Se puede creer o no en milagros, da lo mismo. Lo verdaderamente importante es que a veces los milagros suceden y quienes tenemos el privilegio de presenciarlos, sea en vivo o por transmisión televisiva directa, comprobamos que, en ocasiones, la ordinaria realidad consigue volverse extraordinaria, de una excepcionalidad milagrosa, al convertir el encuentro sacrificial entre un toro y un torero en suma portentosa de creaciones que propician la trascendencia de la tauromaquia.
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Leonardo Páez: ¿La fiesta en paz?

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