Heriberto M. Galindo Quiñones
P
rácticamente el mundo entero lamentó el fallecimiento del papa Francisco, por tratarse de un hombre y líder religioso excepcional, inteligente, íntegro, preparado, de ideas avanzadas y comprometido con las mejores causas de la humanidad, como lo demuestran sus conceptos contenidos en encíclicas, homilías, entrevistas y propuestas críticas hacia las injusticias, a favor de la paz y con simpatía hacia la gente más pobre y más necesitada del mundo.
Promovió y realizó reformas interesantes para actualizar y adecuar las políticas y las estrategias de su denominación religiosa a los tiempos actuales.
La formación jesuítica de Jorge Mario Bergoglio se hizo sentir durante su mandato de más de 12 años.
A la luz de las reformas emprendidas, para completar su proyecto, tan sólo le faltó convocar a un nuevo Concilio Vaticano para debatir respecto de la eliminación del nefasto celibato que ata a los sacerdotes y propicia irregularidades.
Concluidas sus exequias –falleció precisamente durante la noche de la fecha en la que se conmemora la resurrección de Jesucristo–, se llevaron a cabo los preparativos para la celebración del cónclave de los integrantes del Colegio Cardenalicio. Y he aquí lo más interesante del proceso de sucesión vaticana:
El nombre del cardenal Robert Francis Prevost no figuraba entre los favoritos de quienes especulaban y se consideraban bien informados sobre el proceso de elección del sucesor del papa Francisco y, al final, el cardenal nacido en Chicago y desarrollado en El Perú resultó el elegido por la mayoría calificada de los integrantes de los cardenales que votaron.
¿Cómo sucedió esto? La verdad solamente podrán darla a conocer los cardenales que participaron en el cónclave, o por lo menos uno de ellos que abandone el juramento de confidencialidad.
En mi imaginación y por el conocimiento de cómo se operan y se manejan la política, la estrategia y las tácticas en el Vaticano, con el eficaz cabildeo que se opera en estas lides y del cual el Vaticano y la curia no escapan, se me ocurre pensar que el papa Francisco, cuando fue internado en el hospital Gemelli de Roma por padecer neumonía y otros males, consideró seriamente que sus días de vida estaban llegando a su final, y decidió promover a quien se había convertido en uno de sus operadores consentidos, a quien tan sólo hace menos de dos años elevó de obispo en El Perú a integrante de la curia Vaticana y a cardenal, habiéndolo incorporado a su equipo más cercano con una tarea muy importante: revisar y evaluar el perfil y el curriculum vitae de los prospectos seleccionados para obtener ascensos como obispos y cardenales. Ésta fue la delicada misión que el papa Francisco le asignó al cardenal Prevost, pero, ¿Acaso con menos de dos años como miembro del Colegio Cardenalicio estaba el cardenal estadunidense y peruano con trayectoria, méritos suficientes y fama pública como para ser Papa en esta ocasión?
Me parece que el papa Francisco lo valoró, adoptó y promovió como el auténtico continuador de su obra e hizo su labor secreta para que llegara a convertirse en su sucesor.
Sé que estas afirmaciones podrán ser calificadas como de mucha imaginación de mi parte, por pensar en que el Sumo Pontífice de origen argentino hizo su labor prelectoral desde el nosocomio en el que pasó internado durante más de un mes.
Haya sido como haya sido, personalmente, por teléfono, por escrito o por interpósitos mensajeros, el hecho real es que los participantes en el cónclave eligieron por mayoría calificada al cardenal Prevost en la cuarta votación, y él se asumió como León XIV en inspiración del innovador, reformador papa León XIII de principios del siglo pasado.
El nuevo Papa ha empezado muy bien su desempeño, sus primeras alocuciones previas a la misa con la que dará inicio su pontificado el domingo próximo como líder de la Iglesia católica universal así lo demuestran. Sus primeras apariciones, sus actitudes y su discurso lo proyectan como un auténtico continuador de la labor apostólica de su antecesor con los atributos necesarios.
Le esperan tareas complicadas en un contexto mundial lleno de vicisitudes y de violencia, pero existe la esperanza fundada en que saldrá airoso de su misión pastoral y diplomática.
¿Por qué mencioné a la Presidenta de la República, Claudia Sheinbaum? Porque en mi opinión, la primer mandataria mexicana debió haber considerado la pertinencia de asistir a los funerales del papa Francisco como lo hicieron muchos jefes de Estado y de gobierno. Aunque el hubiera no existe, ella pudo darse a conocer ante gran parte del mundo como jefa del Estado mexicano al establecer contactos y relaciones con sus colegas y demás dignatarios que concurrieron a dichas exequias; inclusive la primer mandataria pudo haber conversado con el presidente Donald Trump, en aras de avanzar en la solución de problemas y controversias existentes con EU, pues el diálogo cara a cara siempre es mejor y más efectivo que las llamadas o videollamadas telefónicas.
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