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Ningún otro videojuego será capaz de hacerme sentir lo mismo que logró la última gran aventura de LucasArts. Grim Fandango y los recuerdos que nunca mueren – Grim Fandango


Los videojuegos tienen la capacidad única de marcar momentos específicos de nuestras vidas. Para algunos, es el primer salto de Mario, la épica batalla final en un RPG o la tensión de un combate multijugador. Para mí, fue Grim Fandango, una aventura gráfica que no solo me introdujo en el mundo de los videojuegos, sino que también selló un recuerdo imborrable con mi padre; recuerdo el cual a día de hoy nos sigue sacando una buena risotada.

Una oficina, un ordenador y un mundo sin internet

Era una época diferente. Tenía cinco años y la conexión a internet en nuestra pequeña ciudad era prácticamente inexistente. Mi padre acababa de montar su empresa y yo pasaba mucho tiempo en su oficina haciendo deberes o jugando con la máquina etiquetadora (de lo más divertido, si me preguntan). Entre documentos y teléfonos de esos que todavía tenían cables, había algo que me fascinaba más que nada: el ordenador. Y en ese ordenador, un día, apareció Grim Fandango.

Con eso de tener cinco años, no entendía del todo la historia en ese momento, pero algo en ella me atrapó al instante. El mundo de los muertos creado por LucasArts era un lugar fascinante, lleno de humor, personajes carismáticos y escenarios que parecían sacados de una película. Mi padre, con su paciencia infinita, me dejaba sentarme encima de él y juntos intentábamos resolver los rompecabezas que el juego nos lanzaba y, aunque una niña pequeña podría no parecer demasiado útil, orgullosamente diré que quedó demostrado todo lo contrario.

El enigma de los animales en llamas

La memoria es caprichosa, y de todas las horas que pasamos explorando el Inframundo, hay un momento que nunca olvidaré. Estábamos totalmente atascados en una habitación. No recuerdo los detalles exactos del “acertijo”, pero lo que sí recuerdo es la solución: había que prender fuego a unos pobres animales, no recuerdo si topos o ratas, algo así, para poder avanzar.

Mi padre pensaba como un adulto, obviamente, analizando cada pista con lógica y ya un poco desesperado. Pero yo, con mi mente infantil, fui más allá. “¿Y si les prendemos fuego?” dije con toda la naturalidad del mundo. Y para sorpresa de mi padre, esa era la respuesta correcta. Grim Fandango tenía ese humor macabro que a un niño le podía parecer divertido, pero que a mi padre le hizo replantearse la inocencia de su hija. Sea como fuere, eso hizo, le prendió fuego a un pobre bicho que después prendió al resto de compañeros… y se resolvió el misterio.

Nos reímos. Recuerdo la cara de mi padre, mitad sorpresa, mitad admiración, y cómo después de eso, Grim Fandango dejó de ser solo un juego y se convirtió en una historia compartida entre nosotros. Por supuesto, durante el resto del juego nos dedicamos a probar todas las soluciones macabras y bizarras que se nos ocurrían. Después de lo de las ratas (o topos), cualquier cosa.

Más que un videojuego: una conexión

Grim Fandango
Grim Fandango

Los juegos de LucasArts siempre han sido conocidos por sus diálogos ingeniosos, su diseño artístico y su capacidad para contar historias memorables. Grim Fandango no fue la excepción. Con su mezcla de folklore mexicano y cine negro, su estética inspirada en el Día de los Muertos y su protagonista, Manny Calavera, atrapado en un trabajo burocrático en el más allá, el juego era una obra de arte interactiva.

Pero más allá de su brillantez técnica y narrativa, para mí significó algo más profundo, al fin y al cabo era una de las primeras experiencias que compartí con mi padre en un espacio donde éramos iguales. En la pantalla, no importaba que él fuera un adulto con responsabilidades ni que yo fuera una niña sin preocupaciones. Solo éramos dos jugadores, un equipo, intentando ayudar a Manny a navegar el Inframundo.

El impacto de Grim Fandango en la nostalgia y la industria

A lo largo de los años, Grim Fandango ha sido reconocido como una obra maestra. Aunque no fue un éxito comercial en su lanzamiento, su impacto en la industria fue duradero. Marcó el final de la era dorada de las aventuras gráficas de LucasArts y, con el tiempo, se convirtió en un juego de culto. Su remasterización en 2015 permitió que una nueva generación de jugadores descubriera su magia (y, que mi padre y yo, volviéramos a revivir esos recuerdos compartidos, aunque he de confesar que todavía no hemos podido jugarlo de nuevo).

Grim Fandango
Grim Fandango

Para aquellos que lo jugamos en su época original, cada reencuentro con Grim Fandango es una puerta abierta al pasado. El sonido de los mariachis en Rubacava, los diálogos de Manny con Glottis, la ironía en cada esquina… todo nos transporta a esos recuerdos de un tiempo en el que los videojuegos se vivían de una forma diferente, sin la posibilidad de encontrar guías online ni respuestas instantáneas en Google. Resolver un “acertijo” era un logro real, una prueba de ingenio y perseverancia y, cuando lo conseguías… te sentías extremadamente bien. En un mundo donde la inmediatez nos tiene totalmente absorbidos, me pregunto cuántos jugadores seríamos capaces de pasarnos el juego sin sucumbir a la tentación de buscar la respuesta tras más de 1 minuto atascados.

Los videojuegos como memoria

Grim Fandango me enseñó que los videojuegos no son solo entretenimiento; pueden ser recuerdos vivos, llaves a momentos y personas importantes en nuestra vida. Aquel día en la oficina de mi padre, con un monitor de tubo y sin más pistas que nuestra intuición, quedó grabado en mi memoria para siempre.

Cada vez que vuelvo a ver o leer algo sobre Grim Fandango, no solo revivo la historia de Manny Calavera, sino también la de aquella niña de cinco años que, por un momento, se sintió la persona más lista del mundo al resolver un acertijo antes que su padre. Y en ese instante, el tiempo se detiene, y nos volvemos a encontrar, riendo frente a la pantalla… estoy deseando jugarlo de nuevo.

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