
▲ Fotograma de la película No nos moverán, de Pierre Saint-Martin Castellanos
N
o nos moverán (2024), primer largometraje de ficción del egresado del CUEC, Pierre Saint-Martin Castellanos, y único título mexicano en la 77 Muestra Internacional de Cine, relata la historia de Socorro (Luisa Huertas) una abogada septuagenaria, quien por más de cinco décadas no ha cesado de tratar de ubicar el paradero del brazo armado militar que asesinó a su hermano la noche del 2 de octubre de 1968. A partir de una vieja foto, sus sospechas recaen sobre un hombre ahora de su misma edad, a quien planea ejecutar (Ojo por ojo
, justifica), como última opción ante la indolencia burocrática que ha enfrentado en varias administraciones a lo largo de su vida. La carga acumulada de rencor e impotencia se refleja en un rostro que conoció tiempos mejores y en el trato veleidoso (entre exasperación agria y eventual ternura) que le reserva a quienes viven con ella: Jorge (Pedro Hernández), su hijo desempleado, parásito profesional negado a todo esfuerzo, Lucía (Rebeca Manríquez), la paciente esposa argentina que con ella soporta tanta indolencia viril, pero en especial, Esperanza (Agustina Quinci), una hermana con la que lleva una relación ríspida pero a quien brinda hospitalidad, ya sea por compasión o por orgullo.
Será inútil querer encontrar en No nos moverán un alegato o un señalamiento político sobre la masacre orquestada por el gobierno mexicano. No es el propósito central de la película. La referencia gráfica de la movilización estudiantil se despacha aquí en pocos minutos con imágenes de archivo, ya clásicas, que remiten al documental El grito (1968), de Leobardo López. Después, el director y coguionista se concentra en el drama personal de la inflexible Socorro y, de modo especial, en la dinámica de su aislamiento cada vez mayor con su familia a quien el asunto obsesiona bien poco. Un combate solitario, si los hay. Y posiblemente inútil. Las únicas personas solidarias son su viejo maestro de derecho (Juan Carlos Colombo), conectado ahora, sin remisión a la vista, a un tanque de oxígeno, y Siddartha (José Alberto Patiño), un ex presidiario agradecido con Socorro por gestiones a favor de su liberación, dispuesto ahora a (casi) todo por ayudar a su benefactora. Contrario al gran número de cintas de desaparecidos en nuestro país, No nos moverán no hurga en oprobios relativamente recientes, sino, a su manera intimista, en un atroz crimen de Estado que no prescribe ni en la historia ni en la memoria de sus sobrevivientes.
En un registro dramático muy distinto, Tóxico ( Akiplesa, 2024), primer largometraje de la joven realizadora lituana Saulè Vliuvaitè, ofrece el retrato de Marija (Vesta Matlyté), una adolescente de 13 años con cierto retraimiento social y baja autoestima por una leve cojera congénita. Durante un tiempo padece el hostigamiento y burlas de sus compañeras, a pesar de ser ella poseedora del rostro más agraciado del grupo. El bullying se incrementa cuando ella y Kristina (Ieva Rupeikaite), su amiga más cercana, se perfilan como favoritas en un concurso de modelaje organizado por una refinada gerente de belleza femenina. Las que parecían los peores prospectos posibles (una por su discapacidad física; la otra, por un leve exceso de peso), tienen a su favor una gracia indefinible o un original toque de belleza. Con un maltrato escolar finalmente inconsistente, cabe preguntarse de dónde viene la toxicidad que anuncia el título. Ciertamente no de los hombres jóvenes, cuya agresividad potencial las chicas saben mantener a raya. Lo tóxico es el ambiente malsano de la periferia industrial en la que viven, los romances imposibles o frustrados, el consumo incontinente de alcohol y de drogas, y la desatención familiar. Todo un clima nocivo del que cada una desea escapar a través del espejismo del modelaje, primera escala para un viaje a un Occidente idealizado. Como una variante discreta de las cintas Enferma de mí o La sustancia, la ópera prima de Vliuvaité explora también con agudeza las torturas que las protagonistas infligen a sus cuerpos en desarrollo, desde el rechazo anoréxico de alimentos hasta la ingesta de pastillas con larvas de gusanos devoradores de grasa. No hay postura moralista ni traza de sensacionalismo en una cinta que lejos de buscar el impacto visual, se demora en describir el ambiente siniestro de un pueblo casi fantasma donde la grisura de sus habitantes, el desánimo juvenil, la industria y sus desechos, parecen devorarlo todo. Un auténtico cementerio de las ambiciones.
Se exhiben en la Cineteca Nacional Xoco. Horarios: https://www.cinetecanacional.net
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