Desde que se anunció su alianza, la unión entre Elon Musk y Trump ha sido como ver un choque de trenes a cámara lenta. La explosión resultante se ha vivido durante las últimas horas con un durísimo cruce de declaraciones en el que el CEO de Tesla y el presidente de EEUU, pero lo que más preocupa son los escombros y la onda expansiva que han generado y cómo pueden afectar a Tesla, la conquista espacial de SpaceX y un tecnofeudalismo que sólo necesitaba la chispa adecuada para encender la mecha.
La pelea entre Elon Musk y Trump. Tras la salida del CEO de Tesla del gobierno anunciada durante los últimos días, Musk empezó a buscarle las cosquillas a Trump recuperando viejos tuits del presidente de EEUU en los que hacía referencia al déficit al que se enfrenta el país. Al mismo tiempo, mientras respondía a preguntas de la prensa en la Casa Blanca, Trump comenta la situación.
Afirma que todo se reduce al enfado de Musk respecto a cómo planea quitarle el subsidio a los vehículos eléctricos, que está decepcionado con Elon porque lo ha ayudado mucho, y que es cuestión de tiempo que el CEO empiece a decir cosas malas sobre él: “No sé qué es. Es una especie de síndrome de desquiciamiento de Trump, supongo que lo llaman, pero también nos pasa con otros. Se van, se despiertan por la mañana, y el glamour se ha ido. El mundo entero es diferente, y se vuelven hostiles”.
Un duro cruce de declaraciones. Conforme las imágenes de las respuestas de Trump aparecen en televisión, Elon Musk empieza a contestar en Twitter casi en tiempo real afirmando que sin su ayuda hubiese perdido las elecciones, realizando una encuesta sobre si debería crear un partido político y atacando la ley ‘One Big Beautiful Bill’ de la Administración Trump.
Por su parte, Trump contesta en su propia red social: “Elon se estaba volviendo un pesado, le pedí que se fuera, le quité el EV Mandate que obligaba a todo el mundo a comprar coches eléctricos que nadie más quiere ( ¡lo que él sabía desde hace meses que iba a hacer!) ¡Y se ha vuelto loco!”. Afirma, además, que la mejor forma de ahorrar dinero es suspender los subsidios y contratos gubernamentales de Musk.
Como respuesta a la amenaza, Elon Musk comparte: “Es hora de lanzar la gran bomba: Donald Trump está en los archivos de Epstein. Esa es la verdadera razón por la que no se han hecho públicos”. Además, anuncia que la nave Dragon de SpaceX encargada de transportar a los miembros de la NASA y sus suministros hasta la Estación Espacial Internacional se empezará a desmantelar inmediatamente.
De dónde viene el choque. La chispa que aparentemente encendió el conflicto es la citada ley One Big Beautiful Bill, un paquete de reorganización fiscal de la Administración Trump que, entre otras cosas, recorta los créditos al vehículo eléctrico y la energía solar en favor de las subvenciones al petróleo y el gas. Musk asegura estar en contra de las medidas porque considera que, junto a los aranceles, arrastrarán una dura recesión en Estados Unidos.
Entre las concesiones, el New York Times apuntaba a unos 100 contratos por valor de 3.000 millones de dólares que dejarían el negocio de Musk en una situación peliaguda. Según recogía Bloomberg, el golpe de las políticas fiscales de Trump podrían suponer una pérdida de hasta 1.200 millones de dólares. Tras verse invitado a abandonar DOGE, Musk recientemente comentaba consideraba la ley una “repugnante abominación”. El cruce dialéctico nos ha traído hasta aquí.
Lo que significa para Tesla. La compañía de vehículos eléctricos de Musk ha sido la principal afectada por el choque, perdiendo un 14% de valor durante las últimas horas que se traducen en cerca de 150.000 millones de dólares de capitalización y borrando cualquier atisbo de brotes verdes que se hubiese vivido durante los últimos días. Lo peor de todo es que, aparentemente, es sólo el principio.
Sin esos incentivos fiscales para la compra de vehículos eléctrico, el margen de beneficio de Tesla queda contra las cuerdas, la adquisición de materiales y piezas en China queda en una posición aún más frágil, y su caída en ventas en Europa puede verse aún más intensificada. Tras haberse ganado la aversión de buena parte de la izquierda y haber hecho ahora lo propio con los seguidores de Trump, el futuro de Musk y sus proyectos en Tesla queda aún más en el aire en el peor momento posible, cuando sus proyectos de robots Optimus con IA y taxis autónomos se preparaban para empezar a despegar.
Cómo queda la exploración espacial de EEUU. Si los contratos con Elon Musk se cancelan, tal y como ha amenazado el propio Trump, SpaceX perdería un negocio de alrededor de 22.000 millones de dólares, pero estarían lejos de ser los únicos afectados. A la inestable situación de la ISS que comentábamos antes por el desmantelamiento de Dragon se suma que actualmente la empresa de Musk es su único proveedor y que, además, debían ser los encargados de ayudar a sacar de la órbita la Estación Espacial Internacional de forma segura hacia 2030.
La NASA tenía ahora como único aliado a SpaceX en sus planes para continuar su avance hacia la conquista del espacio, pasando primero por los planes del proyecto Artemis para la Luna y, posteriormente, la ruta hasta Marte que debía impulsarse con una lanzadera ubicada en el satélite. Sumemos ahí, además, que gran parte de los programas de misiles del Pentágono dependen también de los cohetes de SpaceX, lo que deja la seguridad nacional de EEUU en una peligrosa cuerda floja.
Lo que implica para el tecnofeudalismo político de Musk. La idea de un partido político de centro tecnológico planteado por Musk no es descabellada y, de hecho, ya ha empezado a sumar apoyos. Los últimos movimientos respecto a la crisis de los aranceles, y cómo han supuesto grandes pérdidas para las élites de multimillonarios de Silicon Valley, han dejado el apoyo hacia Trump que veíamos hace unos meses en una situación peliaguda.
Entre los que no han dudado en sumarse a la batalla dialéctica para apoyar la idea de Elon Musk está Mark Cuban, otro multimillonario que ya se dejó caer por la carrera política de las últimas elecciones. Junto a nombres como Bezos o Zuckerberg, representan esa viva imagen del tecnofeudalismo en el que las élites de la industria tecnológica parecen haberse interesado por la creación de partidos que terminen allanando sus intereses mientras se deshacen de límites antimonopolio. Por haber nacido en Sudáfrica, la Constitución impide que Musk sea presidente, así que necesita que sea otro el que se postule para ello.
Imagen | U326 en Midjourney
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