E
l mandato bruto y a todas luces ilógico del sionismo por hacer de Cisjordania, Jerusalén Oriental o la franja de Gaza, en Palestina ocupada, un recuerdo lejano y confuso para todos los habitantes del planeta es también un desprecio que apunta al valor propio del presente en nuestra humanidad. Las evidencias del propósito de siempre para hacer de Palestina una abstracción mundial saltan a la vista, cuando cercados por este actualizado genocidio, los patrones de la limpieza étnica vuelven a repetirse con el robo de 78 por ciento de nuestro territorio en 1948 y con la continuación acentuada del terror en la ocupación desde 1967 a esta parte hasta ahora.
En la fuente infinita de nuestra memoria colectiva, pese a los constantes robos y limpieza étnica sufridos por el pueblo palestino, nos escuchamos, con Palestina en nuestro interior, por encima de los muros, el chantaje de la ignorancia y el hondo dolor de las ausencias; eso sucede gracias a que elegimos estar vinculados con nuestra humanidad, espejo de todos. En ese espejo, tan vivo como nuestras miradas individuales, hay un mundo de casas con sus historias de nacimientos, generaciones y el patrimonio universal de nuestro derecho a existir.
Mientras los tecnócratas del pensamiento juegan con estadísticas y coleccionan números de muertos, nosotros, en cambio, honramos al ser humano. La violencia en Palestina ocupada es tan ilimitada que hace que pasemos de observadores a testigos activos de crímenes de lesa humanidad. Protestamos en contra de ese precepto que persiste en detener el nacimiento de una vida palestina incluso antes de que una mujer esté embarazada; así de ilimitada es la violencia, así de exacta es la técnica. Basta con ver la destrucción total de los centros médicos dedicados a la salud sexual y reproductiva. La violencia sexual y de género se han acentuado desde el 7 de octubre de 2023, y allí no comenzó, ya seguía su larga trayectoria de abusos de poder sobre nuestra historia.
Cada generación palestina, cada generación de mujeres, carga con el peso gigantesco de la prohibición de existir. Ya una niña sabe que ser madre en su futuro y tener familia es un delito para las fuerzas de ocupación. Pero nuestras mujeres siguen dándole forma al destino de un pueblo con la vida, y no se rinden ante el mandato de muerte que el Estado de Israel impone en cada segundo, en cada respiro. Estos abusos de violencia de género que nos dejan sin aliento, sobre todo por el cálculo previo al crimen, nos hacen más conscientes del horror que sufre el pueblo palestino cuando leemos el informe escrito por esa comisión especial de Naciones Unidas que, en los días 11 y 12 de marzo del corriente año, en Ginebra, escuchó no sólo los testimonios de las víctimas, sino los del personal médico que les asistió, representantes de la sociedad civil, académicos y abogados.
Hoy, frente a los colonos israelíes en Cisjordania, decimos Cisjordania y decretamos que el palestino no es el eterno sobreviviente. En nuestro legítimo derecho rechazamos esa prepotencia militar que impide a los 40 mil desplazados dejar de serlo. Ante la repetición de destrucción de centros de salud, extendida también en Gaza, decimos Gaza. Y ante la expansión del terror en Jerusalén Oriental, decimos, en sincronía con el valiente Sur global, Jerusalén Oriental. Reafirmamos y mantenemos presente, en todos los tiempos, el mapa de los derechos humanos. Somos la elección, el oído consciente que no se cubre de silencio y olvido. Exigimos que el impedimento de entrada de ayuda humanitaria deje de ser un rotundo impedimento burocrático impuesto por parte de aquellos gobiernos de Occidente que, desde la Nakba, pretenden imponer la constante reubicación, sin destino, del palestino, siempre en el estrecho patrón del sobreviviente. Sabemos que, más allá de lo que ocurre en Palestina, la visión de algunos de estos gobiernos sobre la humanidad se reduce al espectro de la moneda de cambio, al negocio de armas, mientras el primer ministro de Israel, quien tiene una orden de aprehensión, sigue impune en el mundo paralelo, pero no menos real, del fascismo. Desde allí, se llama públicamente a la eliminación de un pueblo, de todo un pueblo, del género humano. Shukran, gracias por apoyarnos con firmeza y, en creciente círculo, tomarnos de las manos en medio de tantas cenizas. Mientras el opresor israelí destruye con ansias las instalaciones médicas para prohibir el embarazo de la mujer palestina en la tierra de origen, incluida Jerusalén Oriental y el mismo Estado de Israel, el agua del río Jordán hasta la fluidez del mar Mediterráneo sigue estando presente en la resistencia del pueblo palestino y nos habla de Palestina.
* Embajadora del Estado de Palestina en México
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