Advertisement

llevan casi mil años celebrando que se pasaron el juego esperando agazapados


Quien más o quien menos se ha visto en algún momento esperando entre los matorrales virtuales de un Call of Duty, escondido como una rata a la espera de que pase su víctima para acribillarle por la espalda. Parece difícil de creer que la cultura del campero se remonte a un episodio de nuestra historia de hace 817 años, pero es precisamente lo que ocurrió en Salamanca.

Aunque los datos sobre la historia del camuflaje militar son escasos, con el Imperio Mogol de la India y las tropas francesas como precursores entre los siglos XVI y XVIII, mucho antes de eso, en lo que ahora ocupa la ciudad de Béjar, la leyenda de los Hombres de Musgo cambió para siempre la estrategia militar. Estaban a punto de nacer los primeros camperos de los que tenemos constancia.

Los Hombres de Musgo de Béjar

Cuenta la historia de los Hombres de Musgo de Béjar que, allá por el 1208, en la zona había una villa controlada por los musulmanes que, por su posición defensiva y estar en la frontera con el Reino de León, resultaba de lo más apetecible. Lamentablemente el recinto amurallado hacía muy difícil pelear por esa posición, así que había que buscar un enfoque más estratégico.

Se dice que en el día de Santa Marina, haciendo honor a aquella mártir española que vivió bajo un disfraz buena parte de su vida, un grupo de cristianos se acercó al monte de El Castañar, donde celebraron una misa. Tras la ceremonia, decidieron recoger el musgo del entorno y cubrirse por completo con él para intentar tender una trampa a los musulmanes.

Al llegar a los límites de la ciudadela, los cristianos se quedaron pegados a las murallas para confundirse con el musgo de la roca, agazapados a la espera de que los musulmanes bajasen la guardia para entrar en tropel y conquistar la zona. Cuando abrieron las puertas, sin miedo a toparse con un ataque desprevenido, los Hombres de Musgo echaron a correr hacia el interior.

La leyenda explica que, lejos de producirse una batalla, lo que reinó tras aquella hazaña fue un caos absoluto en el que los musulmanes, perplejos por la imagen de árboles corriendo que tenían ante ellos, huyeron despavoridos por miedo a aquél fenómeno de la naturaleza que, en realidad, eran simples camperos vestidos de musgo de los pies a la cabeza.

El primer indicio de camuflaje militar

Antes de que el Imperio Mogol vistiese a sus soldados de verde para que fuese más difícil verlos mientras se escondían en la maleza, una táctica del siglo XVI que Francia terminó adoptando también para evitar que sus unidades con mosquete fueran vistas desde lejos y eliminadas antes de que pudiesen entrar en combate, lo cierto es que sólo hay tres ejemplos de “camuflaje” anteriores al de Bérja.

Si descartamos el mito de el Caballo de Troya, o cómo Zópiro del imperio persa se automutiló para hacerse pasar por desertor y abrir las puertas de Babilonia, el siguiente ejemplo nos lleva hasta las tácticas que Julio César empleó para acercarse a las costas gaélicas y las de Gran Bretaña entre los años 64 y 54 a.C.

La gran diferencia es que allí había camuflaje militar, pero no con la idea de ocultar las tropas en sí. Lo que hicieron los romanos fue pintar sus barcos de un color conocido como azul veneciano con la intención de acercarse lo máximo posible a la costa para recabar información sobre dónde era mejor desembarcar a sus tropas. Aunque servían como ojeadores, aquellos vigilantes vestidos de azul para confundirse con el mar no entraron en combate.

Lo que nos lleva a los Hombres de Musgo de Bérja, que tiene más de leyenda que de acontecimiento histórico por el mero hecho de no estar documentado de forma oficial y ser algo que ha pasado de boca en boca hasta convertirse en tradición. Hoy en día, durante la celebración de su Corpus Christi, junto a la procesión vuelven a caminar aquellos Hombres de Musgo para rememorar cómo, agazapados entre los muros, los bejaranos se pasaron el juego.

Imagen | Mastodon

En 3DJuegos | La España Vaciada está llena de urbanizaciones abandonadas. A media hora de Valencia lo han solucionado convirtiéndolas en un Call of Duty

En 3DJuegos | Del mar a Badajoz hay 250 kilómetros. Pese a ello su relación con la Atlántida no es descabellada



Source link

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *