“Entonces, pues, lo que ocurrió en México el pasado domingo 2 de junio no fue un avance democrático sin precedentes en la historia del país –y del mundo, si mucho me apuran–, ni el primer paso para dejar atrás estamentos de impartición de injusticia e impunidad, y ni siquiera un esfuerzo memorable de la sociedad misma para entender cómo funciona, cómo disfunciona y cómo debe funcionar el Poder Judicial. No, qué va: fue un fraude, una gigantesca e inescrupulosa manipulación, una burla a la democracia, una herida mortal a la división de poderes y el avasallamiento definitivo de los tribunales para ponerlos bajo el mando de una presidencia despótica, dictatorial y para colmo, subordinada al antecesor en el cargo.”
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