Nos hemos acostumbrado a ver cómo las estrategias de Elon Musk suelen centrarse en forzar la cuerda para comprobar hasta qué punto aguanta. El reciente caso de la denuncia a los anunciantes de Twitter es, probablemente, el mejor ejemplo de hasta dónde es capaz de bordear los límites legales para conseguir lo que quiere, en este caso empujar a volver a quienes antes pagaban por publicidad y decidieron dejar de hacerlo.
Pero aunque a menudo el público suele agarrarse rápido a la idea de que el CEO de Tesla y X es un genio, en realidad la jugada utilizada en esta particular guerra de anunciantes ni es nueva ni es brillante. De hecho, ya hemos visto a otras grandes empresas realizar movimientos similares y, como en el caso de Microsoft y su Internet Explorer, a menudo suelen convertirse en un boomerang con resultados inesperados.
Elon Musk frente a los anunciantes de Twitter
Tal y como recogía el Wall Street Journal en un reportaje reciente, Elon Musk amenazó con una demanda a varias compañías que, pese a haber sido anunciantes recurrentes de Twitter, dejaron de comprar posiciones en la red social cuando el también CEO de Tesla se hizo con ella por 41.800 millones de euros en 2022. El mensaje a los anunciantes era muy simple, o vuelves o entras en una demanda por realizar un boicot ilegal coordinado.
La idea es tan simple como esa. Aunque la respuesta de los anunciantes parece estar más relacionada con cómo Musk empezó a gestionar Twitter en su transformación hacia X, deshaciéndose de parte de la moderación que limitaba cuestionables discursos y polémicas en un movimiento con el que las empresas que invertían en publicidad no querían verse relacionadas, la amenaza resulta tan vaga como efectiva.
La razón está en que, frente a la acusación de un boicot coordinado entre todas esas empresas que abandonaron el barco prácticamente a la vez, aunque fuese por otras razones, la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos está obligada a meter la nariz en el asunto para olisquear, lo que implica un juicio largo en el que la exposición de los abogados puede airear correos electrónicos de forma pública y derivar en una situación que resulte conflictiva para la marca.
Enfrentados a la posición de tener que elegir entre gastarse una pequeña cantidad de su presupuesto publicitario en X, o entrar en un litigio que puede tener ocupados a sus directivos y enfrentarse a la posibilidad de devaluar su marca, compañías como Verizon, Ralph Lauren o Amazon (empujada también por un conflicto en la facturación de Amazon Web Services) han vuelto a la plataforma. El miedo a la amenaza y la hasta ahora estrecha relación de Musk con el gobierno de Estados Unidos no ha afectado a todos por igual, y otras como Lego o Pinterest se han negado a hacerlo.
Los 4.600 millones de dólares que ingresaba Twitter en 2022 antes de la compra tienen poco que ver con los 2.600 millones que ingresa ahora X, pero que grandes marcas vuelvan a anunciarse allí puede servirle a Musk como reclamo para volver a ganarse la confianza del resto de anunciantes. El problema es que, frente a una amenaza en la que no se doblegan todos, la entrada en juego de la Comisión Federal de Comercio puede terminar entregando resultados inesperados.
El caso de Microsoft y su Internet Explorer
Frente a una causa con poco a lo que agarrarse, porque las compañías pueden demostrar haber optado por otras plataformas de las que extraen mejores resultados en publicidad, o simplemente sacar a pasear la carta de los problemas que rodean a Musk para justificar su decisión, este tipo de litigios pueden alargarse en el tiempo y, de una forma u otra, terminar salpicando a todos. Lo que ocurrió en los 90 con una intensa batalla entre Microsoft y los fabricantes de PC, es el mejor ejemplo de ello.
En aquella época la compañía de Bill Gates se enfrentaba al desafío de ver cómo Netscape Navigator le estaba ganando la tostada en el mercado de los navegadores y, precisamente por ese empuje entre los usuarios, la posibilidad de un sistema operativo propio que plantase cara a Microsoft empezó a resonar con fuerza. Fue entonces cuando, para impedirlo, recurrieron a las amenazas.
Atando su monopolio de Windows a Internet Explorer, les dijo a los fabricantes que si retiraban el acceso directo a su navegador de los escritorios, o si mostraban el navegador de Netscape al usuario en la secuencia de arranque, les retirarían la licencia de Windows. Sin embargo, el que por aquél entonces era el principal fabricante de PC, Compaq, llegó a un acuerdo con AOL para cambiar los iconos de Internet Explorer por el de Netscape. Tardaron menos de 15 días en romper el contrato tras recibir la amenaza.
La alternativa, como en el caso de Twitter, era entrar en un largo litigio que, hasta su resolución, limitaría su margen de acción y les impediría seguir vendiendo ordenadores al ritmo que lo estaban haciendo, así que resultaba más rentable ceder que entrar en esa guerra judicial. La táctica, conocida como litigación estratégica, es ya una jugada clásica dentro de la industria tecnológica que ha tenido no pocos ejemplos similares, como el de Oracle frente a Google por el uso de Java, o el más reciente caso de Broadcom frente a AT&T por licencias heredadas. El problema es que a menudo, como en el caso de Microsoft, terminan perdiendo todos.
Aunque Microsoft podría considerarse ganadora al conseguir frenar a Netscape durante años, tuvo que pagar 750 millones de dólares a la compañía para cerrar la demanda, y además la justicia obligó a la compañía de Bill Gates a documentar sus APIs y frenar las represalias a los fabricantes, lo que apenas un año después facilitó la llegada de Firefox y luego de Google Chrome.
El juicio por monopolio terminó salpicando a Microsoft mucho más de lo que había planeado y, el hecho de forzar al consumidor a optar por Internet Explorer tampoco salió como esperaba. Cuando empezaron a aparecer alternativas toda la cuerda que se había tensado se rompió. Si la Comisión Federal de Comercio entra en juego y los correos electrónicos de Elon Musk también empiezan a salir a la luz, su cuerda puede terminar igual de maltrecha.
Imagen | 360products en Midjourney
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