E
l artista mexicano Miguel Covarrubias fue, a lo largo de su corta vida (apenas 52 años) ilustrador, dibujante, pintor, diseñador teatral, museógrafo, muralista y arqueólogo. No tuvo formación académica. Viajero incansable, visitó China, según Marisa Peiró, en cuatro ocasiones, entre junio de 1930 y octubre de 1933. Esa civilización en lo general, y China Popular en lo particular, fueron parte de sus grandes pasiones. En su obra hay huellas profundas de esta influencia.
Además de efectuar diversidad de dibujos y folletos sobre personajes y la vida artística y cultural del gran coloso de Oriente, ilustró tres libros cuya temática está relacionada con esta nación. La crónica socio-política China, de Marc Chadourne, con 28 dibujos de Covarrubias. La sobrecubierta de Madame Flowery sentiment, de Albert Gervais. Y la traducción al inglés de Pearl S. Bubck del clásico Todos los hombres son hermanos, con estampas que parecen trazadas por un chino.
Al menos en dos ocasiones representó a Mao Tse-tung. La primera es una caricatura con lápiz y papel, de 1933, con anotaciones manuscritas en chino a los lados. La segunda es un poderoso retrato-homenaje, centrado en el rostro del líder chino, realizado en óleo sobre masonita (tablero de madera contrachapada), en los años 50. A sus espaldas, banderas carmesí, emblema del Ejército Rojo, ondean en el cielo.
Miguel Covarrubias aprendió el idioma chino. Tradujo del inglés al español obras de Mao Tse-tung que fueron publicadas en México, y escribió un ensayo sobre la arquitectura de ese país.
El 9 de septiembre de 1953, en la Casa de Michoacán, con la participación de 200 persona –él entre ellas–, se anunció la fundación de la Sociedad Mexicana de Amistad con China Popular (SMACHP), en aras de promover el reconocimiento diplomático de esa nación por parte del gobierno mexicano y Naciones Unidas, estrechar relaciones entre sus pueblos y difundir su cultura y arte.
La iniciativa fue hija de la Conferencia de Paz de las Regiones de Asia y el Pacífico, realizada en Pekín en 1952, con la participación de médicos, literatos, artistas, y líderes sindicales y campesinos mexicanos.
Allí, el doctor Ismael Cosío Villegas, responsable de la delegación azteca, propuso formar institutos culturales para promover la comprensión entre los pueblos y combatir la visión distorsionada de la revolución asiática.
Aunque no fue parte del grupo que viajó originalmente a Pekín, el ilustrador participó activamente en la naciente sociedad. Como narra Jorge Octavio Fernández, de su consejo directivo formaron parte figuras como Diego Rivera, el general Heriberto Jara, Eulalia Guzmán y Fernando Benítez. La presidencia ejecutiva para los tres primeros años estuvo integrada por Eli de Gortari, el mismo Chamaco Covarrubias y el muralista Xavier Guerrero. La filósofa Paula Gómez Alonzo fue la secretaria general.
En el mundo cultural mexicano soplaban vientos de abierta simpatía a esa revolución de la periferia. En su ensayo La cuestión del arte en México
, publicado en la revista Índice, N.º 3, de enero, febrero, marzo de 1952, Diego Rivera expone esta convicción. “La China gigante y maravillosa ha despertado, despertado a la luz solar de la revolución, y sus millones soldados del pueblo y de la paz, con el maestro maravilloso Mao Tse-tung, marchan hacia el porvenir humano e histórico que Marx previó para entregarlo en usufructo a la humanidad entera. La hora del fin del capitalismo ya llegó.
“Nada importan los accidentes de la lucha o las derrotas parciales (…) a condición, claro está, de que siguiendo las enseñanzas del maestro Mao Tse-tung, nueva luz de Oriente, sepamos hacernos carne de la carne y sangre de la sangre de nuestro pueblo”. Su mural Pesadilla de guerra, sueño de paz da cuenta de estas corrientes de aire. Covarrubias encarnaba el espíritu de esta época.
No en balde se manifestó contra el franquismo y favor de la república española, y Estados Unidos le negó la visa, a pesar de haber desarrollado exitosamente buena parte de su carrera artística en ese país.
Su amigo Fernando Gamboa, le contó a Elena Poniatowska: “El amor y apasionado interés que Miguel había sentido siempre por China, país que le parecía estar muy cerca de México por sus ligas culturales y raciales; se aunó el entusiasmo que experimentaba por los progresos que la China nueva estaba llevando a cabo. Con el valor civil que lo caracterizaba, dio su abierto y activo apoyo a la causa, poco cómoda, de lograr el reconocimiento, por parte de México, del gobierno popular de China.
Y como Miguel no se dividía en compartimentos de ser político y ser artístico, quiso dar a conocer, en su afán de despertar la amistad de México para China, las grandes manifestaciones culturales de ese país: su teatro, ópera, pintura, literatura, música.
( Elena Poniatowska, Miguel Covarrubias. Vida y mundos).
No la tuvieron fácil el Chamaco y sus compañeros, al frente de la SMACHP. El gobierno mexicano no sólo los espió, se negó a reconocer diplomáticamente a China Popular y a votar a favor de su incorporación en la ONU.
También prohibió la entrada de médicos de ese país a un congreso de tisiología, de escritores, de la ópera y del circo chino de Pekín, por aquello de que no se debían aceptar visitantes que practiquen doctrinas ajenas al régimen constitucional.
En junio de 1955, convencido de que la Doctrina Estrada estaba siendo ignorada, y crítico implacable del Kuomintang, defendido por la VII Flota estadunidense, el Chamaco emplazó públicamente a las autoridades: México no puede ignorar la existencia de la verdadera China y no puede estar del lado del despotismo y la traición contra el pueblo chino representada por Chiang Kai-shek
.
Hoy, que afortunadamente se expone parte de su obra y legado en una hermosa exposición, es importante recuperar de cuerpo entero a Miguel Covarrubias. Y hacerlo, no puede dejar de lado su profundo amor a China Popular y al pensamiento de Mao Tse-tung, a cuya causa dedicó los últimos años de su vida.
X: @lhan55
Deja una respuesta