Se espera que los aranceles generalizados del presidente Donald Trump aumenten el costo de los automóviles, los dispositivos electrónicos, los metales, la madera, los productos farmacéuticos y otros productos que los consumidores y las empresas estadounidenses compran en el extranjero.
Pero Trump y sus asesores apuestan por vender a un público cansado de la inflación una idea provocadora: las cosas baratas no son el sueño americano.
“No podría importarme menos si suben los precios, porque la gente va a empezar a comprar coches fabricados en Estados Unidos”, dijo Trump el domingo en el programa Meet the Press de la NBC, en respuesta al temor a que suban los precios de los coches extranjeros.
La idea de que hay algo más en la vida que las importaciones de bajo costo es un reconocimiento de que los aranceles podrían imponer costos adicionales a los estadounidenses. También es un argumento de venta de que la carga valdrá la pena. La capacidad de Trump para convencer a los consumidores de que es aceptable pagar más para apoyar la fabricación nacional y adherirse a su programa “Estados Unidos primero” podría determinar si el segundo mandato del presidente es un éxito o un desastre.
Pero no es una venta fácil. La avalancha de aranceles ha conmocionado los mercados y mermado la confianza de los consumidores. Los aranceles sobre los automóviles que entrarán en vigor el jueves añadirán un impuesto del 25 por ciento a las importaciones de automóviles y piezas de automóviles, lo que probablemente alterará los precios del sector. Trump ya ha impuesto aranceles del 20 por ciento a los productos chinos y se esperan más a finales de esta semana, cuando el presidente anuncie sus aranceles “recíprocos” a los principales socios comerciales, incluidos los de Asia y Europa.
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