El Marketing ha aprovechado eso y también hay una cuestión de que cada vez estamos más solos. Algo que ha acompañado a los millennials y centennials es este nuevo mundo donde ‘disque’ estamos acampados en las redes sociales, pero realmente cada vez estamos más solos, hay menos contacto físico. Entonces, este Marketing aprovecha esta soledad y fomenta que con estos juguetes te vas a sentir menos solo y los traemos como llavero, en tu mochila, y es una manera triste de hacer comunidad”.
Sumado al consumismo, Ximena González Grandón retoma un punto señalado por Daphne Somelí Sotelo: las afectaciones económicas por gastar de más en los juguetes coleccionables. Esto se refuerza cuando las personas hacen compras compulsivas, perdiendo la noción de su realidad financiera y descuidando otras áreas de su vida, como la salud.
La maestra en Filosofía de la Ciencia igual indica que otro problema que deriva del consumismo es la contaminación ambiental porque la mayoría de los artículos que se compran terminan en la “basura” después de un tiempo. Los juguetes coleccionables no son la excepción porque actualmente se consumen porque están de “moda”, pero su tiempo de vida concluye cuando este auge llega a su fin; sin embargo, el impacto negativo contra la tierra perdura por un tiempo prolongado porque “esos muñequitos son plástico y van a acabar en la boca de un delfín, todo acaba siendo basura”.
Tanto Ximena González Grandón como Daphne Somelí Sotelo consideran que la clave es encontrar un equilibrio en cada aspecto de la vida, ya que todo en exceso llega a generar daños a largo, mediano o corto plazo. En el caso de los muñecos coleccionables, “cuando las cosas caen en el Marketing, hay que asustarnos”, expresa Ximena González Grandón y añade que es importante que la gente se enfoque en trabajar desde el interior para que tengan visiones claras, así como autonomía.
“Los adultos necesitamos generar más fórmulas de autocuidado, y creo que esto tiene mucho que ver con hacer comunidad, no nos quedemos en esa transición del objeto”, es la invitación de Ximena González Grandón, mientras que Daphne Somelí Sotelo recuerda “que lo más divertido de la vida sigue siendo jugar, así que juguemos”, pero desde un lugar sano que permita evolucionar como seres humanos.
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